Treinta cartas de Hemingway escritas para Marlene Dietrich
También hay poemas y borradores de algunas novelas y cuentos cortos
BOSTON (The New York Times).- "Mi muy querida Marlene: Te escribo ésta en la mañana temprano, a la hora en que la gente humilde y los soldados y marineros suelen levantarse, para enviarte unas letras por si te sientes sola o algo así."
La carta iba dirigida a Marlene Dietrich y estaba escrita por Ernest Hemingway, una de las tantas que le escribió durante las décadas de su amistad, a veces redactadas en el estilo de alguien que considerase el inglés como su segunda lengua. Ahora, treinta de esas cartas han sido donadas a la Biblioteca y Museo John F. Kennedy, de Boston. Las cartas, nunca divulgadas, permanecerán selladas durante cuatro años, de conformidad con los deseos de los herederos de Marlene.
"No sabíamos que existiera esa colección", dijo Deborah Leff, directora de la Kennedy Library. Breves pasajes de las misivas, confiados al The New York Times, ofrecen una mirada íntima a la perseverante relación entre dos leyendas culturales del siglo XX que hasta ahora sólo se había conocido en detalles fugaces. Aunque las cartas son profundamente afectivas y tanto Dietrich como Hemingway eran sex symbols para su generación -el león literario él, ella la sirena de la pantalla- , sus descendientes sostienen que la relación era enteramente platónica.
Desde la muerte de Marlene en 1992, las cartas han sido de la propiedad de la hija de la actriz, Maria Riva, actualmente de 78 años. La señora Riva decidió hacerlas públicas junto con tres borradores de trabajos que Hemingway envió a Dietrich: "Across the River and Into the Trees", "The Good Lion" y "The Story of the Faithful Bull". La donación incluye manuscritos de dos poemas de Hemingway. Las cartas, escritas entre 1949 y 1959, se agregarán al frondoso archivo Hemingway de la biblioteca, destino de la mayor parte de los manuscritos y la correspondencia de ese autor donados por su esposa, Mary Hemingway.
"La lectura de esta correspondencia es asombrosa", dice James M. Roth, curador de la colección Hemingway en la biblioteca. "Es de un estilo audaz, dice las cosas como lo siente. Si quiere a alguien, lo manifiesta. No importa si era platónico o de índole carnal."
La donación incluye siete cartas escritas a mano, 18 a máquina, 4 telegramas y una tarjeta de Navidad. Hemingway escribía a la Dietrich, alemana de nacimiento, desde sus casas y durante sus viajes, poniéndola al correo desde sitios como Cuba, Idaho, París, Venecia y Kenya. Si esta relación esencialmente literaria parece a primera vista insólita para una actriz y un escritor, Riva la considera perfectamente lógica: Hemingway y Dietrich respondían a una necesidad del uno en el otro y ambos compartían una relación sincera. Los dos eran una verdadera leyenda en su esfera respectiva y tenían fama de rompecorazones.
En la biografía "Marlene Dietrich: por su hija", dice Maria Riva: "Para mi madre, Hemingway era el temerario corresponsal de guerra del impermeable con el cuello levantado; el cazador impertérrito con la escopeta amartillada delante de un rinoceronte que se le viene encima; el filósofo solitario de las manos sangrantes que aferran la línea de pescar...".
Y continúa: "Ella, cautivada por todas sus fantasías, lo adoraba y estaba convencida de que era su amiga preferida de toda la vida. El la adoraba por ser tan bella como inteligente".
"Quizá, comprensiblemente, muchos sospechaban a la sazón que los dos estuvieran románticamente comprometidos. Pero, según las familias Dietrich y Hemingway, eran sólo amigos que ocasionalmente se reunían incluso con sus cónyuges respectivos."
"La gente creía que eran amantes, pero no lo fueron", dice Peter Riva, de 53 años, nieto de Dietrich y agente literario. "Tenían la intimidad de experiencias y sentimientos compartidos sin las complicaciones de sexo. Se exteriorizaban en términos maravillosos y provocativos."
Al mismo tiempo, Mr. Roth, de la Kennedy Library, dice que un sentimiento de frustración por las limitaciones de la relación se trasluce en las cartas de Hemingway a Dietrich.
La correspondencia revela que Hemingway, que firmaba sus cartas a Marlene "Papá", pedía a Dietrich la opinión que le merecían sus trabajos. "Escribe con toda franqueza y naturalidad, como lo haría con su mejor amigo", dice Riva. "Sus escritos exhibían a veces rasgos de flirt y fantasías, pero sobre todo inscritos en el reino de la sinceridad interior."
Aunque Maria Riva hizo donación de todos los recuerdos de Dietrich al Museo Cinematográfico de Berlín, se quedó con el material de Hemingway considerando que pertenecía a los Estados Unidos.
Las letras fueron guardadas en el departamento de Dietrich en Manhattan, después fueron llevadas a Nueva Jersey, Inglaterra, Los Angeles y París hasta que fueron depositadas en un granero cerca del hogar de Riva en Nueva York.