Tras los pasos de la memoria
QUINTETO DE BUENOS AIRES Por Manuel Vázquez Montalbán (Planeta)
QUIZA porque gravita con el peso de toda deuda insaldable (ahí están las elusivas contriciones de la Iglesia y las Fuerzas Armadas), la de la represión y los desaparecidos es una asignatura pendiente en nuestra ficción, a pesar de que varias novelas y cuentos se ocuparon del drama.
Recuerdo de la muerte, de Miguel Bonasso, constituye un hito a caballo de la ficción y lo testimonial, pero queda la impresión de que aún falta mucho en el ajuste de cuentas de la pura ficción con el horror. "La gran obra argentina -dijo Héctor Bianciotti en una entrevista de 1993- surgirá de un tema al que todavía no se le ha dado la importancia que merece [...], el eterno problema entre barbarie y civilización."
Por su condición de extranjero, el español Manuel Vázquez Montalbán contaba con ventajas y desventajas para abordarlo, y lo hizo con bastante éxito, desde el ángulo más arduo: la contaminación del presente por el pasado, la pervivencia del pasado en el espeso caldo del presente menemista y neoliberal del valetodo que, en la novela y en la realidad, amontona torturadores y torturados, hijos de desaparecidos usurpados por desaparecedores que les impostaron un pasado, empresarios criminales, algún ex progresista devenido ministro cocainómano y un ex guerrillero casado con la hija de un magnate.
Todo esto en clave policial, porque se trata de la vigésima primera novela de la serie de Pepe Carvalho, el amargo, el duro, el escéptico detective privado barcelonés, sibarita y quemador de libros ("la cultura es el disimulo del canibalismo"), ex marxista leninista "fracción gourmet", que come para recordar y bebe para olvidar. El único detective creíble que produjo el género en español.
Por encargo de un tío, Carvalho aterriza en un Buenos Aires, sinónimo de "tango, desaparecidos y Maradona", colmado de escépticos como él. Viene en busca de su primo Raúl Tourón, un científico argentino que logró huir a España y años después, eterno fugitivo, volvió a desaparecer rumbo a la Argentina, tras el paradero de la hija que la represión le arrebató de bebé. Muriel hoy tiene veinte años y está en poder de un padre apócrifo, el Capitán, que medraba en la ESMA y se hizo famoso en Malvinas.
Carvalho no está solo en su pesquisa por las sentinas del pasado nacional: a Raúl también lo buscan el Capitán y el recto comisario Pascuali, de la Federal. "Lo persigue media Argentina de antes y media Argentina de ahora." Procurando recuperar a Muriel, Raúl intentará salvarse en el sentido de "no morir antes de que te maten", como dice el detective al resumir la esencia del drama.
En manos inexpertas o demasiado ambiciosas, este material podía terminar en un bodrio. Pero estamos ante una novela de Pepe Carvalho: sin tregua, sin pozos (salvo un exceso de deslices tangueros acordes con el bandoneón de la tapa), con descripciones rápidas, irónicas, certeras, como disparos a boca de jarro. Un ritmo que Vázquez Montalbán no aplicó a algunas de sus novelas "serias", aunque la excelente factura literaria de sus Carvalhos impide hablar de jerarquías ya demolidas por el género negro norteamericano y Georges Simenon en sus novelas sin Maigret.
Carvalho comienza su recorrido con Alma, ex montonera, "mezcla de Marta Harnecker y Evita", que se presenta como cuñada de Raúl. "Muchos murieron y los supervivientes están muertos. Los supervivientes que seguimos creyendo en los mismos ideales estamos todavía más desaparecidos que los desaparecidos", grafica la bella Alma de ojos verdes. De su mano, Carvalho recorre los círculos del infierno y el purgatorio, conoce Villa Freud y al psiquiatra que en tiempos de idealismo militaba en la antipsiquiatría de Laing y concebía la locura como una metáfora, y ahora "se hace rico a costas de las metáforas".
"Alma y esa gente -explica el psiquiatra- desaparecieron hace veinte años, cuando se negaron a crecer [...]. Siempre ganan los que se niegan a desaparecer."
Desfilan sin empalagar el Tortoni, las Abuelas de Plaza de Mayo, Corrientes 348, Juan Gelman, los asados, un viejo rockero que cubre su calvicie frontal con un tupé pero no transa con el sistema. Están los guiños al lector: "Los alcaldes de izquierda que se llevan a su casa todo lo que encuentran por Buenos Aires [...] y únicamente nos dejan las manifestaciones de las Madres de Plaza de Mayo". Está "Girmenich", el patriarca montonero que cree en la Virgen María; Guelmes, terrorista de los 70 que, ya ministro, ilustra así el concepto de soberanía nacional: "Somos los dueños de nuestros torturadores y hemos decidido perdonarlos".
Dos factores contribuyen al ritmo: el hecho de que la obra se basa en el guión televisivo de una serie de Carvalho y los muchos momentos de farsa y grotesco al estilo del primer Jorge Asís, como la aparición de un falso hijo de Borges perseguido por una mafia de borgeanos fundamentalistas. De este modo se aceita el desfile incesante de personajes que no son lo que aparentan: impostores, seudos, ex de algo que alguna vez los identificó y ahora los lastra o los absuelve. En síntesis, una mirada sabia e impiadosa sobre la composición y descomposición de nuestra sociedad. (413 páginas).
Jorge Urien Berri
(c)
La Nacion
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