Un enigma develado
El desciframiento de los anotadores de Agatha Christie es la excusa perfecta para que John Curran recorra la obra de la gran escritora de misterio y agregue a ella dos cuentos inéditos
AGATHA CHRISTIE.LOS CUADERNOSSECRETOS
Por John Curran
Frankenstein , bien se sabe, nació de una apuesta. Lord Byron había invitado a su mansión, al borde del lago Leman, a John Polidori, a Percy Shelley y a Mary, su mujer. Era mayo de 1816 y llovía sin descanso. Una tórrida noche de tormenta y con el único propósito de mitigar el tedio, Byron propuso a sus invitados que escribieran una historia de fantasmas. Mary Shelley, inglesa, 19 años, recogió el guante. El resultado fue una criatura que poco tiene de fantasmal pero que de inmediato se convirtió en un ícono del terror. Un siglo después se produciría un episodio similar. En este caso el escenario no sería Villa Diodatti, en Suiza, sino Torquay, una ciudad ubicada en la costa sur de Inglaterra. Cierta noche, se ignora si de verano y con tormenta, Madge desafió a su hermana: "Apuesto cualquier cosa a que no logras escribir un buen relato de detectives". Poco tiempo después, la hermana de Madge le puso el punto final a El misterioso asesinato en Styles . Corría el año 1920 y era la primera aventura que protagonizaría Hércules Poirot. A partir de entonces, el célebre investigador privado iba a resolver numerosos enigmas. Moriría medio siglo más tarde, luego de solucionar su último caso. La novela exhibía un título definitivo, Telón , y apareció en octubre de 1975. Tres meses después, el 12 de enero de 1976, también moría su creadora: Agatha Christie.
Aunque era tímida y parca de palabras, entre 1950 y 1965 escribió su autobiografía, con orden expresa de que se publicase póstumamente. El libro apareció en 1977 y defraudó a aquellos que creyeron que por fin descubrirían los secretos de "La reina del crimen". La autobiografía trazaba el perfil de una típica señora victoriana, pero poco o nada revelaba de su propia vida y apenas apuntaba algunos detalles de su escritura ("La mejor receta para la novela policiaca: el detective no debe saber nunca más que el lector") y de su condición de escritora: "Lo más agradable de aquellos días era lo que se relacionaba directamente con el dinero. Si decidía redactar una historia sabía que me daría sesenta libras o lo que fuera; deducía impuestos... y sabía que obtenía limpias 45 libras. Esto estimulaba mucho mi producción". No en vano se había dicho que después de Lucrecia Borgia era la mujer que más dinero había ganado matando gente. Tenían razón: traducida a casi cien lenguas, vendió 300 millones de ejemplares en el mundo entero. No fue el único record: su obra de teatro La ratonera se mantuvo en el Ambassadors, de Londres, a lo largo de 24 años ininterrumpidos.
A comienzos del siglo XXI, se supuso que en torno a Agatha Christie ya estaba todo dicho; sin embargo, el año 2004 deparó una nueva sorpresa. En su casa de Greenway se descubrieron 73 cuadernos que había escrito a lo largo de su vida. Aquí entra en escena John Curran, un irlandés fanático de la autora y tal vez uno de los mayores conocedores de su obra. Junto con Mathew Prichard, el nieto de Christie, ha creado el Agatha Christie Archive. Fue precisamente Prichard quien lo invitó a visitar la casa de la abuela. Allí, en una pequeña habitación de la primera planta, estaban los preciados cuadernos. En la mencionada Autobiografía , la escritora habló de ellos: "Siempre apunto mis deslumbrantes ideas en un simple cuaderno escolar. Hasta ahí todo marcha bien, pero siempre sucede algo que no cambia, y es que suelo perder ese cuaderno escolar". Ahí, frente a Curran, estaban los que no se habían perdido. Ahora comenzaba el verdadero trabajo: descifrarlos. Agatha Christie, además de tener una letra inescrutable, era naturalmente desordenada: en un mismo cuaderno, a una anotación del año 1945 le seguía otra de 1928. El cuaderno 35 contenía 220 páginas de notas, mientras que el 72 apenas cinco. Los cuadernos 11, 40 y 55 sólo guardaban fórmulas químicas, y el 71 ejercicios de cuando estudiaba francés. La idea de alguna nueva historia o la resolución de la que estaba escribiendo se mezclaba con el inventario de las cosas que llevaría a su casa de campo o la advertencia de llamar a alguien para concertar una cita. El cuaderno 68 contenía la lista de trenes de Stockport a Torquay; en el 73, sólo estaba anotado el nombre de su primer marido. Era preciso vestir las ropas de Hercules Poirot para desentrañarlos. John Curran las vistió y luego de cuatro años de trabajo pudo editar las 560 páginas de Los cuadernos secretos .
Gracias a ello, el lector descubre que en La venganza de Nofret se iban a desarrollar dos historias paralelas, una ambientada en el Antiguo Egipto y la otra en época actual; finalmente optaría por la que sucede en tiempos de los faraones. Aunque casi no había información acerca de tres de sus novelas emblemáticas, sabrá que en su versión original Diez negritos tuvo primero doce personajes, luego ocho y por último se editó con los diez que anuncia su título. También se descubre que El asesinato de Roger Ackroyd , la obra que ofrece una genuina vuelta de tuerca del género, fue una idea que le dio un tal lord Mountbatten, en carta fechada el 28 de marzo de 1924. Asesinato en el Orient Express está meramente citado en los cuadernos 39 y 72.
El trabajo de John Curran ha sido ejemplar. Superó el caos y pudo salir del laberinto para ofrecer un volumen que recorre la obra de Agatha Christie y brinda uno de los trabajos más brillantes que se han hecho en torno a la escritoria de misterio, con un valor agregado: dos cuentos inéditos -"La captura de Cerbero" y "El incidente de la pelota del perro"- en los que Hércules Poirot una vez más da prueba de su sagacidad e ingenio.
© LA NACION
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