Tomó un vuelo de oferta y viajó a Japón con su bici plegable para fotografiar las tierras del sol naciente
Solo porque había ofertas de compañías aéreas, la fotógrafa, diseñadora, docente y ciclista Floral Zu decidió comprar un pasaje a Japón. En noviembre de 2018, con sus tres cámaras y la bicicleta plegable, inició un recorrido por las tierras del sol naciente, a las que solo se había acercado a través de películas de Akira Kurosawa, lecturas de Yukio Mishima y Yasunari Kawabata e imágenes de artistas como Hokusai, que pintó 36 vistas del monte Fuji. Apenas llegada, sintió que sus ojos se volvían más grandes, al pretender abarcar con la mirada un mundo nuevo. "Esta idea de conformar un proyecto en torno a Japón surgió del asombro que me causó visitar por primera vez en mi vida un país oriental -dice a LA NACION-. Muchas cosas se me tornaron enigmáticas, difíciles de decodificar para mi educación occidental y latina. A través de mi lente fotográfico fui intentando descifrar ese enigma, ponerlo en formas y colores, y tratar de aprehenderlo en lo que es mi lenguaje, el visual". En Japón desde mi bicicleta, segundo fotolibro de la artista porteña nacida en 1972, se despliega a todo color un universo fascinante que incluye escenas callejeras de Tokio, Kioto, Nara e Hiroshima, jardines, santuarios, animales sagrados (los ciervos sika, considerados mensajeros de los dioses y un tesoro nacional en Japón), alcantarillas, carteles, gatos de la buena fortuna en su hábitat, puentes, peatones, ciclistas y, claro, el monte Fuji.
Algunas de las imágenes de este libro portátil formaron parte de la exposición Nuevas miradas del Japón, presentada por la embajada de Japón en el Centro Cultural Borges un año después del viaje de Zu, en noviembre de 2019. "No intenté adentrarme en profundidad en una cultura tan vasta sino que quise plasmar mi vivencia: mi 'verla por primera vez', con todo el impacto que eso provocó en mis sentidos", revela.
Japón desde mi bicicleta es también un libro multimedia. En varias páginas, códigos QR permiten una experiencia inmersiva en los escenarios nipones. Los que no tengan el libro a mano pueden ver los videos en la sección "Japón" de la página web de la fotógrafa."De esa manera propongo al lector recrear mi viaje no solo por medio de las fotografías, sino también con algunos textos y a través de los sonidos; por eso, incluí muchos links a videos que conservan el sonido ambiente, para acercar un poco más de Japón a quien lee el libro". La interactividad está garantizada por este recurso. "Pude juntar dos dimensiones: la analógica y la virtual para hacer más real la vivencia de viaje que, en definitiva, todo libro propone; aquí quise llevar esa idea de viaje un paso más allá aún". Los lectores pueden ver y escuchar lo que sucedía detrás de la foto que están viendo en la hoja impresa (y estática), además de conocer el destino de las ruedas de la bicicleta plegable de la fotógrafa y experimentar con la viajera una sensación de "nostalgia feliz" (que en japonés se traduce como natsukashii).
Al ser un fotolibro de edición independiente y autogestionado, se lo puede conseguir en la página web mencionada. "Esta decisión me da libertad creativa, presupuestaria y de logística -cuenta-. Un modo de asegurarme que lo que intento decir a través de mis imágenes se correspondan con el formato y calidad con que fueron concebidas". Zu quiere que sus imágenes sean accesibles y que no queden reservadas a un público entendido en arte únicamente. "La modalidad de autogestión me asegura además hacerlo accesible en cuanto a los costos, para que pueda llegar a quien quiera disfrutarlo".
Un glosario acompaña la ronda visual que ofrecen las páginas. Usadas como epígrafes, palabras como "doraku" (el camino del confort), "gaman" (capacidad de seguir intentando algo a pesar de la adversidad), "ukiyo" (una suerte de carpe diem), "ikigai" (lo que sentido a la existencia), "komorebi" (rayos de luz que se filtran entre las hojas de los árboles) y "kaika" (florecimiento) abren nuevos sentidos a la imagen seleccionada.
Así como entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX se consagró la figura del paseante urbano callejero (bautizado como flâneur), tal vez en estos años haya que conceptualizar la del ciclista. El nuevo "diario de bicicleta" de Zu (el primero fue Bicicletas en foco, donde también unió sus dos pasiones: viajar y sacar fotos) profundiza en la manera de mirar que determina este modo de recorrer territorios urbanos, rurales y silvestres. "No solo describe el vehículo que utilicé para movilizarme por tierra nipona; lo más importante es que el andar en bicicleta me facilita otra mirada, que hace más notoria la comprensión de relaciones sociales, el vínculo con las normas de cada sociedad y las reglas que la rigen", indica. ¿La bicicleta ayuda a comprender mejor el entorno? "La bici tiene otros tiempos diferentes de los peatonales, es un andar más veloz, se produce un input de información en un tiempo más rápido y eso se transforma en un caudal creativo enorme. Hay una respuesta fisiológica diferente del cerebro y los circuitos neuronales al percibir al mundo desde una bici y esa, creo, es una de las grandes razones de que genere tanto bienestar y de que cada vez más personas elijan la bicicleta en grandes ciudades para descansar del estrés urbano".
Las maravillas de otra cultura y sus aspectos simples y cotidianos, la tradición y la vanguardia, la naturaleza y el artificio, lo sagrado y lo mundano habitan muchas veces una misma foto. En escenarios cromáticos de bosques otoñales, de templos resguardados por figuras de piedra y de ciudades vertiginosas posa la bicicleta plegable de la fotógrafa. "La bicicleta tiene un lugar central en mi obra artística -concluye Zu-. Es una reivindicación de ese objeto que nos acompaña desde la infancia pero que, también en la adultez, nos conecta fuertemente con la vida".
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