Truman Capote y Harper Lee, enemigos íntimos
Fueron amigos durante la infancia y más tarde ella colaboró en A sangre fría, pero él la traicionó
MADRID.- Pocos lugares tan pequeños han producido tanto talento literario. Dos de las mayores figuras de la literatura vivieron en Monroeville (Alabama), un pueblo de unos miles de habitantes fuera de cualquier vía de comunicación y lejos de cualquier gran ciudad. Ambos escritores, Truman Capote y Harper Lee, eran vecinos. La casa donde vivió Capote ya no existe: queda un muro que delimita el terreno. Donde se levantaba el hogar de Lee está ahora la heladería Mel’s Dairy Dream. En este espacio, unos metros cuadrados de la calle principal de Monroeville, los dos compartieron los juegos infantiles y los primeros escarceos literarios. Allí se forjaron dos carreras formidables: la de Capote, errática, genial, atormentada; la de Lee, escueta y plácida como la vida de provincias en el sur profundo.
Capote, autor de Desayuno en Tiffany’s (1958) y A sangre fría (1965), entre otras novelas y reportajes, pasaba temporadas en casa de unos parientes en Monroeville. Lee vivía con sus padres y sus hermanas. La autora se inspiró en su padre, A.C. Lee, para crear el personaje de Atticus Finch, el abogado que, en el sur segregado de los años treinta, defiende a un negro falsamente acusado de violar a una blanca en la novela Matar a un ruiseñor (1960).
Capote murió en 1984 a los 59 años. Nelle Harper Lee –su nombre completo– tiene 88 años y aguarda la publicación de Go Set a Watchman, una novela escrita antes de Matar a un ruiseñor, hasta hoy su única obra, que saldrá en julio. Firma sus libros como Harper, pero la llaman Nelle.
En Monroeville nació una amistad fraternal, pero también viciada por el resentimiento.¿Truman o Nelle? En Monroeville, ser de uno y otro es como ser de Sartre o de Camus, de los Beatles o los Rolling Stones.
"Me llamo Charles Baker Harris. Sé leer." Así se presenta, al toparse por primera vez con sus vecinos, uno de los tres personajes infantiles de Matar a un ruiseñor. Harper Lee se inspiró en Truman Capote para el personaje de Dill, el apodo de Charles Baker Harris, un niño a punto de cumplir los siete años y diminuto para su edad. "Soy pequeño pero soy mayor", añade Dill.
Matar a un ruiseñor es ficción, pero ofrece el retrato más preciso del niño Capote y de su relación con la niña Lee. "Me sentía desgraciada sin él", dice la narradora, Scout, inspirada en Harper Lee. "A principios del verano", escribe en otro momento, "me pidió que me casara con él, pero enseguida se olvidó". Dill es un niño imaginativo, "un Merlín de bolsillo".
"El vínculo que los unió", escribió Gerald Clarke, biógrafo de Capote, "era más fuerte que la amistad: era una angustia común. No tenían otros amigos verdaderos. Nelle era demasiado ruda para la mayoría de las chicas, y Truman demasiado suave para la mayoría de los chicos".
En la vida real, Truman y Nelle jugaban a ser novelistas. A.C. Lee les prestó una máquina de escribir, y se turnaban para utilizarla y contar una historia. La colaboración, real o imaginaria, nunca terminó. Ambos emigraron a Nueva York. Truman, embarcado a una precoz carrera, niño prodigio de la literatura de la posguerra mundial. Nelle, trabajando para una compañía aérea y preparando en secreto su obra maestra.
En el otoño de 1959, después de dos años de correcciones, reediciones y reescrituras, Harper Lee entregó el manuscrito de Matar a un ruiseñor a la editorial J.B. Lippincott. Unos días después, Capote leyó en The New York Times la noticia del asesinato de una familia de granjeros en Holcomb, un pueblo de Kansas. Llamó a su amiga de infancia y la invitó a acompañarlo al lugar de los hechos para preparar un reportaje para la revista The New Yorker. Truman creía que con un relato minucioso de un hecho real, elaborado con técnicas periodísticas, pero narrado con las herramientas de la ficción, escribiría la gran novela que le faltaba para pasar a la historia de la literatura.
En la Kansas de 1959, "una parte del país tan ajena a él como las estepas de Rusia", según escribe Clarke en su biografía. "Truman no encajaba, y nadie hablaba con él", dijo años después Harold Nye, uno de los detectives del caso. "Pero Nelle salió y estableció la relación con la gente. Se esforzó y logró los contactos con los locales, y pudo introducir a Truman", añadió Nye, citado por Charles Shields, biógrafo de Harper Lee.
Sin Nelle, Truman no habría roto la desconfianza de los habitantes de la zona. Sin ella, probablemente no habría accedido a la fuente decisiva para su relato, el agente Alvin Dewey. Nelle trabajó mano a mano con Truman en las entrevistas y en la investigación periodística. No es exagerado afirmar que sin Nelle Harper Lee, A sangre fría no habría existido. Nunca, desde los juegos infantiles en Monroeville, la colaboración había sido tan íntima. Nunca volvería a serlo.
En Mockingbird (Ruiseñor, la biografía no autorizada de Harper Lee), Shields describe la sorpresa de Nelle cuando en enero de 1966 abrió un ejemplar de la recién publicada A sangre fría. El único reconocimiento a todo su trabajo figuraba en la dedicatoria. Y era compartido: "Para Jack Dunphy [el compañero de Capote] y Harper Lee, con mi amor y gratitud". Nada más. "Que Truman no la hubiese apreciado era más que un despiste o un abandono. Era una traición", escribe Shields. Capote invitó a su vieja amiga a la fiesta legendaria que celebró en el Plaza de Nueva York el 28 de noviembre de 1966. Lee no asistió.
El problema no fue sólo que Capote no reconociese la contribución de Lee a A sangre fría. Los agravios se acumulaban. Matar a un ruiseñor fue un éxito. Hollywood rodó una versión cinematográfica con Gregory Peck en el papel de Atticus Finch. Lee ganó el Pulitzer, lo que según algunos biógrafos alimentó los celos de Capote, que nunca lo consiguió. Tampoco se esforzó demasiado por acallar los rumores según los cuales él había escrito la novela de Harper Lee. "Él no tuvo nada que ver [con Matar a un ruiseñor]", le dijo Alice Lee, la hermana mayor de Nelle, a la periodista Marja Mills, autora de The Mockingbird Next Door (El ruiseñor en la puerta vecina). "Jamás se ha dicho una mentira tan grande", añadió.
Una de las ironías de la historia es que A sangre fría, la novela de no ficción, en realidad tenía más de novela que de no ficción. Y Matar a un ruiseñor, una novela ficticia, contiene verdades –sobre la infancia, sobre el trauma del racismo, sobre la identidad de Estados Unidos– que más de medio siglo después perviven.
"Truman era un psicópata, cariño", le dijo una vez Nelle a una periodista. "Creía que las normas que se aplicaban a todo el mundo no se aplicaban a él."