Un concurso de cuentos para escritoras mayores de 50 años abre el debate: ¿se silencian voces en el mundo literario?
El edadismo, tercera forma de discriminación en el mundo luego del racismo y el sexismo, afecta también a las escritoras; “A las que pasamos un límite de edad nos cuesta publicar”, dice Silvia Plager
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La creación literaria no tiene edad pero ¿los editores, agentes e incluso lectores las prefieren jóvenes? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el edadismo (discriminación por edad) es la tercera forma de discriminación más común en el mundo, antecedida por el racismo y el sexismo. Y las mujeres, a partir de los 50 años, lo padecen más que los hombres. ¿En el ámbito literario pasa lo mismo? La editorial Bocas Pintadas, creada por la psicoanalista y escritora Sonia Almada y la escritora y periodista mexicana Laura Santos en 2020, en plena pandemia, convoca a escritoras mayores de 50 años a participar en el concurso de cuento “No soy tu abuela” con un relato inédito de 4 a 6 páginas (arial 12 a doble espacio) que aborde la problemática de la violencia de género.
El jurado integrado por la narradora Claudia Macchi, la editora Fernanda Argüello y la periodista y editora Belén Marinone seleccionará diez cuentos con el objetivo de publicar la antología No soy tu abuela. Además, se realizará una presentación y se firmará contrato con cada autora elegida para el pago de las correspondientes regalías. Los trabajos se reciben en archivo de Word o PDF en la casilla de correo bocaspintadaseditorial@gmail.com hasta el 28 de febrero y los resultados se anunciarán el 15 de abril a través de la cuenta de Instagram @bocaspintadaseditorial. El objetivo del certamen consiste en “ponerle fin a la palabra silenciada”.
“Las mujeres escriben más pero publican menos y eso tiene que ver con la brecha de género que también afecta al mundo literario -afirma Sonia Almada en diálogo con LA NACION-. Históricamente han escrito como fantasmas, porque muchos editores no confiaban en su material por considerarlas intelectualmente inferiores. Esto se extiende a grandes masas de lectores que prefieren leer a escritores varones. Ejemplos como los de Emily Brönte y Louisa May Alcott que debieron cambiar sus nombres por masculinos y hasta J. K. Rowling con su saga de novelas de Harry Potter, que ocultó su nombre femenino por sus siglas y llegó a utilizar el nombre de Robert Galbraith en otra novela en 2013 hasta obtener reconocimiento, demuestran que el mundo literario es hostil y desigual con las mujeres”. Para Santos, la escasa presencia de las mujeres el mundo literario se comprueba también en los premios, “mayoritaria y escandalosamente ganados por varones”, como en el caso del Premio Nobel de Literatura.
Sin embargo, admite que hace décadas la presencia femenina en las letras “viene pisando un poco más fuerte”. “Pero las mujeres nacidas antes de 1972, en su gran mayoría, han debido escribir mientras trabajaban y criaban a sus hijos -dice-. Las que lograron publicar cuentan que debían escribir a altas horas de la madrugada o por la noche cuando todos dormían, en el hueco que dejaba el quehacer doméstico. Otro factor es el edadismo que, según la OMS, es la tercera causa de discriminación a nivel mundial. Por eso decidimos crear una posibilidad para tantas mujeres escritoras que no llegaron, cuando eran más jóvenes, a terminar una obra o nunca fueron publicadas y lograr como dice nuestro lema, poner fin a la palabra silenciada”.
La escritora Silvia Plager no duda en que hay discriminación por edad en el ámbito literario. “Vivimos en una sociedad que exige juventud y belleza, y hay mucho recelo en los temas que puede abordar una persona mayor -dice a LA NACION-. También se nota en las pocas invitaciones a congresos o encuentros literarios internacionales o en las provincias, que ocurre si no estás dentro de un colectivo u ‘ómnibus’ con una ideología dominante que tenga mayor apoyo que las autoras que somos más independientes. Salvo excepciones de best sellers de autoras de mayor edad, a las que pasamos un límite de edad nos cuesta publicar, porque hay muchos menos lectores y porque una franja de lectores se han acostumbrado a un tipo de literatura que se fue imponiendo y que se publica más. Ahora la gente sigue mucho la publicidad de los autores en las redes y tiene éxito el que sabe venderse”.
¿Pero el paso del tiempo no perfecciona el dominio del arte de la escritura? “Sí -responde Plager-, pero este es un mundo que tiene otros valores. Una temática que para algunos puede resultar clásica y menos irreverente suena a anticuada. Ahora todo es un poco ‘úselo y tírelo’ y pasatista. No sangro por la herida, estoy contenta con haber elegido escribir y la literatura porque es un modo de vida, de pensar y de entender; una manera de conectarse con el mundo”.
La escritora y editora del Grupo Planeta Mercedes Güiraldes reconoce que “en parte” hay discriminación por edad en el ámbito editorial. “Apostar por los escritores más jóvenes puede darle a una editorial un sentido de descubrimiento y de proyección en el tiempo -dice-. Sin embargo, en la práctica no se verifica tan nítidamente. Casos como los de Aurora Venturini, que empezó a ser conocida cuando ya tenía más de 80 años, sirven de contraejemplo. Edgardo Cozarinsky, por poner otro ejemplo, se hizo conocido muy en el panorama de la literatura argentina después de cumplidos los 60 años. Son dos maneras de leer diferentes, que conviven sin excluirse: la revelación que puede traer un autor o una autora noveles y cierta garantía de calidad que ofrecen autores mayores, con una trayectoria y un reconocimiento detrás. A veces, las categorías se cruzan. Muchas otras veces hay más innovación en autores mayores que en los jóvenes. La juventud no es garantía de riesgo ni de originalidad. En lo personal y profesional, como lectora y como editora, voy y vengo de los nuevos autores a los menos nuevos. Y de vez en cuando vuelvo a los clásicos, que por definición están por fuera de la tiranía del tiempo”.
“En general estoy satisfecha con mi relación con los escritores jóvenes -dice la escritora y editora del sello Cienvolando a LA NACION-. A partir de la pandemia me sentí relegada por una falta de habilidades tecnológicas y de marketing digital que los jovenes sí poseen para difundir sus propias obras y sus talleres; francamente, no podía permitirme contratar a una secretaria para que lo hiciera por mí. Este año tuve un episodio que me hizo sentir ‘desechable’ porque fui designada para una tarea y me rebotaron administrativamente por el hecho de ser jubilada, siendo que estoy en una edad productiva, lúcida y vital. Tenía toda la capacidad y estaba elegida para esa tarea y esa decisión me hizo sentir la discriminación por edad”. El episodio tuvo lugar en una institución del Estado (donde deben saber que una jubilación mínima obliga a procurarse otros ingresos para subsistir). “Me hizo sentir muy mal”, concluye Sifrim.
Para Belén Marinone, jurado del concurso “No soy tu abuela”, uno de los puntos que visibiliza el certamen es que las oportunidades para las mujeres mayores en los concursos literarios no son las mismas que para los jóvenes. “Este concurso es una gran oportunidad para escuchar esas voces que quedan excluidas por ser ‘grandes’, un impedimento arbitrario, sin que se tenga en cuenta la riqueza narrativa -sostiene-. En el ámbito literario el edadismo existe pero la situación es distinta: hay muchas escritoras importantes, con celebradas trayectorias y muchas escritoras que publican su primer libro después de los 50 años. Sin embargo, en el sector editorial, las mujeres, que son mayoría, enfrentan barreras cotidianas por este tema. Hay una idea de ‘caducidad’ en vez de la experiencia relacionada con la edad”.
¿Despunta en 2023 un movimiento antiedadista en el ambiente literario local? Nunca es tarde cuando la causa es justa.
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