Un “juguete para millonarios”: la banana de Maurizio Cattelan se vendió por US$6,24 millones
Se remató en Sotheby’s la obra de arte conceptual que desató polémicas cuando se expuso en la feria Art Basel Miami Beach, en 2019, donde se vendieron dos versiones por US$120.000 cada una; el artista italiano dijo que propuso a “Comediante” como “una reflexión sobre lo que valoramos”
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“¿Es obsceno?”, se preguntarán muchos en este momento, en distintos puntos de un planeta golpeado por el hambre y las guerras. No por la connotación erótica que puede tener una banana sino porque el coleccionista chino Justin Sun acaba de pagar US$6,24 millones de dólares en un remate en Sotheby’s conducido por Oliver Barker, tras una puja de siete minutos, por una fruta que se pudrirá en pocos días. En realidad, pagó por la idea que tuvo Maurizio Cattelan de pegarla con cinta en el stand de una galería, y ofrecerla a la venta en la feria de arte más importante del mundo.
“Esto no es sólo una obra de arte -dijo Sun, fundador de la plataforma de criptomonedas TRON, en un comunicado difundido por Sotheby’s-. Representa un fenómeno cultural que une los mundos del arte, los memes y la comunidad de las criptomonedas. Creo que esta pieza inspirará más pensamiento y discusión en el futuro y se convertirá en parte de la historia. Es un honor para mí ser el orgulloso propietario de esta obra icónica y espero que genere más inspiración e impacto para los entusiastas del arte de todo el mundo. Además, en los próximos días, comeré la banana como parte de esta experiencia artística única, honrando su lugar tanto en la historia del arte como en la cultura popular”.
El hecho de que haya llegado a ese precio es parte de la provocación: el pícaro artista italiano aseguró que su obra titulada Comediante, presentada por primera vez en 2019 en Art Basel –donde se vendieron dos versiones, por 120.000 dólares cada una-, no era un chiste. “Fue una reflexión sobre lo que valoramos”, dijo en 2021 a The Art Newspaper, y aclaró que buscaba abrir “un debate sobre lo que realmente importa”. “La vida es a menudo trágica y cómica al mismo tiempo -agregó-, y mis obras abordan estas dos facetas. Utilizo el juego para expresarme o para tocar temas sensibles, pero no para burlarme de nadie ni hacer reír a la gente”.
Vaya si logró abrir el debate. “Encabezó noticias compartidas en todo el mundo, convirtiéndose en la obra de arte más comentada del siglo”, afirma la casa de subastas en el sitio web donde la ofreció a la venta, por un precio inicial estimado entre un millón y un millón y medio de dólares. Para justificar ese valor equivalente al clickbait compartió una lista de más de cuarenta artículos que la mencionaron en medios de diversos países, desde Estados Unidos hasta China. También, la imagen de la tapa del New York Post que la reprodujo el 6 de diciembre de 2019.
Lo cierto es que cuando el logo de Sotheby’s apareció en su página y en sus redes sociales “intervenido” con la imagen de una banana pegada con cinta, gran parte de la población mundial sabía de qué se trataba. Como si fuera parte de la mayor operación de marketing de la historia, la banana pegada a la pared con cinta de embalar ya era pieza de museo –en 2020 ingresó a la colección del Guggenheim, gracias a un donante anónimo- y se había convertido en parte de la conversación global. Logró así el propósito de su creador, un artista autodidacta nacido en Padua en 1960 y definido en la guía Art Now de Taschen como “el denunciador del mundo del arte contemporáneo”. “Cattelan se dedica a minar el sistema que habita para revelar sus estructuras internas”, dice el volumen 2, publicado en 2005.
Casi dos décadas pasaron desde entonces, y sus estrategias de denuncia se fueron refinando. A tal punto que en 2016, años después de haber anunciado su retiro del arte con una retrospectiva de obras flotantes en el Guggenheim de Nueva York, el artista regresó a ese museo con América. La obra consistía en sustituir un inodoro en el baño del cuarto piso del edificio diseñado por Frank Lloyd Wright con una réplica funcional fundida en oro de 18 kilates, que podía ser usada por los visitantes. Según se explica en el sitio guggenheim.org, esto no sólo permitió “una experiencia de intimidad sin precedente con una obra de arte”, sino que ofreció “un guiño a los excesos del mercado” y evocó “el sueño americano de oportunidades para todos”.
El mismo espíritu de provocación lo llevó a crear en 2001 una réplica hiperrealista de Hitler titulada Él -realizada con cera, resina y pelo humano-, que muestra al dictador nazi arrodillado en posición de rezo, como si pidiera ser absuelto de sus pecados. “¿Es concebible el perdón en el caso de un icono del mal radical? Cattelan busca suscitar reacciones de indignación a través de posibles respuestas del público a esta pregunta”, señala Perrotin, la galería que lo representa. El mercado respondió en voz alta: esta obra marcó el récord para Cattelan en subastas en 2016, cuando se remató en Christie’s por 17,1 millones de dólares.
Con su Comediante dio un paso más, según Sotheby’s, ya que se enmarca en “un legado histórico del arte de obras maestras conceptualmente audaces que redefinieron lo que podría ser el arte”. Desde la Fuente de Marcel Duchamp, un urinario de porcelana comprado y firmado con un seudónimo y presentado por el artista a una exposición en 1917, hasta el Dibujo de De Kooning borrado de Robert Rauschenberg (1953), el tiburón conservado en formol de Damien Hirst (1991) o la pieza de Banksy que se autodestruyó en la sala de ventas de Sotheby’s segundos después de rematarse en 2018, acción que creó “una nueva obra de arte en tiempo real”. “Estas obras revolucionarias compartían un espíritu de bromista iconoclasta que provocó que el público cuestionara el significado del arte -señala la casa de subastas-, desde dentro de los mismos sistemas que permiten su creación y recepción”.
Como ocurre con las performances, lo que se vende junto con la banana y la cinta en el caso de Comediante es un certificado de autenticidad con instrucciones para montar la pieza: cuándo reemplazar la fruta (cada siete o diez días) y a qué altura del piso ubicarla (175 centímetros sobre el piso). Claro que no será Cattelan sino el dueño de la obra quien deberá ocuparse de esa tarea. “Es un chiste conceptual y un juguete para millonarios. Se ríe de todos, desvaloriza el dinero. ¡Está muy bien!”, opinó al respecto Marta Minujín, consultada por LA NACION.
Varios galeristas argentinos coincidieron. “La obra está muy bien lograda. Es un hit y refleja muy bien el tono de época, donde todo tiene un aspecto medio payasesco y burlón. Como si él fuera un un bufón al que todo se le permite. Esos precios hasta me parecen muy baratos para el alcance que tiene. El valor artístico o conceptual es muchísimo más relevante, no tiene comparación con el valor económico”, señaló Leopol Mones Cazon, director de Isla Flotante, galería que participó de aquella memorable edición de Art Basel en 2019. “Había muchísima gente amuchada –recordó-, que se paraba arriba de sillas para mirar la banana. Mis amigos de Luhring Augustine de Nueva York, ubicados enfrente, estaban un poco perturbados porque se metían adentro de su stand, boqueando las entradas”.
“Claro que me acuerdo del revuelo que causó. Se armó más lío porque uno [el artista David Datuna] se la comió –agregó Orly Benzacar- Respecto del precio, el mercado habla por sí solo. Así son las reglas: si alguien lo paga, es lo que vale. Claro que puede haber una especulación mediática, pero de alguna manera es también seguir el juego del momento que estamos viviendo”.
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