Un gran escritor y un ser humano extraordinario
Sabía que Ricardo Piglia estaba enfermo, pero la noticia de su muerte fue un gran golpe.
Yo no tenía un gran trato con él antes de filmar Plata quemada, hace 16 años. Tuvimos una reunión y le presenté la idea de la adaptación de su novela y quedó encantado. Dijo que no iba a hacer ningún tipo de censura; que si queríamos le mostrásemos el guión, y que si no, no habría ningún problema. Siempre sentí una gran admiración por él. Se ubicaba en un lugar de par; jamás por encima. Cada versión del guión que hice junto con Marcelo Figueras se la llevaba para que la comentara: eran como los comentarios de un amigo. Incisivos, pero terriblemente útiles.
Después, fue poco al rodaje. Era un tipo bastante tímido. Cuando vio la primera edición de la película, que era bastante más larga que la versión final, me abrazó y me dijo: "Te agradezco mucho por lo que has hecho". Fue para mí un momento inolvidable. Tras el estreno y frente a algunas críticas, se convirtió en un gran defensor de la película. Sabía que respetaba el espíritu del libro y que la mía era una mirada de la novela por parte de un director.
Él daba clases en Princeton, Estados Unidos, y me contó que pasó varias veces la película a sus alumnos. Me dijo, también, que el film lo ayudó a vender sus obras en España. Aquella época fue una de las experiencias más fuertes de mi vida.
Piglia era un tipo de una humildad y una sencillez absolutas. No sólo un gran escritor; tenía una gran comprensión de lo humano. Era un ser humano extraordinario.
Cineasta, dirigió Plata quemada
Marcelo Piñeyro
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