En la casona de estilo afrancesado diseñada para su padre por Alejandro Christophersen, Amancio Williams gestó la mayor parte de su obra, legando a la Argentina y al mundo mejores herramientas para pensar la ciudad del futuro
Convirtió el viejo garage y las habitaciones para los choferes de la casona de sus padres en un refugio personalísimo. Adelantado a su tiempo, hizo de ese estudio de arquitecto una escuela para estudiantes, graduados e investigadores dispuestos a entender que "las ciudades actuales aun no pudieron dar al hombre una solución clara y correcta, pues continúan desarrollándose con un urbanismo antiquísimo". Ícono del modernismo en este rincón del globo, Amancio Williams definió que el propósito esencial de su trabajo era "aplicar los conocimientos científicos a las realizaciones humanas, lo que equivale a establecer una buena relación conocimiento-sociedad, conocimiento-vida". Fue en la casa de Virrey Loreto 1940, en el barrio de Belgrano, donde produjo la mayor parte de esa obra imprescindible.
De su puño y letra, el curriculum vitae dice así: "Amancio Williams nació el 19 de febrero de 1913 en la casa donde vivió casi la totalidad de su vida y en donde trabajó en un viejo pabellón. Esta casa perteneció a su padre, el compositor Alberto Williams, y fue realizada por Alejandro Christophersen –posiblemente su mejor obra de arquitectura– alrededor de 1910".
Formado en la École des Beaux Arts de París, Christophersen fue una figura central en la arquitectura argentina de comienzos del siglo XX. Su firma está grabada en edificios como el Palacio San Martín (Anchorena), la sede del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, la residencia de los Unzué y el Café Tortoni o el Círculo Italiano (ex Palacio Leloir), por sólo mencionar algunas obras en territorio porteño.
La casona que diseñó para los Williams se imponía, sobre 5000 metros cuadrados de terreno, con sus ambientes generosos, sus arañas con sello art noveau y una abultada selección de obras de arte. Alberto –pianista, editor musical y fundador del Conservatorio de Música de Buenos Aires– tenía piezas de Yrurtia y Lalique, que junto con los libros eran su tesoro más preciado. Temeroso de los incendios, le pidió a Christophersen que en la vivienda no incluyera chimeneas. Como astrónomo aficionado, se aseguró de tener un telescopio en la azotea.
En 1954, sólo después de la muerte de sus padres, Amancio se mudó definitivamente a Virrey Loreto con su familia. La casa incorporó obras de arte, como un cuadro dedicado personalmente por su amigo Le Corbusier, o el magnífico Marie l’acrobate, de Fernand Léger (hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes), y otras obras de Max Bill, Enio Iommi, Noemí Gerstein.
Al contrario de lo que podría pensarse, el estilo clásico afrancesado de la casa nunca entró en conflicto con el vanguardista Amancio, que jamás había simpatizado con las propuestas de sus profesores de facultad "y todas esas recetas Luis XV que tomaban de la arquitectura francesa". Por el contrario, como recuerdan hoy sus hijos Claudio y Pablo (tuvo 8 en total, con su mujer, la arquitecta Delfina Gálvez Bunge) "a Amancio le encantaba esa casa, y a nosotros también. Era de una gran calidad arquitectónica. Constaba de tres generosos espacios que ocupaban el 60% de la planta, la gran biblioteca, el hall y el comedor, que se conectaban a través de puertas corredizas o plegadizas y que además se prolongaban en dos terrazas, con grandes puertas vidriadas hacia ellas. Estos tres espacios sumaban cerca de 20 metros de largo, y con las terrazas se agregaban otros 12 metros más. Era, en realidad, una casa muy moderna. Por ejemplo, tenía un sistema de aspiradora central, con una gran máquina instalada en el subsuelo, y cañerías de bronce que terminaban con una boca en cada espacio donde se conectaba la manguera".
En 1954, después de la muerte de sus padres, Amancio se mudó definitivamente a Virrey Loreto con su familia. La casa incorporó obras de arte, como un cuadro dedicado por su amigo Le Corbusier
Amancio fue el arquitecto de las viviendas en el espacio, el que proyectó la que podría haber sido la primera ciudad en la Antártida, el de laCasa sobre el arroyoen Mar del Plata (todos los documentos son de libre acceso y están en archivowilliams.com). Enriqueció su mirada con alumnos, colegas y discípulos, e intercambiando con quienes alguna vez tomaron el té en la galería de Virrey Loreto: Mario Paysee Reyes, Tomás Maldonado, Lidy Prati, Ignacio Pirovano, Manuel Mujica Lainez, Curatella Manes, Lía Cimaglia Espinosa, Walter Gropius, Roberto Burle Marx, Horacio Coppola y más.
En esa casa, "la coexistencia del estudio y la familia generaba resultados positivos. A la hora del almuerzo, siempre había personas del estudio –recuerda Claudio, que dirige el Archivo Williams–. Durante muchos años, los arquitectos que sucesivamente trabajaron allí se incorporaron a la vida familiar; alguno de casó con una hija, y todos terminamos muy amigos de la gran mayoría. Incluso muchos fueron adoptados intelectualmente por nuestra madre, con quien aprendieron lenguas, por ejemplo".
Inventario de un legado
Recientemente, el joven estudio de arquitectos Juan Campanini/Josefina Spósito dibujó para el Archivo el particular retrato que puede verse en la parte superior de esta página. En su memoria se lee: "El retrato es conocido, AW de pie en su estudio. A su alrededor nada se ve completo. Los elementos son pocos: una mesa con fotografías, una cajonera, la lámpara reflejada en la ventana. Detrás, el jardín deja ver –entre las hojas de los arbustos y el gran cedro– la piedra parís de la casa familiar. La profundidad revela la convivencia en un único sitio de su vida profesional y personal.
Y sigue: "Los vínculos con la agenda universal de la modernidad europea y su gran cantidad de proyectos sin construir hicieron de AW una figura enigmática. Evitar la exaltación heroica nos conduce a volver a mirar, atentos y sin ingenuidad, lo que lo rodea. ¿Cómo interrogar a lo habitual? Inventariar, fragmentar, traducir y dibujar los objetos cotidianos develados en las fotografías del archivo construyen un nuevo retrato de AW".
Cuentan sus hijos que para el hombre que en su vida tuvo muy pocos trabajos "rentables" sostener la casa se hizo difícil. Hacia fines de los 70, Amancio realizó un proyecto –novedoso y original– para construir en el terreno un edificio de departamentos. Pero el financiamiento nunca llegó, la casa se vendió en 1987, y él falleció dos años después.
A comienzos de este perturbador 2020 conocimos la noticia: el Canadian Center for Architecture (CCA) recibió como donación de los hijos de Williams todo el material –planos, documentos, fotos– que vio la luz en Virrey Loreto 1940 y que la Argentina no pudo, no quiso o no supo cuidar. De esa casa de Belgrano sólo queda el gomero.Y por las calles arboladas del barrio, el espíritu de un hombre genial que sigue parado en la vereda del futuro.
Retrato gráfico
El estudio de arquitectos de Juan Campini/Josefina Spósito dibujó para el Archivo Williams este particular retrato de Amancio. En una única proyección plana, incluyen diversos elementos de la vida y creaciones del arquitecto, vinculados desde la coincidencia o la ambigüedad. "Todos tienen un punto en común –describen–: Virrey Loreto 1940".
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