Un experimento con el agua
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![Cada gota cuenta; si es agua potable, hay dos mil millones de seres humanos que la echan de menos](https://www.lanacion.com.ar/resizer/v2/cada-gota-cuenta-si-es-agua-potable-hay-dos-mil-HU6JGRKQURCXLM4ZCTTMMMGFC4.jpg?auth=1b302d76e464201e9e1bc4f505f94819d67b8c43172b0e8b9fc126d6eb157044&width=420&height=280&quality=70&smart=false&focal=2636,1564)
Cuidar los recursos para pagar menos cuando llega la factura de los servicios tiene sentido. Tiene, también, un problema. Solo funciona si la frase “medir los gastos” significa algo para vos; si no, no te va a importar. Me dirán que es el caso de la mayoría. Puede ser, pero desde un punto de vista lógico, le resta al razonamiento cualquier pretensión de universalidad. Insisto, no está mal. Pero sería mejor que, además del asunto presupuestario, fuéramos conscientes de que esa lamparita encendida en un cuarto vacío obliga a quemar un combustible fósil en algún lugar. O tal vez a usar uno renovable. Pero en ambos casos, mientras alimentan esa luminaria ociosa no alimentan a otras.
Podría regresar sobre el tema de la educación. Esto, como casi todo lo demás, se empieza a resolver (no digo que sea una bala mágica, pero se empieza a resolver) en la escuela. Sin embargo, hoy les traigo algo más inmediato, algo que cualquiera puede hacer en su casa y que asombrará tanto a los adultos más educados como a los niños más pequeños. Solo hace falta una olla grande, un balde o equivalente. Nada más.
Hace poco, cuando fui a vaciar el termo de mi mate en la pileta, se encendió una luz roja en mi tablero mental y me dije: “Un momento. ¿Por qué estamos tirando toda esta agua potable? Bastante se derrocha en la ducha.” Respuesta: porque de un día para el otro, a esa temperatura, pueden formarse bacterias. Excelente. ¿Y eso le hace mal a una planta, por ejemplo? Definitivamente, no.
Me propuse un experimento, porque de exagerado me tildan siempre. ¿Estaba siéndolo? Extraje una olla grande de uno de los anaqueles de la cocina, la puse en un lugar accesible y vacié el termo allí. Más tarde, tras hervir unos choclos (no se usa sal para los choclos, recuerden), volví a salvar ese agua, que ahora tenía además nutrientes.
Resumo: luego de un día normal, la olla estaba prácticamente llena; entre cinco y diez litros. Durante la noche se enfrió y al día siguiente la usé para regar los Equisetum que tenemos en la galería. Lo mismo el Spathiphyllum, una arácea que recibe varios nombres (Cuna de Moisés, Flor de la paz) y que consume una cantidad de agua exorbitante.
Guardar el agua que descartamos de la cocina (siempre y cuando no haya tomado contacto con proteína animal) tiene además la ventaja de que al hervir o al reposar para enfriarse libera parte del cloro, que es un potente desinfectante. Para la tierra de una maceta, donde billones de seres invisibles contribuyen a la compleja ecología de las raíces, menos cloro siempre es mejor. Y para el compost, todavía más.
Producir toda esa agua potable había costado un montón de esfuerzo y dinero. Dos mil millones de personas en el mundo (muchos son compatriotas) habrían dado lo que no tienen por ese agua que hasta ahora, sin reparar en el asunto, tiraba en el sumidero. Me sentí bastante avergonzado y bastante ridículo, escribiendo cada dos por tres sobre la importancia de cuidar los recursos, porque no son infinitos, porque nada es infinito, y a la vez descartando un agua buena, que bastaba hervir un rato para poder usarla de nuevo. O, cuando menos, que servía para regar las plantas. Todavía más vergüenza me dio el acordarme de que me tomo un montón de trabajo para recolectar la lluvia, y estaba derrochando varios litros de agua potable por día.
Nos confunde el lujo de abrir una canilla y que salga agua. Es algo reciente en la historia humana. Es algo extraordinario, además. Por dos motivos. Primero, porque sin agua no existe la vida. Dependemos por completo del agua. Y segundo porque nuestros organismos ya no son capaces de tolerar cualquier fuente que encontremos. La civilización tiene este costo; produce dependencia y a la vez nos impide advertir que estamos despilfarrando aquello que nos resulta indispensable. Dos mil litros por año, calculé. De a medio termo por vez. Pruébenlo. Es nuestra agua. Es nuestra responsabilidad.
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