Todos al sur
El homenaje a Verdi en la Fundación Proa, el nuevo espacio de Andreani y un fin de semana de talleres abiertos, son razones para pensar que la acción está en La Boca
Fue Rufino Tamayo el que marcó la huella por la que ha transitado con inusual éxito la Fundación Proa, desde la muestra inaugural con obras del mexicano de las sandías, en noviembre de 1996. Una programación abierta a los nuevos medios, de carácter internacional y absolutamente ecléctica, resultó un menú servido en bandeja para el público joven que tomó como hábito dar una vuelta por Proa .
Este fin de semana, La Boca, el barrio en el que ancló Proa y ha sido entrañable para los artistas, desde Quinquela hasta Macció, recibió un doble impulso: la apertura del espacio de Andreani, con una instalación de Alfredo Portillos, y el festival de los Estudios Abiertos, que organiza la Secretaría de Cultura de la Ciudad, comandada por el siempre activo Jorge Telerman.
Esta tercera edición del festival tiene como eje la calle Magallanes y sus alrededores. Más de 40 artistas que viven y trabajan en La Boca son anfitriones, por 48 horas, de todos aquellos que quieran descubrir y vivir en el entorno real de un creador del siglo XXI.
En la caminata sureña, una escala obligada será la Fundación Proa, que invita a visitar una de las más notables muestras de la temporada porteña. A propósito del centenario de Giuseppe Verdi, Adriana Rosenberg abrió el juego para que seis escenógrafos liberen energía, talento e imaginación tomando como musa inspiradora Un ballo in maschera, que fue la obra elegida por las múltiples posibilidades de abordaje.
Las instalaciones ponen en foco la práctica más frecuente del arte contemporáneo, que es el cruce constante de disciplinas, técnicas, lenguajes y recursos. Interroga también acerca de la condición del artista y del espectador al retomar con gran sentido de la oportunidad la dualidad que el curador suizo Harald Szeemann desplegó en la última Bienal de Venecia, cuando llamó a la 49a. edición Platea de la humanidad. Platea en el doble sentido de lugar de contemplación y escenario de exhibición.
En esta intersección, los escenógrafos convocados por Proa se mueven con naturalidad y acortan la distancia -a esta altura una delgada e imperceptible línea- que separa la instalación de la escenografía.
Emilio Basaldúa, Claudia Billorou, Mini Zucheri, Jorge Ferrari, Alberto Negrin, Horacio Pigozzi, y Jorge Sarudiansky, escenógrafos de reconocidos méritos, leen a Verdi y le rinden su homenaje con construcciones plásticas que prolongan el genio verdiano hacia territorios impensados.
La primera observación se vincula con la capacidad de los escenógrafos para materializar sus ideas. La factura de las propuestas es impecable y revela la solvencia de quienes están acostumbrados a resolver situaciones imposibles -como las que impone a menudo la ópera- y a manejar sus recursos, sin temor de pecar de efectistas. Vaya como antecedente la sabia intuición del banquero paulista Edemar Cid Ferreira, que confió al escenógrafo Emilio Kalil la dirección del montaje de los 14 módulos de la mega 500 años de Brasil.
Las ideas instaladas en Proa se despliegan como un repertorio ocurrente; desde el truco visual propuesto por Jorge Ferrari en su "pasión sumergida", hasta la gracia caprichosa con la que Mini Zucheri ha alineado una serie de zapatos que bailan en la pared. Las máscaras colgantes de Claudia Billardou remedan los estirones de la piel, cirugía mediante, y la puerta entreabierta al espacio ambientado por Emilio Basaldúa recrea con rigor estetizante la idea del espectador como un voyeur que espía la escena, querida o temida.
Acompaña la muestra un catálogo con prólogo de Adriana Rosenberg y entrevistas de Eva Grinstein, en las que los escenógrafos hablan de sí mismos y de su trabajo. O no hablan, como Jorge Sarudiansky, autor de la verde y minimalista instalación que ilustra este comentario. Textual: "Lo que hice para Proa ya está. Lo que está, está. No voy a decir nada".
Tendrás un altar
Convocado por la Fundación Andreani para la apertura de su nuevo espacio en La Boca, Alfredo Portillos realizó ayer, a partir de las 15, una "acción ceremonial", partiendo desde su casa, Magallanes 970, rumbo a la futura sede de la fundación en avenida Pedro de Mendoza al 1900, donde elevó una apacheta (altar ceremonial).
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