Un chiste del que nadie se ríe
¿El Estado, con los impuestos de los argentinos, solventa una campaña que invita a leer menos?
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No hace falta haber leído a Oscar Wilde para caer rendido a su talento para el epigrama. El escritor irlandés era dueño de una punzada verbal tan notable que junto a sus obras literarias figura la edición en libro de sus aforismos. Uno de ellos fue adoptado por Truman Capote, una especie de Wilde del siglo XX, pero lo memorizan en el mundo del espectáculo, la política y las redes sociales: “Que hablen de uno es espantoso, pero hay algo peor: que no hablen”.
Ahora que lo pienso, debe ser también una máxima de las escuelas de publicidad. Desde hace por lo menos un mes han brotado en la vía pública porteña carteles que afirman cosas así: “Leer es perder tiempo”. Y también: “Leer aburre”. O “Leer confunde”. La campaña logró un enfurecimiento parejo y, en ese sentido, parece haber alcanzado su propósito, que se hable de ella (y se suba la mayor cantidad de imágenes a las redes sociales). Quizá, en un futuro no muy lejano, hasta sea estudiada como un caso de éxito.
Lo que resultaba evidente era que se trataba de una broma. De trazo grueso, es cierto, pero que mantuvo a muchos a la espera de una resolución. El detalle fue que no era un chiste, sino una campaña publicitaria para un medio de comunicación, la página web de noticias Corta. Lo supimos hace unos días a través de la difusión del eslogan final. La contradictio in terminis “Leé menos. Entendé más”.
Lo que los responsables creativos de la agencia no parecen haber tenido en cuenta es que para que un chiste funcione debe conocerse el contexto en que se lo enuncia. Porque si nadie se ríe, entonces estamos en problemas. Por ejemplo: las pruebas Aprender 2021 llevadas a cabo en la Argentina en diciembre del año pasado en un universo de 623 mil alumnos de sexto grado demostraron que en la asignatura Lengua solo dos de cada diez comprendieron los problemas planteados sin dificultad. Y que un 22,3 por ciento estuvo por debajo del nivel básico.
En Matemática, en 2018 el porcentaje de chicos que no alcanzó el nivel satisfactorio fue de 42,6. En 2021 esa cifra aumentó a 45,2. Los peores resultados los obtuvieron los estudiantes de los niveles socioeconómicos más bajos. Y según el INDEC, en 2022 la pobreza en la Argentina alcanza al 36,5 por ciento de la población. Es decir, a 10,6 millones de personas. No hay remate.
Ni siquiera se trata de un problema local. Días atrás The New York Times publicó los resultados de las pruebas de lectura y Matemática realizadas en escuelas de los Estados Unidos a 450 mil alumnos, y los resultados no fueron mejores: en cuarto grado el 66 por ciento de los alumnos mostró una comprensión básica y por debajo; en los alumnos de octavo grado, esa deficiencia trepó el 69 por ciento. Casi siete de cada diez chicos no entiende del todo lo que lee.
Si la supuesta broma llama la atención por su ubicuidad (los carteles están por todos lados), no resulta menos sorprendente su método de financiamiento. Porque al abrir la página de Corta, entre las noticias redactadas en apenas un párrafo, aparecen las publicidades de Agip y la Legislatura del Gobierno de la Ciudad, Argentina Presidencia, Municipalidad de Lanús y el gobierno de San Juan. Ni un solo anunciante privado. ¿El Estado, con los impuestos de todos los argentinos, solventa una campaña que invita a leer menos? ¿Qué podría ser peor? Solo faltaría que entre los accionistas de Corta hubiera un miembro del gabinete nacional, como para que el sketch termine de ser desopilante.
Una de mis hijas, que no cumplió aún diez años, decidió abuchear cada vez que pasa frente a uno de los anuncios, y en un homenaje involuntario a Banksy me invitó a intervenir los carteles con un marcador. Veo en Internet que no son pocos los que ya han comenzado a hacerlo. Para eso sirve saber leer, entre tantas otras cosas.
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