Un diálogo de dos mundos a través de la crónica
Por qué esta casa me inoportuna y no me suelta?" Witold Gombrowicz, el gran escritor polaco que vivió 24 años en la Argentina, se hacía esta pregunta en relación con la casa de los Pueyrredón, blanca y secular, que se había vuelto para él algo íntimo, un dolor que le calaba el alma. ¿Qué tiene este pequeño museo de solo trece salas y menos de diez personas en su staff que genera tanta emoción en quienes lo visitan? El Pueyrredón es, a pesar de su tamaño, un museo inmenso. Su patrimonio arquitectónico es tan extraordinario como los hechos que allí ocurrieron y la gente que lo habitó. Gombrowicz comprendió la poesía que habita la casa y las historias que contiene.
En Viajeros en el tiempo, la muestra temporaria y la colección permanente conviven en las salas y tejen el relato del encuentro de dos mundos. Pintores viajeros que dan cuenta de un mundo exótico, maravilloso y feroz; retratistas de campaña, espías, naturalistas devenidos cronistas de guerra, generales que escriben cartas desde el frente de batalla; la aparición del campo autónomo del periodismo y el surgimiento de la fotografía. Este conjunto de imágenes y relatos son relevantes hoy porque nos permiten imaginar un mundo que ya no existe, pero subsiste en la raíz misma de lo que somos. Viajando en el tiempo llegamos al siglo XX y al inolvidable Ignacio Ezcurra, vecino de San Isidro, personaje global, cronista viajero que nos contaba de primera mano lo que ocurría del otro lado del mundo, un mundo para nosotros distante y a veces cruel.
Viajeros en el tiempo pretende ser un ejercicio de la imaginación. Recorrer la muestra con ojos de viaje significa desafiar las categorías de sentido común que nos inclinan a separar el arte de aquello que no lo es, y la literatura de la crónica y del pasquín. Las imágenes y los textos exhibidos mezclan sin pudor y casi sin conciencia el documento, la arenga, la pretensión de afirmación política y social, y la pericia técnica, la innovación estilística y la poesía. La urgencia y el ímpetu son el común denominador.
Este tono atraviesa de comienzo a fin una de las mejores obras que se han escrito en estas tierras: el Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento. El Museo Pueyrredón propone, por el tiempo que dura la muestra, una lectura virtual y colectiva a través de Twitter de este libro inclasificable, suma de ensayo sociológico, instrumento propositivo, libro de viaje y preciosa literatura. El museo se convierte así en un viajero del siglo XXI.
Subsecretaria general de Cultura de la municipalidad de San Isidro
Temas
Más leídas de Cultura
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
Perdido y encontrado. Después de siglos, revelan por primera vez al público un "capolavoro" de Caravaggio
Marta Minujín en Nueva York. Fiestas con Warhol, conejos muertos y un “banquete negro”