Un historiador revela las raíces filosóficas de Sarmiento
"Sarmiento el soñador sigue soñándonos", escribió Jorge Luis Borges en un poema de 1961. Para el autor de Los conjurados, Domingo Faustino Sarmiento fue acaso el prócer más importante de la historia argentina. En el país y en América se conoce a Sarmiento como político, escritor, docente, periodista y militar. Fue gobernador de la provincia de San Juan, donde nació en 1811; presidente de la Nación entre 1868 y 1874, senador nacional y ministro del Interior durante la presidencia de Julio A. Roca. Por obras como Facundo, Viajes y Recuerdos de provincia, David Viñas lo consideró el cuerpo testimonial de un género literario fundacional. Sin duda, Sarmiento trabajó como pocos por la educación pública y el desarrollo del progreso científico y cultural del país. No obstante, su ideario, que creció gracias a la influencia de pensadores y filósofos a los que leyó y estudió de manera libre y sin descanso, es aún poco conocido.
Un nuevo libro de Francisco M. Goyogana (Buenos Aires, 1935), miembro de número de la Academia Argentina de la Historia, ilumina un aspecto poco transitado en la bibliografía sobre la figura del sanjuanino. Sarmiento filósofo. Introducción a las ideas del prócer (Claridad), además de proveer información sobre las lecturas del autor de Mi defensa, detalla el modo en que el político que fue Sarmiento utilizó esas ideas para hacer crecer la nación. Esta obra integra una serie junto con Sarmiento y la Patagonia (2006) y Sarmiento y el laicismo. Religión y política, de 2011. El libro tiene un prólogo de la historiadora María Sáenz Quesada y un texto de Santiago Kovadloff. "Goyogana traza el perfil del pensador sorprendente que fue Sarmiento", advierte el autor de Locos de Dios desde la contratapa.
"El proyecto del libro germinó a partir del análisis contemporáneo de los conceptos filosóficos del prócer –cuenta el autor–. Desde la matriz de estructura clerical de la colonia española, el pensamiento de Sarmiento tuvo un desplazamiento de la modalidad intelectual dominante en su infancia y pubertad a la aprehensión de otras ideas significativas del desarrollo de la humanidad. De acuerdo a sus propias experiencias registradas en Recuerdos de provincia, cuando contaba dieciséis años, mudó el ámbito que prevalecía en su pensamiento colonial hacia otras formas intelectuales impregnadas de ideas de la filosofía moderna".
Irónicamente, una intransigente educación religiosa (la madre de Sarmiento quería que su hijo fuera clérigo) hizo que afloraran las dudas en la mente del joven. "El fanatismo rencoroso de que vertía siempre aquella boca, espumosa de cólera, contra los impíos, y herejes, a quienes ultrajaba en los términos más innobles, destilando veneno, sangre, maldiciones y ultrajes, contra Rousseau y otra retahíla de nombres, para mí desconocidos", cuenta en su libro autobiográfico de 1850. Sarmiento escuchó con atención esos nombres y se lanzó a la lectura de cuanto libro pudo caer en sus manos. "Sin otro guía que el que acaso se los presentaba o por las noticias de las escasas bibliotecas de su pago", agrega Goyogana.
Para el autor, las ideas culminantes de Sarmiento se encuentran restringidas al aspecto de su pensamiento que puede llamarse filosófico. "No es fácil determinar si la teoría dualista de civilización y barbarie del Facundo, o la versión final de Conflicto y armonía de las razas en América establecen definitiva y exclusivamente la ubicación del centro de gravedad del pensamiento sarmientino. La vida de Sarmiento, desde el escolasticismo colonial, transcurriría por el utilitarismo sajón, el enciclopedismo francés, el regalismo español y el positivismo auténtico argentino". La última etapa de la vida de Sarmiento fue de convivencia con el sistematizado positivismo europeo. Llegó hasta Herbert Spencer, sobre el que escribió: "Con Spencer me entiendo, porque andamos por el mismo camino".
Cinco preguntas sobre Sarmiento filósofo
–¿Cómo se integra este nuevo título a su serie de libros sobre Sarmiento?
–Se integra en el difícil arte de ver y acosar las ideas, arte al que se reduce el método filosófico, y la aceptación de los valores aplicados por el hombre en el juego con los elementos que constituyen el quehacer filosófico, que circulan por dos niveles. En un nivel profundo, los valores se llaman creencias. Las creencias no se discuten. Simplemente se tienen. Responden a los sentimientos. En un nivel intelectual, los valores se llaman ideas. Las ideas se discuten, se defienden o se cambian. No responden a los sentimientos. Las creencias sostienen al ser humano. A las ideas las sostienen los hombres. En términos de rigor, sólo los pensamientos deben ser considerados ideas. Como las ideas y las creencias difieren en su naturaleza, se puede interpretar que las ideas deben responder a mecanismos dependientes de la razón, mientras que las creencias quedan restringidas al orden de los sentimientos. En ese contexto, Sarmiento y el laicismo. Religión y política se relaciona con aspectos del sentimiento, mientras que Sarmiento filósofo lo hace con las ideas.
–¿Cuál es el legado filosófico del prócer sanjuanino?
–Debe considerarse a Sarmiento una persona que se pregunta por problemas filosóficos y que sostiene concepciones filosóficas. Fue un filósofo cabal, si el término filósofo significa una inteligencia interesada en cuestiones básicas de la naturaleza, la moral, el gobierno, la vida y el destino. Sarmiento, en respuesta a la verdad, fue original por la forma que dio a sus ideas. Fue el primero y el mejor de su tiempo para concebir y redactar la historia que le tocó vivir. Sarmiento no construyó un sistema, pero su paso terrestre y su proyección hacia el futuro es incuestionable. Ocupa una posición excéntrica con respecto a la filosofía institucional. Sarmiento, filósofo de la idea republicana, es un filósofo sin discípulos, adelantado en su tiempo para la construcción de las instituciones de la República Argentina.
–¿Qué filósofos y corrientes filosóficas influyeron en el autor de Facundo?
–Fueron, sin duda, William Paley (1743-1805) en un principio, y Herbert Spencer (1820-1903) al final de su vida, cuya relación no podía sentirse más estrecha. En el instante de su muerte, en 1888, Sarmiento tenía abierto en su atril de lectura Filosofía sintética de Spencer. Entre el principio y el final, muchos otros pensadores estuvieron presentes en Sarmiento: Jeremy Bentham, Augusto Comte, Victor Cousin, Charles Robert Darwin, René Descartes, Denis Diderot, Ralph Waldo Emerson, Benjamin Franklin, Johann Wolfgang Goethe, François Guizot, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, David Hume, Immanuel Kant, Hughes-Felicité-Robert Lamennnais, Pierre-Henri Leroux, John Locke, Martin Lutero, John Stuart Mill, Charles-Louis de Secondat Montesquieu, Blaise Pascal, Jean-Jacques Rousseau, Baruch Spinoza, Giovanni Battista Vico y, en especial, François-Marie Arouet Voltaire.
–¿Cuáles son los motivos para leer o releer la obra de Sarmiento?
–En una época iconoclasta que se regodea en negar los más altos valores de nuestra historia, y en cuestionar a prohombres como Sarmiento, la lectura de sus obras adquiere utilidad y densidad indispensables. Si se analiza a Sarmiento no corresponde limitarse a un solo costado de su múltiple imagen. La estatura que adquirió la República después de Caseros alcanzó una magnitud que colocó a la Argentina entre los primeros países de la Tierra, hasta constituirse en una gran esperanza para la civilización, más tarde defraudada. Toda una obra digna para la humanidad donde Sarmiento edificó una estructura que, si no total, fue primordialmente obra suya. Las Obras Completas de Sarmiento continúan a la espera de lectores. Sus libros esenciales, Facundo, portador del concepto de civilización y barbarie; Viajes; Argirópolis; Recuerdos de provincia; Conflicto y armonía de las razas en América, etc., aguardan que generaciones de argentinos se acerquen al pensamiento del prócer que encierra una acción político-social; un estudio del comportamiento humano; una ciclópea ingeniería jurídica; la ciencia; la historia; la pasión por el arte; las letras; el teatro; la ópera; la energía y el valor en acción; la empresa al servicio del desarrollo, las vías de comunicaciones y de progreso; la integración americana; el permanente vínculo con el mundo para dar y recibir los adelantos. Sarmiento, como en el verso de Borges, no ha muerto; está vivo, cercano, atento. Sarmiento, el soñador, sigue soñándonos.
–¿Hay todavía una visión sesgada de Sarmiento en la cultura argentina?
–Fuera del ambiente de los opinóloogos, todavía Sarmiento es un desconocido. No porque durante su vida no se hubiera mostrado tal cual era, sino porque el tiempo ha borrado la realidad para reemplazarlo por una imagen, en muchos casos, diametralmente opuesta a la auténtica. Es hora de reconocer que el verdadero Sarmiento es un desconocido. Es tiempo, entonces, de leer a Sarmiento.
- PARA AGENDAR. Hoy, a las 18, en la Sociedad Científica Argentina, Av. Santa Fe 1145, Francisco M. Goyogana dará la conferencia "Sarmiento geopolítico".
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