Tras las huellas de un robo audaz
Por ahora hay más suposiciones que certezas en torno del robo de los cuadros de Berni que, por la dimensión del artista, la cantidad de obras y la audacia de la maniobra, ha cobrado inusitado interés entre el gran público e involucrado a fuerzas de la Policía Federal en su rastreo.
El sábado pasado, cuando un grupo comando asestó este duro golpe al patrimonio cultural, y por partida doble al hijo del artista propietario de las obras y a la empresa transportadora de irreprochable trayectoria, El País , de Madrid, daba cuenta de la captura de una banda de ladrones de cuadros.
En forma conjunta, el FBI y las policías francesa y española detuvieron a Bernard Ternus, jefe del grupo de malvivientes cuando se disponía a comercializar el botín formado por obras de Monet, Sisley y Brueghel, robado en agosto de 2007 del Museo de Bellas Artes de Niza.
La operación fue desbaratada, los cuadros puestos a salvo y los responsables pueden pasar los próximos veinte años tras las rejas. Sólo en el cine Pierce Brosnan y el Satánico Doctor No , de la serie de James Bond, se salen con la suya, burlan a la policía y las alarmas para disfrutar en la intimidad de obras de museo.
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La mejor y más eficaz herramienta para seguir el rastro de un cuadro robado es la difusión y, en este terreno, Internet ha sido una gran aliada. Desde el sábado, la lista y las fotos de las obras están en la Web a la vista de todos, hecho que dificulta toda posibilidad de comercialización y abona la idea de una negociación con la aseguradora.
Tal como afirmaba anoche Aníbal Jozami, coleccionista de Berni y rector de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref), "no se trata precisamente de una banda de aficionados, sino de una operación bien aceitada, con desayuno y dinero para los transportistas incluido".
Sólo resta esperar que un paso en falso o el vasto operativo de búsqueda con fronteras cerradas que involucra a la Policía Federal, al Ministerio del Interior, a la Secretaría de Cultura, a las áreas de patrimonio y a Interpol desaliente a los ladrones, que algunas lineas de investigación señalaban ayer como piratas del asfalto.
Dos datos para recordar. En primer lugar, años atrás fueron robados del Museo Kröller Müller, de Holanda, unas pinturas de Van Gogh que desataron una pesquisa feroz. Tiempo después, los cuadros aparecieron en un auto abandonado cerca del puerto de Marsella.
En segundo lugar, existe y actúa con eficacia una empresa inglesa dedicada a recuperar obras robadas previo pago de una recompensa: se llama Art Lost Register y tiene buenos contactos con ex funcionarios argentinos del área de patrimonio y del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Fue esta firma justamente la llave maestra para recuperar los únicos tres cuadros que volvieron a la Argentina del gran robo de la colección Santamarina, en la Navidad de 1980 en Bellas Artes.
Como el hilo se corta por lo más fino, aunque habían pasado más de veinte años y una serie de peripecias novelescas, la pista llegó cuando alguien en la cadena de implicados quiso comercializar las pinturas en una galería de París.
La congoja de José Antonio Berni, hijo del genial artista rosarino y dueño de los cuadros, es comprensible: se trata de un conjunto de obras "fuertes, representativas y de calidad de museo", dijo el sábado en diálogo con este diario horas después del robo.
Tanto es así que hoy por la tarde, Berni y el doctor Guillermo Alonso, director del MNBA, tenían agendado un encuentro para hablar de un "proyecto Berni" para nuestro museo mayor.