Tragedia, estafas y humor
Nos vemos allá arriba, de Pierre Lemaitre, ganadora del último premio Goncourt, narra con toques picarescos las peripecias de dos amigos que sobreviven a la Primera Guerra Mundial
Nos vemos allá arriba , novela de Pierre Lemaitre (París, 1951), fue distinguida a fines de 2013 con el Premio Goncourt, el más famoso de los galardones con que se recompensa la mejor obra de imaginación en prosa en francés publicada en el último año. Este reconocimiento no colabora con los bolsillos del autor -¡apenas diez euros!- pero lo coloca en la selecta lista que, entre muchos otros, integran Marcel Proust, Simone de Beauvoir y Michel Houellebecq. El privilegio conlleva otro que compensa la magra suma: un valioso empujón publicitario que lo destaca en el mercado. En ese sentido, Nos vemos allá arriba capitalizó el respaldo de la prestigiosa Academia Goncourt y se transformó en un verdadero éxito editorial: más de 500.000 ejemplares vendidos en Francia. Para una novela cuya historia comienza durante el final de la Primera Guerra Mundial, su publicación y su reconocimiento resultan bastante oportunos, puesto que el 28 de junio de 2014 se cumplieron cien años del asesinato del archiduque de Austria Francisco Fernando, episodio con el que dio comienzo al largo conflicto bélico.
El respaldo que el público le ha dado a esta obra puede explicarse de un modo sencillo: es una buena historia. En los días previos al armisticio que pondría fin a la contienda, en noviembre de 1918, el teniente francés Henri d'Aulnay-Pradelle, un hombre a quien su voluntad de poder empuja por encima de toda restricción moral, decide realizar un último e innecesario ataque contra las tropas alemanas, a punto de capitular. Su secreta ambición es un ascenso y una distinción que lo dejen bien parado para la etapa que se aproxima. Como sus soldados no están nada convencidos del emprendimiento, Pradelle asesinará a dos de los de su propia tropa, haciéndole creer al resto que han sido víctimas de los alemanes. Ya en pleno ataque, el soldado Albert Maillard, un pusilánime con raptos de audacia, descubre el engaño y, por ello, resulta víctima de Pradelle, quien tiene la intención de eliminar al único testigo de su maniobra homicida. A punto de morir, Albert será socorrido por el soldado Édouard Péricourt; pero este acto de arrojo le costará caro: un trozo de metralla le cercena la mitad inferior de su rostro. Luego de escondérselo al lector durante algunas páginas, Lemaitre, que también es guionista y conoce las ventajas y desventajas de la imagen, aprovecha el medio literario para presentar al nuevo Édouard cuando él mismo se ve reflejado en el cristal de una ventana: "Debajo de la nariz, no hay más que vacío, se ve la garganta, el paladar y los dientes de arriba, y abajo, un magma de carne escarlata con algo al final, debe de ser la glotis, pero ya no hay lengua, y el esófago es un rojo y húmedo agujero".
Ésta será la tragedia original que mantendrá unidos a estos dos jóvenes. Albert, que ha quedado cargado de una paranoia que lo sigue a todas partes y lo pone a sudar ante cualquier circunstancia adversa, se siente en deuda con quien le ha salvado la vida. Édouard, luego de haber fracasado en su intento de suicidio, estará condenado a una monstruosa permanencia. Se niega a reencontrarse con su padre y dependerá de Albert para mantener el secreto de su supervivencia. Esa circunstancia prolonga la trama abierta por el crimen de Pradelle y transforma la primera parte de la novela en un atrapante thriller cuya línea argumental Lemaitre, lamentablemente, descuida.
Para Albert, la nueva vida de ex combatiente extrema sus orígenes humildes. Su vida en tiempos de paz habilita la perspectiva crítica de la novela contra un Estado que "era presa de un frenesí conmemorativo en honor de los muertos directamente proporcional a su aversión por los supervivientes". Esta amarga situación y la decisión de hacerse cargo de Édouard desplazan la novela hacia la picaresca y acentúan el humor de un narrador que, desde las primeras páginas, se pasea por la conciencia de sus personajes moviéndose con comodidad en el estilo indirecto libre, dirigiéndose al lector e intercalando sus opiniones con el tono de algunos de sus colegas del siglo XIX.
La relación entre los dos amigos depara también los momentos más conmovedores. Para Albert resulta difícil convivir con quien ya no quiere vivir. Édouard rehúsa todo contacto social: la mirada de los otros renueva su infierno. Sin embargo, una brillante idea para llevar a cabo una ingeniosa estafa reencenderá su antigua personalidad provocadora; su perdido rostro se multiplicará en mil máscaras. En paralelo, el ahora capitán Pradelle prospera a gran velocidad a partir de las oportunidades económicas que ofrece la posguerra. El negocio de relocalizar cadáveres le permitirá recuperar una parte de la derruida nobleza familiar y concentrar toda su ambición en la restauración de una vieja mansión que perteneció a sus antepasados.
El título de la novela recupera algunas de las últimas palabras de Jean Blanchard, un soldado francés fusilado por su propio ejército por un supuesto incumplimiento del deber; en ese sentido, recuerda la denuncia antibelicista de Senderos de gloria , la película de Stanley Kubrick. Pero en un orden más profundo, Nos vemos allá arriba es una novela sobre la identidad, que siempre estará puesta en crisis. En definitiva, éste es un campo en el que Lemaitre, escritor de novelas policiales, se mueve con destreza; minado esta vez por la industria criminal de la guerra, la singularizada víctima del género negro se multiplica hasta convertirse en una multitud homenajeada por los poderes políticos y económicos que sepultan su culpa bajo un monumento.
Nos vemos allá arriba
Pierre Lemaitre
Salamandra
Trad.: José Antonio Soriano Marco
443 páginas
$ 185
lanacionar