Travesuras borgeanas
En 1969, Borges compiló el volumen El matrero , en el que incluyó, junto con trabajos de dieciocho autores cuya existencia es perfectamente comprobable, los tres pequeños textos reproducidos en esta página, firmados por escritores ignotos. Este ensayo busca demostrar que son obra del creador de Ficciones .
EN dos ocasiones publiqué en La Nación para liberar a Jorge Luis Borges del injusto lastre que suponía adjudicarle la autoría de dos trabajos muy ajenos a la índole de su escritura.
En el primer artículo, " La metamorfosis que Borges jamás tradujo" ( La Nación , 9 de marzo de 1997), demostré que los textos titulados en alemán Die Verwandlung , Ein Hungerkünstler y Erstes Leid , aparecidos con los títulos castellanos de "La metamorfosis", "Un artista del hambre", y "Un artista del trapecio", no habían sido traducidos por Borges, sino por un anónimo traductor español que los publicó en cuatro números (dos de 1925, uno de 1927 y uno de 1932) de la madrileña Revista de Occidente .
El segundo artículo, "La novela que Borges jamás escribió" ( La Nación , 17 de agosto de 1997), estableció que "en ninguna circunstancia real o imaginada, Borges -ni ebrio ni dormido, ni víctima de los efectos de atroces alucinógenos- podría escribir" la ridícula prosa de la novela policial El enigma de la calle Arcos , aparecida en 1933.
Lo que Borges sí hizo
En 1969, Borges compiló el volumen El matrero , cuyo prólogo termina con estas palabras: "Este libro antológico no es una apología del matrero ni una acusación del fiscal. Componerlo ha sido un placer; ojalá compartan ese placer quienes vuelvan sus páginas".
El índice registra los nombres de dieciocho autores cuya indiscutible existencia es verificable con fechas de nacimiento y de muerte: Paul Groussac, Eduardo Gutiérrez, José S. Alvarez, Domingo Faustino Sarmiento, Ventura R. Lynch, Alejandro Magariños Cervantes, Pedro Leandro Ipuche, Manuel Peyrou, Antonio D. Lussich, Lucio V. Mansilla, Lepoldo Lugones, José Hernández, Vicente Rossi, Laurentino C. Mejías, Martiniano Leguizamón, Jorge Luis Borges, Bernardo Canal Feijóo y Adolfo Bioy.
Pero, además de los trabajos de estos escritores, encontramos -ignorados por el índice- otros tres textos, en cuerpo menor, en las páginas 73, 147 y 160. A saber, respectivamente: 1) "Un hijo de Moreira", extraído de: Carlos Moritán, Memorias de un provinciano , Buenos Aires, 1932; "Otra versión del Fausto", extraído de: Fra Diavolo, "Vistazos críticos a los orígenes de nuestro teatro", Caras y Caretas , 1911; 3) "Las leyes del juego", extraído de:Isidoro Trejo, Rasgos y pinceladas , Dolores, 1899.
Los tres textos son excelentes: la prosa es ceñida, cuidada y sintética. No sobran ni faltan circunstancias. Un matiz de grácil socarronería los recorre del principio al fin. Las construcciones sintácticas y el vocabulario son inconfundibles...
Participan de la misma vena formal y temática de otras prosas breves, tales como "El cautivo", "El simulacro" ( El hacedor ), "Pedro Salvadores" ( Elogio de la sombra ), "La promesa" o "El estupor" ( El oro de los tigres ). Los tres textos -no me cabe la menor duda- fueron redactados por Borges. Si no los firmó, tal reticencia puede deberse a varias razones, siempre coherentes con su personalidad: pudo haberlos considerado textos menores, que no valía la pena atribuirse; pudo impulsarlo el afán de juego y de impostura, tantas veces presentes en su obra; pudo ser por la combinación de ambas causas, etcétera, etcétera.
No diré que fatigué (porque la expresión es borgeana, y antes, por lo menos, gongorina), pero sí que revisé con esmero los catálogos y muchos libros de más de una biblioteca: el resultado de estas tareas es que no han existido nunca autores llamados Carlos Moritán ni Isidoro Trejo que hayan escrito las obras que Borges les adjudica, ni ninguna otra. En cuanto al seudónimo Fra Diavolo, no es más que un afectuoso saludo a Evar Méndez, el que fue capitán de la aventura martinfierrista y tardío poeta del modernismo declinante (Fra Diavolo fue uno de los dieciocho seudónimos que en la revista Martín Fierro utilizó Evar Méndez).Por último, es innecesario puntualizar que la revista Caras y Caretas no registra ningún trabajo titulado "Vistazos críticos a los orígenes de nuestro teatro".
Indicios y huellas
Además de los indicios fácilmente advertibles en los giros, los tics, los guiños, el ritmo de la prosa (que, por obvios, sería innecesario señalar), hay otras huellas de la autoría de Borges en los tres textos:
a) "Un hijo de Moreira". El apellido Moritán es el de uno de los dos guapos de "El estupor" ( El oro de los tigres ). El título Memorias de un provinciano corresponde a un libro de Carlos Mastronardi, queridísimo amigo de Borges. Carlos Mastronardi y Carlos Moritán comparten el mismo nombre de pila y la misma inicial del apellido. Por otra parte, miembros de la familia Moritán Colman fueron amigos de Borges.
b) "Otra versión del Fausto". Este título, típicamente borgeano, tiene estrechos puntos de contacto con "Otra versión de Proteo" ( El oro de los tigres ) y con "La penúltima versión de la realidad" ( Discusión ). Sólo comparemos, para no fastidiar, el sujeto "trajeado con aseada pobreza" con aquel otro de "ajustado el decente traje negro" ("1891", El oro de los tigres ).
c) "Las leyes del juego". Obsérvese, en "[...] un forajido, que le decían el Tigre", el intencionado solecismo en la proposición subordinada, evocador de la lengua oral, que repite el de "Francisco Real, que le dicen el Corralero" ("Hombre de la esquina rosada", Historia universal de la infamia ). El Tigre "debía varias muertes", así como Rosendo Juárez "estaba debiendo dos muertes" ( ídem ). Y ese comisario, de valerosa cortesía, que sin armas va a detener al forajido "sin alzar la voz", ¿no es acaso de la misma estirpe de aquel Jacinto Chiclana, "capaz de no alzar la voz/ y de jugarse la vida"? Por otra parte, Isidoro es el tercer nombre de Borges y también es el nombre de su bisabuelo el coronel Isidoro Suárez. Además, algún Trejo y Sanabria se cuenta entre los antepasados de Borges. Por último, el libro apócrifo del apócrifo Isidoro Trejo "apareció en Dolores en 1899", el año de nacimiento de Borges.
En conclusión, estoy absolutamente seguro de que "Un hijo de Moreira", "Otra versión del Fausto" y "Las leyes del juego" pertenecen a Jorge Luis Borges; el escritor empleó el mismo procedimiento utilizado, por ejemplo, en "Museo" ( El hacedor ), que consiste en inventar textos y atribuirlos a fuentes ficticias. Con la única diferencia de que -por las razones que fueren- nunca incorporó estas tres piezas a un libro de su autoría.
Otra versión del Fausto
POR aquellos años, los Podestá recorrían la provincia de Buenos Aires, representando piezas gauchescas. En casi todos los pueblos, la primera función correspondía al Juan Moreira , pero, al llegar a San Nicolás, juzgaron de buen tono anunciar Hormiga Negra . Huelga recordar que el epónimo había sido en sus mocedades el matrero más famoso de los contornos.
La víspera de la función, un sujeto más bien bajo y entrado en años, trajeado con aseada pobreza, se presentó a la carpa. "Andan diciendo", dijo, "que uno de ustedes va a salir el domingo delante de toda la gente y va a decir que es Hormiga Negra. Les prevengo que no van a engañar a nadie, porque Hormiga Negra soy yo y todos me conocen".
Los hermanos Podestá lo atendieron con esa deferencia tan suya y trataron de hacerle comprender que la pieza en cuestión comportaba el homenaje más conceptuoso a su figura legendaria. Todo fue inútil, aunque mandaron pedir al hotel unas copas de ginebra. El hombre, firme en su decisión, hizo valer que nunca le habían faltado el respeto y que si alguno salía diciendo que era Hormiga Negra, él, viejo y todo, lo iba a atropellar.
¡Hubo que rendirse a la evidencia! El domingo a la hora anunciada, los Podestá representaban Juan Moreira ...
("Vistazos críticos a los orígenes de nuestro teatro" en Caras y caretas, 1911)
Las leyes del juego
NO recuerdo el nombre del comisario. Sé que le daban el nombre de Boina Colorada y que había servido en el 2 de infantería de línea. Llegó al pueblo hacia mil ochocientos setenta y tantos. Los vecinos le informaron que en una cueva, en las márgenes del Quequén, tenía su guardia un forajido, que le decían el Tigre. Debía varias muertes y el comisario anterior no se había animado nunca a prenderlo. Boina Colorada pensó que para cimentar su autoridad le convenía proceder en el acto. No dijo nada aquella noche, pero a la mañana siguiente ordenó a un vigilante que lo llevara hasta la guarida del Tigre. Este habitaba allí con su hembra. Ya cerca de la cueva, el comisario le dijo al vigilante que no se mostrara hasta que lo oyera silbar y le dio su revólver. Entró tranquilamente en la cueva. El Tigre, un gaucho de melena y de barba, le salió al encuentro con el facón. Sin alzar la voz, el comisario le dijo:
-Vengo a buscarlo. Dése preso.
El Tigre, que sin duda era valiente, hubiera peleado con la partida, pero aquel hombre solo y seguro lo desconcertó. el comisario silbó. Cuando apareció el vigilante, le dio esta orden:
-Desarme a este hombre y lléveselo a la comisaría.
El vigilante obedeció, temblando. Así lo tomaron al Tigre. Otra cosa hubiera ocurrido si el comisario se hubiera presentado con la partida o si hubiera entrado gritando.
(Rasgos y pinceladas, Dolores, 1899)
Un hijo de Moreira
POCO antes del Centenario, un muchachón, en una esquina del Rosario del Tala, tuvo una reyerta con otro y lo mató de una puñalada.
Interrogado por la policía, dijo que se llamaba Juan Moreira, como su padre, el de tantas mentas.
Tendría escasamente veinte años; la filiación dada por él era, a las claras, imposible, ya que Juan Moreira había muerto en 1874.
La madre, que era planchadora, persistió en confirmar la declaración. Dijo, que Juan Moreira era efectivamente su padre y que "se lo había hecho", cuando estuvo ahí con su circo.
Acaso el nombre de Moreira, influyó en el destino del muchacho.
(Memorias de un provinciano)