Un clásico provocativo
Para leer a Rabelais
Susuna G. Artal (Directora)
El desfase entre la fama universal de François Rabelais (1494-1553) y lo tardío de su primera traducción al castellano (debida al librepensador español Eduardo Barriobero y Herrán) es sin duda un acicate para obras como Para leer a Rabelais. Miradas plurales sobre un texto singular , fruto de un equipo de profesores participantes en los seminarios de la doctora Susana Artal (Instituto de Filología, UBA), que ha dirigido la elaboración de estos trabajos y coordinado el libro. Se suman a este volumen los trabajos de los especialistas franceses Jean Céard, Guy Demerson y Françoise Charpentier (destacados eméritos de las universidades de París X, Clermont-Ferrand II y París VIII, respectivamente), que se ocupan de la relación del autor de Pantagruel con las novelas de caballerías y los paradigmas épicos y de su visión pedagógica, sumamente original y anticipatoria de los estudios freudianos.
En un esclarecedor artículo inicial, Artal señala las líneas fundamentales de la crítica rabelaisiana en el siglo XX (que enhebra nombres como el del pionero Abel Lefranc y los de Gilson, Lucien Febvre, Spitzer, Bajtín, entre otros), y analiza las tensiones entre los que enfatizan la necesidad de entender y explicar a Rabelais a partir de la historia y los que prefieren abordarlo sobre todo a partir de la creatividad lingüística y los juegos verbales. Contra algunas lecturas que considera injustificadas (las del estadounidense Richard Berrong), Artal reivindica los innovadores aportes de Mijáil Bajtín a la crítica de Rabelais. Otra importante contribución de la autora se consagra a la trayectoria de las traducciones del autor francés en América latina donde, concluye, transcurrieron casi exclusivamente "los primeros sesenta años de Rabelais en castellano, fenómeno vinculado con la censura del franquismo y la fuga de los intelectuales españoles que, como es bien sabido, en muchos casos se incorporaron a la actividad editorial en Hispanoamérica". Sin embargo, ello no implicó un avance significativo de los estudios rabelaisianos en la región. Toda una sección (la segunda) se dedica luego al análisis de estas traducciones y las dificultades y disparidades que presentan.
La tercera sección se ciñe a la "disputa por señas" entre los personajes Panurge y el clérigo inglés Thaumaste en su nexo con dos fuentes españolas: el Libro de Buen Amor , del Arcipreste de Hita, y el cuento "La disputa por señas" de Ibn Asim de Granada. La cuarta trabaja sobre las fuentes clásicas (Luciano de Samosata) del descenso a los infiernos y el viaje al interior de un cuerpo vivo en la obra del autor francés, y la quinta y última se consagra a Rabelais y la educación: uno de los aspectos más seductores en la obra del humanista francés, que no ha perdido actualidad ni poder de provocación.
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