True Detective o la encrucijada de la fama
El escritor detrás del éxito. Autor de una novela anterior, Galveston, encuadrada en el género neo-noir y publicada recientemente en español, Nic Pizzolatto es el creador único de la idea, el guión y la producción de "la serie de 2014" en la TV norteamericana. Aquí, un análisis de su obra narrativa, que echa luz sobre la próxima entrega
Con el fondo musical entre obsesivo y melancólico de T-Bone Burnett sobre imágenes ocres de angustia y decadencia industrial, van desfilando los títulos de True Detective. Más de un medio estadounidense la bautizó como "el caballo tapado" de 2014 en el agitado mundo de las series de televisión, que desde hace unos años contrasta con esa especie de lujoso elefante dormido que es Hollywood (y su cine). Con sólo ocho capítulos de una hora, logró el mayor impacto del año. En esos títulos iniciales, cerca del final vienen quienes controlan las áreas vitales, aparte de los actores. Un nombre se repite como creador de la idea, del guión de todos los capítulos y como uno de los productores ejecutivos: Nic Pizzolatto. Sólo el puesto del director es distinto: Cary Joji Fukunaga.
Un segundo paso original fue anunciar que la segunda temporada no sería una continuación: tanto los actores como el entorno geográfico (los bañados, las ciudades y pueblos desgastados de Luisiana) serían distintos. A quien se había fascinado con el relato, el anuncio lo sorprendió, sobre todo si se tiene en cuenta que el final consolida a una pareja de colegas y ya grandes amigos, que habían dejado de verse durante largos años. Sin embargo, eso facilitaba además volver a verla, o volver a hojear esa larguísima novela, ese relato único, con principio y final. Había un subtexto abundante de referencias fantásticas: El rey de amarillo, de Robert W. Chambers; la Carcosa inventada por Ambrose Bierce; un manifiesto pesimista sobre la raza humana de Thomas Ligotti, autor un tanto secreto pero fundamental del terror contemporáneo.
A lo largo de la serie se iba asentando un tono literario, no tanto por el estilo como por la estructura. Las mezclas de tiempo, las contradicciones entre lo que se decía en un interrogatorio entre detectives (dos negros y cada uno de los dos blancos protagonistas) y la verdad que mostraba la imagen, la creación de capas sucesivas de atmósfera, parecían hablar de un narrador más que de un guionista. El tour de force de Woody Harrelson (como el "normal" supuestamente familiero, lleno de recovecos) y Matthew McConaughey, como el depresivo crónico y filosófico, más las imágenes aéreas o las extensas charlas en la carretera fabricadas con la calidad del mejor cine policial por Fukunaga, fraguaban un producto final memorable.
Antes Pizzolatto había llamado la atención de las agencias de talentos para cine y televisión con su novela Galveston, que acaba de ser traducida al castellano (Salamandra, con buena tapa y buena traducción de Mauricio Bach Juncadella), gracias a la fama de la serie. Antes aún, se había criado en Luisiana, había leído sin parar (actividad que aparece a menudo en sus páginas a través de sus autores favoritos: Saint-Exupéry, Rilke, Hemingway), había absorbido el ambiente de esa zona cargada y había empezado, como suele ocurrir, por escribir cuentos. Dos de ellos, "Ghost-Birds" (Pájaros fantasmas) y "Between Here and the Yellow Sea" (Entre aquí y el mar Amarillo) fueron publicados en la revista The Atlantic en 2003 y 2004. Ambos tienen puntos de contacto con su trabajo en True Detective. En el primero, un sereno nocturno de un parque está impregnado en la filosofía oriental, las artes marciales y conceptos como wu, el vacío, el I Ching o el Triángulo Azul. Aparece una y otra vez la intuición para el dato atmosférico de Pizzolatto, ya en el principio: "Entonces la ciudad entra en otro mayo aletargado y reluciente. [?] las barcazas gimen bajando por el Mississippi. Algo irrumpió en la fábrica de Dowling Industrial, y los gases están haciendo nuestros crepúsculos color ciruela y naranja plutonio". Con algo de romanticismo posmoderno, el protagonista se relaciona con Erica en una serie de saltos literales al vacío y múltiples palabras orientales.
El otro relato es policial: desde un presente donde un entrenador veterano y uno de sus seguidores, un joven "marcado" (otro jugador le partió la mandíbula), van en busca de Amanda, la hija fugada del entrenador, ahora actriz porno. Se mezclan el pasado (donde el muchacho estaba enamorado de Amanda) y el presente. Aquí ya están nítidos los elementos: la ruta, la melancolía, la sociedad caída, las vidas arruinadas, la dificultad de entrar en contacto. Y el ojo para el paisaje anímico:
"Los coches tiran de nosotros y nosotros nos fusionamos, alzándonos más alto sobre la cuesta de cemento. Debajo hay playas de estacionamiento por todas partes, como si estuviéramos volando sobre una ciudad de playas de estacionamiento. [...] Algo está ardiendo: el olor es de algo estancado, pudriéndose."
El salto que Pizzolatto dio al escribir Galveston, la novela de 2010, fue enorme. Se encuadra dentro de un campo o subgénero que los clasificadores franceses suelen denominar en el cine "neo-noir": Barrio Chino, Lluvia negra, Carretera perdida, Terciopelo azul, Fargo. A veces se aplica a la novela policial, de tono contemporáneo, apartado de la "serie negra" clásica, con toques sobre crisis de identidad, romanticismo negro y una visión nihilista de las cosas. Hubo antecedentes de peso en libros famosos como El cartero llama dos veces, de James Cain, o redescubrimientos recientes, como Mi ángel tiene alas negras, de Elliott Chaze.
El protagonista de Galveston, Roy Cady, no puede ser más antiheroico. No sólo se dedica a matar o presionar gente para un mafioso: además está en las últimas. No es ningún "spoiler" revelarlo, porque figura en la contratapa, y en el primer párrafo de la novela: "Un médico me fotografió los pulmones. Estaban repletos de copos de nieve". Algo más le muerde el hígado: una mujer a la que amaba ahora es del mafioso.
La sensación de incomodidad, de anhelo, es constante. Aunque seguramente no lo leyó, podría firmar él mismo la cita de Faulkner que abre el libro: "¿Cuántas veces he estado a cubierto de la lluvia bajo techo ajeno, pensando en mi hogar?". Un encargo con trampa de su jefe termina con matanza generalizada y Cody huyendo con una muchacha llamada Raquel, a quien todos denominan Rocky yque se dedica a la prostitución. Ante ella Cody demuestra ser un hombre duro, de los de antes: "-Tranquilízate -le dice-. Para. Corta el rollo de muñequita sexy y las insinuaciones a medias. ¿De acuerdo?". Mientras avanzan en la carretera, reaparecen, ahondados, los paisajes desoladores: "Aquel mundo de hiedra, árboles escuálidos y aguas negruzcas parecía tener algún significado para ella, igual que para mí. [...] En ese clima todo busca la sombra y por eso una cualidad básica del sur profundo es que aquí todo está semioculto". Mientras crece un vínculo retorcido por diferencias de todo tipo, desde la edad hasta las desconfianzas mutuas, Cody comenta la acción reciente con referencias a su propia cultura:
"Mis pensamientos y acciones habían fluido como el mercurio. Como si la certidumbre de la muerte hubiera eliminado todo lo superfluo, me hubiera hecho más rápido, más puro, tal como les sucedía a los vaqueros y a los espadachines en las películas que adoraba [...] yo no necesitaba un plan, tan sólo mantenerme en movimiento. Como el asesino más puro, ya estaba muerto."
Cuando a la pareja despareja se le suma una niña que Rocky pasa a buscar con violencia (y cuya identidad real sólo se revela al final), queda establecido el trío básico. Donde la unidad de lugar y de personajes crea algo más parecido a la literatura a secas que al género es en un pequeño hotel de playa habitado por un hato de fracasados diversos y donde ocurren hechos graves (un suicidio, un asesinato). Cuando uno ya está inmerso en ese mundo, la palabra "Dos" establece un salto en el tiempo, manejado a la vez con intriga y maestría.
Un habitante repetido del "neo-noir", Dennis Lehane, en cuyos libros se basaron películas como La isla siniestra de Martin Scorsese y Río místico de Clint Eastwood, escribió una entusiasta reseña de Galveston. La tituló "Amor entre los arruinados", y la eligió como título destacado de la década entera. Los vínculos con puntos clave de True Detective son numerosos, incluido un denso erotismo masculino, centrado en una zona exacta del cuerpo femenino: "Al acostarse [Rocky] alzó el culo, pequeño, redondo y con una hendidura como la de un melocotón; el tipo de culo con el que fantasean todos los hombres blancos que conozco, incluido yo". La crítica del New York Times Emily Nussbaum escribió una filípica contra la superabundancia de esa zona en True Detective y su contenido para ella sexista.
En el caso de la novela, la visión de las cosas es apenas un poco menos negra que en la célebre serie. Con idas y vueltas, los sentimientos entre Cody y Rocky más que crecer circulan, rebotan, desaparecen o renacen. En el salto al futuro, un Cody mucho más viejo, encallado en el Finest Donuts, un local poblado por alcohólicos anónimos, elabora una teoría sobre la narración:
Nuestros testimonios nos permiten empaquetar los recuerdos, guardar años de degradación y culpa en esas manejables carpetas que podemos colocar en una estantería, sacarlas y echarles un vistazo con la tranquilidad de que ya se han convertido en historias del pasado.
Ese pasado es en realidad el presente que le interesa al lector. Por suerte regresa: siguen con el auto hacia Texas, hasta el hotel donde estarán un tiempo. La humedad y el calor son reemplazados por el salitre: "Se mete por todas partes, hace saltar la pintura, oxida los guardabarros, corroe las paredes". En una de esas gambetas basadas en momentos mínimos que forman parte de su estilo, Pizzolatto parece aplicar un recuerdo personal: "Me callé un momento y sostuve el cigarrillo en vertical, con el hilillo de humo ascendiendo. Parecía una de las torres de la refinería que se veían al otro lado del lago donde me crié".
El tono "neo-noir" recupera la velocidad de crucero: hay un asesinato primero, después una paliza tremenda y una matanza. Pero la originalidad de Pizzolatto reproduce la que exhibió en True Detective. Lejos de elegir el final negrísimo que parecía cantado, allí hizo que el pesimista crónico sobreviviera apenas y "viera más la luz", algo que puede resultar un poco "new age" para algunos, pero que a otros que han conocido casos semejantes de sobrevida en amigos o parientes no asombra tanto.
En la novela otro salto en el tiempo le permite recobrar una dosis mínima de esperanza, no demasiado forzada. Es posible que ese equilibrio de fuerzas haya sido lo que atrajo a Lehane, a las agencias de la televisión, al público lector o televidente. Ni corto ni perezoso, ya cargado de menciones o segundos premios por su excelente novela, Pizzolatto elaboró el plan maestro de la serie que fue el golazo de 2014.
Doble intriga
En la cultura estadounidense, tomada en su conjunto, el éxito rápido y contundente es mucho más peligroso que el fracaso relativo con recuperación póstuma. Actualmente el éxito en el cine se ha visto enturbiado por el avance sólido de las series producidas con velocidad y formatos renovados por algunas productoras (Netflix y sus series para bajar completas, Sony, HBO, las diversas BBC).
Nic Pizzolatto se acercó de callado, sin mucha alharaca, y dio en el blanco. Poco después se mudó a una localidad tranquila de California, donde suele atender a los periodistas que van a entrevistarlo. Es más bien bajo, compacto, concentrado. Ahora está ante la clásica encrucijada de la fama. Ya lo castigaron un poco por el tono sexista. En busca de la repercusión fácil, otra fuente lo acusó con bastante mala voluntad de plagiar la filosofía de Thomas Ligotti. Tampoco lo privaron de recibir "el tratamiento Juego de Tronos": como en el caso de George R. R. Martin, un titular se preguntaba si la serie podría continuar sin él por la excesiva demora, de modo bastante absurdo, porque las reglas del juego estaban claras. En esos casos la ansiedad de los fans se parece a la ansiedad del drogadicto,. También se habló de diferencias con el director de la primera, Cary Joji Fukunaga.
En la segunda habrá varios directores. Todo comenzará con un cadáver en la carretera, marcado con signos satanistas. Se desplegará en una zona poco conocida de California. Estarán seguro Colin Farrell y Vince Vaughn (el malo) y habrá mujeres de peso. Una de ellas será policía y la encarnará Rachel McAdams, si es que la masonería masculina le permite ejercer sus dotes, ya que además de emitir belleza es buena actriz. La intriga principal, sin embargo, es el propio Nic Pizzolatto. ¿Seguirá manteniendo su capacidad para el armado de tramas, estructuras y diálogos complejos?
¿Seguirá siendo un escritor, como lo es claramente en Galveston? En caso de que esos factores imponderables que hacen el fracaso o el éxito fallen, ¿podrá regresar al viejo oficio, superarse a sí mismo y ser un gran novelista de policiales, ya libre de presiones excesivas?