Tomás Saraceno: "Las consecuencias del cambio climático serán mucho peores que las del coronavirus"
Volver a mirar. Nuestro entorno y con quién vivimos, para relacionarnos de una forma más consciente y solidaria. Eso propone el artista tucumano Tomás Saraceno, radicado en Berlín, donde trabaja en su casa desde antes que lo recomendara el Estado alemán. Habituado a anticiparse a los problemas, habló con LA NACION sobre su preocupación por las medidas que están tomando frente al coronavirus presidentes como Donald Trump y Jair Bolsonaro. Y, sobre todo, por la falta de una estrategia global para enfrentar las consecuencias del cambio climático, que según él "van a ser mucho peores de lo que está pasando ahora".
Confiesa sentirse "orgulloso", en cambio, por las medidas preventivas adoptadas en la Argentina para frenar la expansión de la pandemia. Dos meses después de haber realizado en las salinas de Jujuy su proyecto más ambicioso, que hizo posible el primer vuelo humano sin combustibles fósiles y contó con el apoyo de la banda de k-pop BTS, prepara "Particular Matter(s)", una megamuestra que ocupará casi por completo el centro cultural The Shed, en Nueva York. Prevista para inaugurarse en mayo y reprogramada hasta nuevo aviso, incluirá obras creadas para un futuro sustentable.
Transmitir la comprensión del universo "como una red de interconexiones" es lo que busca este arquitecto egresado de la UBA al llenar los museos de telas de araña y elevar al cielo las "esculturas solares" de su proyecto Aeroceno. Tras impulsar trabajos interdisciplinarios con instituciones como el MIT y la NASA, y haber expuesto los resultados en la Bienal de Venecia, Art Basel, el Museo Metropolitano de Nueva York y el Palais de Tokyo, recomienda meditar para vencer al que considera el peor enemigo: el miedo.
–El año pasado, en otra entrevista con LA NACION, dijiste que hay crisis que producen mucho conocimiento. ¿Pensás que esta pandemia va a afectar nuestra conciencia y nuestra sensibilidad?
–Espero que sí. Aunque hay que tener mucho cuidado al decir "vamos". ¿De quiénes estamos hablando? La gente con la que estuve trabajando en Jujuy, los indígenas que viven a orillas del Salar de Uyuni, están muy bien sintonizados con la naturaleza y con los ritmos del planeta. Y tienen una conciencia ecológica que ojalá otros pudieran tener. Me preocupa mucho cuando veo que el miedo paraliza. La mala noticia siempre vende y se está transformando en una adicción que casi no deja respirar. Una carta que anda circulando por WhatsApp de pueblos originarios, dice que esto hay que pensarlo como un portal: podés caer por el agujero, pero también atravesarlo hacia un cambio. Hay que tener suficiente calma y conciencia, compasión con los más necesitados. Si entrás en estado de paranoia, las fronteras se van reforzando con una falta de solidaridad total.
–¿Creés que esta crisis agravará la desigualdad en el mundo?
–Creo que se está agravando. Los más ricos se van a volver más ricos. Ahora que todo se transforma en digital, seguro que las acciones de Amazon, Google y Facebook no se están yendo para abajo. Pero todo llega a un límite. Estoy orgulloso de la Argentina. Si ves la reacción de Brasil, de Estados Unidos, de un montón de otros países, no puedo dejar de pensar: "Qué bien que la Argentina está tratando de ayudar". De una forma dolorosa para todos, por supuesto, pero me parece que con solidaridad. Me apena que en Sudamérica o Europa no hayan podido crear un consorcio para fabricar respiradores, por ejemplo. Pensar que estamos en estado de guerra y que es uno contra el otro es una política que hereda un montón de intereses de algunos sobre otros.
–Siempre hablás sobre la importancia de pasar del paradigma de la competencia al de la cooperación. ¿Qué casos actuales rescatás de esa nueva forma de relacionarnos?
–El voluntariado. En el edificio donde vivo, estoy dispuesto a hacerle las compras a los que tienen más de 65. Conocí vecinos que nunca había visto. También leí que si cometiste el error de comprar demasiadas cosas en el supermercado y te diste cuenta de que hiciste mal, hay lugares donde podés ir a devolverlas. Hay un montón de acciones chiquitas, como quedarse en casa o quedarse tranquilo. Cuando uno está tranquilo puede ayudar a la gente que más le hace falta. Hay que acordarse de que la solidaridad empieza por cuidar a los más cercanos. Porque si siete millones de personas cuidan a una o dos más de su familia, entramos en una solidaridad planetaria que es la que necesitamos.
–¿O sea que para vos los cambios más importantes se están viendo en lo micro?
–Creo que sí. Una cosa que me tocó mucho fue que los fans de BTS ofrecieron hacer una donación a los pueblos originarios de Jujuy, que sufren la extracción del litio. La respuesta de las comunidades fue: ¿Por qué no cuidan a los compañeros que viven en la calle en Buenos Aires? Se pueden hacer cosas muy cerca de donde uno está, y desde ahí ir organizándose. Me parece que estaría buenísimo que los gobiernos también lo logren.
–Sos muy crítico de la contaminación que producen los aviones. ¿Te parece que esta pausa va a contribuir a que se regenere la atmósfera y a replantearnos nuestra incidencia sobre el planeta?
–Hay un montón de noticias que dicen que el cielo se está viendo azul como no se vio nunca, que volvieron los delfines a la costa de Torino… Está habiendo un retorno de algunas atmósferas. Espero que se pueda encontrar otro equilibrio. Uno se empieza a dar cuenta de que había un montón de reuniones y viajes que no eran necesarios.
–Volviendo al tema del portal: si logramos cruzarlo, ¿cómo imaginás que sería ese nuevo mundo?
–Hay que mirar de vuelta con quién vivimos. Hay un montón de gente que está muy asentada, muy consciente. Tienen otra temporalidad, otra forma de hablar y de pensar. Cuando te encontrás con esas personas, como nos encontramos en el norte de la Argentina, es hermoso. Decís: ¿Qué estamos buscando? Los estamos exterminando, atropellando.
–¿Te parece que más gente tomará conciencia ahora de que veníamos a un ritmo muy acelerado y de mucho énfasis en la productividad?
–Espero que parte de la sociedad pueda cambiar el ritmo de cómo venía pensando y haciendo las cosas. También, que meditemos y cambiemos el ritmo de leer las noticias. Hay que tener mucho cuidado con esa adicción.
–Es otra forma de consumo: pasamos del consumo material al consumo de información.
–Exacto. Relacionarse de otra forma. Está buenísimo que ahora tomás una copa con alguien por Zoom. Se está viendo cómo Internet puede transformarse en algo más social, en lugar de encerrarnos en nosotros mismos. Pero a las transiciones hay que ayudarlas.
–¿Esto podría redefinir los sentidos de pertenencia a determinada región o país? Porque creo que es la primera vez que algo afecta por igual a todo el mundo…
–El cambio climático está afectando a todo el mundo y de una forma mucho más violenta que este coronavirus. Que no nos estemos dando cuenta es otro problema. Pero las consecuencias van a ser mucho peores de lo que está pasando ahora. Hay una adicción a no poder ver las cosas a determinado tiempo, a no reaccionar si las cosas pasan con otro ritmo. Y a no pensar en las generaciones futuras. Cada cuatro años cambian los gobiernos y es muy difícil construir a largo plazo; los cambios climáticos del planeta necesitan otro sistema sociopolítico para poder enfrentarlos.
–¿Esto podría ser un preaviso de que necesitamos nuevos sistemas sociopolíticos para enfrentar problemas globales?
–Me cuestan las definiciones tan grandes. Desafortunadamente están yendo muchas de las noticias para el lado equivocado. ¿Pensar que esto es una guerra y utilizar el lenguaje de guerra? Pésimo. ¿Cerrar las fronteras de los países en vez de aumentar la solidaridad? Pésimo. Muchas de las cosas que asustan no están yendo por el buen camino. Esperemos poder redireccionarlas y llevarlas a que aumente la solidaridad, la generosidad, la reflexión sobre cómo y con quién vivimos, sobre el hecho de que no hay una sola forma de vida en este planeta. Esperemos que los presidentes necios caigan. Trump, Bolsonaro y unos cuantos más son producto de las fake news, y Google, Facebook y Twitter han hecho muchos negocios a costa de difundir noticias que son un desastre.
–¿Qué podés aportar como artista en un momento como este?
–El arte siempre puede mostrar otras perspectivas sobre las cosas. Uno vuelve a mirar un montón de obras desde otro ángulo. Estoy pensando en qué podemos hacer desde el estudio: tal vez podemos decorar mascarillas y con eso seguir manteniendo a la gente, y al mismo tiempo donar los extras o comprar mascarillas para el hospital. Hay un montón de cosas en las que venía trabajando, en el sentido de la ecología social, mental y ambiental. Capaz que recién ahora me presten atención, y podamos dejar el avión y pensar en sistemas alternativos. Ojalá que el problema se trasforme en una oportunidad de cambio.
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