Todo es ficción y la ficción nos permite conocer la realidad
A pesar de que el jueves pasado se cumplieron 116 años desde su muerte (y unos 127 desde que dejó de pensar, ya que pasó sus últimos 11 años encerrado en un manicomio), Nietzsche nos sigue iluminando.
Desde que Nietzsche dejó de escribir, sucedieron dos guerras mundiales, aparecieron las vanguardias artísticas, la física se vio conmovida por la Teoría de la Relatividad y por la Mecánica Cuántica, el hombre caminó sobre la Luna, se inventaron la radio, la TV, la computación e Internet, la población del planeta pasó de 1.000 a 7.400 millones de habitantes y la expectativa de vida planetaria creció de 45 a 70 años, y aún las ideas de Friedrich Nietzsche siguen siendo las más avanzadas que posee nuestra cultura.
Como Nietzsche es el más grande de los filósofos modernos, se olvida que era poeta y que su formación académica fue literaria, no filosófica. Su amor por la literatura (en especial la grecorromana, a la que leía en griego y latín clásicos) es visible en todos sus escritos, comenzando por su primer libro publicado: El nacimiento de la tragedia.
Si bien en el comienzo de su carrera se relacionó con la elite cultural alemana, muy rápidamente Nietzsche se convirtió en un marginal. Sus ideas eran tan atrevidas que nadie del establishment las toleraba ni soportaba verse asociado a él.
No era para menos: su pensamiento desarma los 25 siglos anteriores de filosofía occidental. Desde Platón hasta Kant son criticados radicalmente por Nietzsche; aunque muchas de las ideas de los principales filósofos de la historia, que fueron consideradas secundarias en su momento, logran una nueva luz tras la lectura nietzscheana. Destruye, en primer lugar, la idea de verdad. La que asocia con la idea de bondad moral, que es la punta de lanza de los apasionados por la voluntad de poder, la de los que se escudan tras el lema "Yo Soy La Verdad". La moral, según Nietzsche, sólo es una forma de dominación.
Nietzsche pregunta: ¿qué es la verdad? Y responde: "Es un conjunto de metáforas, metonimias, antropomorfismos; en resumidas cuentas, la verdad es una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un uso prolongado, la sociedad considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que son ilusiones; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y que no son ahora ya consideradas como monedas, sino como mero metal".
Si la verdad (ya sea científica, religiosa, moral o política) es una mera metáfora e ilusión, todo lo que pensamos es ficción y no tenemos por qué aceptar a ningún dueño de la verdad. Las ideas de Nietzsche no sólo son poéticas, sino que nos liberan de someternos al poder (es decir, a la persona o al grupo que basa su "prestigio" -su poder- en la verdad y en la moral).
Sin ficción no hay conocimiento de la realidad, dice Nietzsche, porque la realidad es una ficción: el sueño primigenio de la especie. Mientras la verdad nos somete, la ficción nos libera.
El arte sana y salva.
El autor es crítico cultural
Twitter: @rayovirtual
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