Un filólogo mexicano que vive en Barcelona y un profesor porteño, ganadores del III Mundial de Escritura
En la fecha prevista, terminó la tercera edición del Mundial de Escritura organizado por Santiago Llach y Catalina Lascano. En el tercer campeonato, que sumó una categoría para chicos, participaron 8685 personas de 42 países. Entre el 26 de octubre y el 7 de noviembre, 676 equipos de adultos, 84 de adolescentes y 76 equipos de niños tuvieron que hacer ejercicios de escritura sugeridos por reconocidos autores internacionales como la ecuatoriana María Fernanda Ampuero, el costarricense Luis Chaves, la boliviana Liliana Colanzi, el galés Cynan Jones, la mexicana Fernanda Melchor, Ricardo Mariño y Pablo De Santis. Entre el 9 y el 13 del mes pasado, se jugó, de manera optativa, el Mundial de Poesía. La iniciativa surgió semanas después del inicio de la cuarentena decretada en el país.
En esta ocasión, el jurado de la categoría general estuvo integrado por Beatriz Sarlo, la española Milena Busquets y el escocés Irvine Welsh. Los tres definieron los textos ganadores de la categoría general del III Mundial, y mediante un sistema de puntaje que tuvo en cuenta el desempeño de los equipos, consagró también al equipo líder del campeonato. La traducción al inglés de los diez textos finalistas de esta categoría estuvo a cargo de Jennifer Croft, traductora de la ganadora del premio Nobel de Literatura 2018, la polaca Olga Tokarczuk, y de varias escritoras argentinas a la lengua de Mark Twain. Curiosamente, su novela autobiográfica Homesick, de 2019, aún no fue traducida al español.
El texto ganador del III Mundial de Escritura es “La Luchita”, del mexicano Dalmau Costa Villegas, integrante del equipo En Palabras. Costa Villegas tiene veintinueve años, vive en Barcelona y es filólogo hispánico con un máster en Ciencias Cognitivas y de Lenguaje. “La verdad es que todavía no me lo creo; tengo la sensación de que el jurado se equivocó de texto y eligió el mío por error -dice a LA NACION el autor del melancólico relato salpicado de mexicanismos-. En principio, no sabía nada del Mundial. Me enteré gracias a un amigo que sabía que escribía. Desde el principio, pude sentir cómo en el equipo había, a pesar de no conocernos, una complicidad esencial, el tipo de complicidad que se necesita para hacer literatura. Además, las consignas diarias me parecieron ingeniosas y desafiantes. En el fondo, creo encontrar algo de seductor en el reto, en acercarse a la transgresión de los propios límites. Otra cosa que me gustó fue obligarme a escribir todos los días. Así uno puede despojar la escritura de ese aura romántica de la que muchas veces se llena”. Para Costa Villegas, es casi imposible hablar de escritura sin referirse a la lectura. “Hay una correlación esencial y fraternal. Como lector, suelo ser cada vez más exigente con lo que leo, en el sentido de que si me voy a poner a leer algo, quiero que tenga toda la atención que puedo darle. Borges decía que si un texto no te hablaba era que no estabas preparado para el texto. Y lo que me sucede cuando escribo es que esa atención y esa exigencia trasmutan hacia una relación casi matemática con la palabra. Siempre hay mil formas de decir una cosa. La tarea del escritor es descifrar cuál es la mejor”.
Consultado acerca de la temible segunda ola de Covid-19 que recorre el hemisferio norte, comparte su sensación de incertidumbre. “Nos han impuesto una especie de toque de queda a las diez de la noche, muy parecido al que dicen que hay en las guerras, y varias restricciones de convivencia. No es posible hacer reuniones de más de seis personas. La movilidad también ha quedado bastante reducida. Son medidas necesarias, pero que inevitablemente entorpecen toda la dinámica social y económica del país. Si algo bueno se puede encontrar en medio del caos, es un espacio de reflexión. Es claro que un sistema como el que tenemos no es sostenible por muchos años y que hay que atender muchas cosas en términos ambientales. En fin: solo queda esperar a que algún día termine la tormenta y que todo mejore en los próximos meses”.
En Palabras, el equipo del mexicano campeón del Mundial, fue elegido como el mejor del campeonato. Está integrado por Costa Villegas, la argentina Daniela Rovatti, la colombiana Nelly Villegas, las mexicanas Ale Oseguera y Edna Malinalli García, los peruanos Angelita Bálcazar Rojas y Alain Rojas Macedo, y el salvadoreño Miguel Henríquez. Excepto Rovatti, que va y viene, todos residen en Barcelona.
Tres textos comparten el segundo puesto: “Un cuchillo no es un juguete”, de Ignacio Gómez; “Julia”, de Luna Benaglia, y “Hogar”; de Tatiana Cibelli. Todos los autores ganadores de la categoría general residentes en la Argentina se llevan como premio suscripciones al club del libro Pez Banana. Los ganadores que no residen en el país recibirán órdenes de compras para ser usadas en las librerías de sus localidades. Y los autores de los diez textos finalistas participan de un taller exclusivo de técnicas de no ficción con Leila Guerriero.
Poetas cracks
En su tercera edición, el Mundial de Escritura hizo jugar a la poesía. El jurado conformado por Fabián Casas, la chilena Elvira Hernández, la española Elena Medel y el brasileño Joca Reiners Terron, junto con el voto del público, eligió los poemas ganadores del Mundial de Poesía. El primer puesto lo obtuvo el texto “Nacido sordo”, del porteño Ignacio Valiente, que participó en el equipo Keep Holden On. Valiente tiene 36 años, estudió Bellas Artes y es profesor de Literatura y Castellano egresado del Instituto Joaquín V. González. En el II Mundial de Escritura, había obtenido el segundo lugar en la categoría prosa con su texto “Área de cobertura”. Es autor de dos libros de cuentos aún inéditos.
“El Mundial de Escritura es una experiencia que te obliga a ponerte en marcha, un antídoto contra el pudor, la vagancia y todas esas excusas que suelen aparecer a la hora de sentarnos a escribir -dice Valiente a este diario-. Y es una oportunidad para conocer gente en la misma frecuencia y crear una comunidad de intereses, que es también lo que te impulsa a seguir escribiendo. Principalmente, escribo ficción, y sacar el primer lugar en el Mundial de Poesía fue una sorpresa inesperada: escribo poesía, también, pero hasta ahora venía haciéndolo solamente como una manera de entrenarme con la palabra. Procuro trasladar a la narrativa de ficción el mismo cuidado por la forma que aplico a los poemas”. Su cuento “Área de cobertura”, que ganó el segundo lugar en el II Mundial, tuvo una repercusión inesperada al ser adaptado para el programa Casa Radio de Hernán Casciari y Andy Kusnetzoff. “Y está en tratativas para ser publicado en la edición online de la revista Orsai -cuenta-. Todo autor busca difundir lo que hace y el reconocimiento es algo invaluable”.
El segundo puesto del Mundial de Poesía fue para “Ojalá”, de Laura Estefanía, de la ciudad Buenos Aires. Su poema obtuvo el voto del público en redes sociales. El poema “La nona”, de Mónica Tettamantti, obtuvo el tercer puesto. Los dieciséis finalistas accederán a un taller de poesía con Santiago Llach.
En la categoría juvenil, hasta 18 años, el jurado de preselección conformado por Ana Navajas, Julia Szejnblum y María José Navia otorgó el primer puesto a “Con los que hoy día uno se encuentra por la calle”, de Selena Sánchez, de dieciocho años, que participó en el equipo Letra Dinamita. El segundo puesto en esta categoría fue para “Bici”, de Milagros Porta, de dieciocho años, integrante de Prefiero Escribir en Prosa. “Bolsillos”, de Ulises Misses, integrante del equipo Medusas Optimistas, obtuvo el tercer puesto. El equipo que lleva el irónico nombre de Los Campeones del PDF ganó en esta categoría juvenil. Todos se llevan como premio suscripciones al club del libro Pez Banana.
¡Tenemos los/as ganadores/as de la categoría Prosa del III Mundial de Escritura! Va hilo 👇🏻 pic.twitter.com/sqYqVIhDny
— Mundial de Escritura (@MundialEscritur) December 17, 2020
En la categoría hasta 12 años, el jurado conformado por Laura Wittner, Antonio Santa Ana e Isol concedió el primer puesto al texto “Clima de cumpleaños”, de Sarah López Nogueira, de la ciudad de Buenos Aires, que participó en el equipo Beteletras, campeón de la categoría infantil. El segundo puesto fue para “Perrito, perrito!”, de Teo Rojo, de la ciudad de Buenos Aires e integrante del equipo Los Admins de Palermo. Y “Ceto, la boa titán” de la joven porteña Olivia do Porto Danio, integrante del equipo Las Minas del Libro, obtuvo el tercer puesto. Los autores de los textos ganadores se llevarán como premio varios libros, al igual que el equipo ganador. Los diez finalistas accedieron a una clase magistral exclusiva con el ilustrador Krystopher Woods.
En los tres Mundiales realizados en 2020 participaron casi 17.000 personas. El IV Mundial de Escritura está programado para abril de 2021. Para estar al tanto de las fechas de inscripción hay que seguir las cuentas de la propuesta en Twitter e Instagram y en la página web www.mundialdeescritura.com, donde se pueden leer los textos campeones del III Mundial.
Los textos ganadores: cuento y poema
“La Luchita”, de Dalmau Costa Villegas
A la Luchita le habían salido grietas en los ojos y no dejaba de quejarse de los zancudos que tenía en los sobacos. «Así es esto -me dijo de pronto-, pero no te preocupes, Carmencita, una se acostumbra a envejecer todos los días».
Esto sucedió justo en el momento en el que su inocencia se transformó en brutalidad. Ladraba como si calentara tortillas en un comal. Las dos nos contábamos nuestras cosas todas las tardes. Yo me fui a la cocina a prepararle uno de esos tés de piloncillo que tanto le gustaban y cuando volteé ya tenía el pelo blanco. Y digo blanco porque era blanco, blanco, blanquísimo.
Pensé que debían ser las seis de la tarde. El agua del grifo se estaba oxidando. No la podíamos tomar después de esa hora porque los dientes se nos naranjeaban. Todos sabíamos que eso era peligroso. Se lo dije a la Luchita. «Luchita, ya no tomes más agua, son las seis», le dije. Pero ella, que siempre ha tenido un carácter muy necio, me contestó que no la chingara, que más sabía el diablo por viejo que por diablo, que si seguía con mis pendejadas le iría a arruinar el mole. Entonces la dejé en paz por seis meses, para que se le bajara el enojo, y me fui a recoger golondrinas al norte.
La historia cambió cuando regresé. Los nopales y el verdor de la tierra olían raro. Eso fue lo primero que noté y el estómago se me puso como un globo. Pero solo fue ver de nuevo a la Luchita que el temor se me deshizo, la piel se me puso dura. Nos encontramos cuando salí de una de las tiendas del pueblo. Acababa de comprarle una esperanza a don Grijalbo. Y es que los cachivaches que vendía siempre me habían hecho bien a la espalda, para que las pesadillas no me pesaran tanto. Por esas épocas de invierno soñaba mal y entonces todo el cuerpo se me cortaba y quedaba todo como atolondrado.
La Luchita me hizo un gesto muy simpático al verme. Eso sí, la vi como diferente, como cambiada. Ya no estaba chimuela ni tenía las verrugas de antes. Y su pelo era negro, negrísimo. También llevaba unas azucenas en las nalgas y los párpados estaban que se le caían de la vergüenza. «No me hagas esto otra vez, Carmencita -me dijo tan solo abrazarme-, ¿cuánto tiempo vienes a quedarte esta vez?» Le dije que me iría con los gallos, de noche, pero eso fue una mentira para evitar provocarle una fiebre de aquellas y que los ojos se le agrietaran más de lo que ya estaban.
Ya en su casa me ofreció la poca cal que le quedaba. «Para tus dientes», me dijo. Le gustaba mezclarlo con gusanos y mezcal. Decía que le daba más sabor. También me habló de Jonathan, un muchacho que había resultado ser un romance suyo. Pero para eso se puso toda morada vergonzante y primero tuvo que irse al baño a retomar la compostura y quitarse todo lo que le había salido en el cuello. Se quitó los estambres y la locura que tenía en la boca. La lengua se le pintó de nostalgia. Mientras hablaba, yo creía que me estaba vacilando, hasta que me enseñó la foto esa en donde salían los dos, todos arreglados. De la felicidad, no pude evitar vomitar las historias que me había comido. Después me acordé que teníamos ocho años, que el tiempo no pasaba entre nosotras, y que en esa época lo normal era pensar que la vida que vivíamos solo podía vivirse una vez.
“Nacido sordo”, de Ignacio Valiente
en el principio
no fue el verbo
tuvo que caer
el primer árbol
del primer bosque
para entender
qué fue lo que perdimos
dios me salve
del ruido
que se enrosca
en mis oídos
un hermano
dice que desea
haber nacido
sordo
y no necio
dios lo oiga
y lo salve
a él también
ulises atado al mástil
bien lo sabía
no son las sirenas
sino el zumbido
incesante
del motor del mundo
si tan sólo
se quedara mudo
qué curioso
que el silencio
tenga un nombre
hecho de sonido
y que susurre tan suave
y se goce tan deseado
como miga de pan
otro hermano
añora nadar
día y noche
en el vientre maternal
pero yo recuerdo
que ya entonces
me aturdían
noche y día
mis pensamientos
y mientras tanto
ruge en mi oreja
el rumor de las hojas
agitadas por la tormenta
y en la otra
entra un tren
que atraviesa
el cráneo nocturno
de una ciudad sin paz