The Beatles. Una biografía de historias olvidadas
Craig Brown habla de su irreverente libro sobre los Beatles y el efecto que causó la banda en su gente cercana
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Please Please Me (1963), el álbum debut de The Beatles, abre con la voz de Paul McCartney, que dice: “One, two, three, four”, y entonces arranca “I Saw Her Standing There”. El libro One Two Three Four. The Beatles in Time, de Craig Brown, comienza con esas mismas palabras. Pero lo que sigue no es una canción, sino la historia de la banda de Liverpool y de quienes orbitaron a su alrededor. Historias pequeñas, singulares u olvidadas, en 656 páginas, que publicó recientemente la editorial 4th Estate, cuando se cumplieron 50 años de la separación de la banda más influyente de todos los tiempos.
El volumen de Brown, periodista, redactor de la revista satírica Private Eye, columnista del Daily Mail y crítico principal de libros de The Mail on Sunday, acaba de ser galardonado con el premio Baillie Gifford, el más importante de Reino Unido para la literatura de no ficción. Según los jueces, se trata de “una celebración gozosa, irreverente, profunda” de los Fabulosos Cuatro, a la par que de una obra sobre “el éxito y el fracaso”. Y concluyen que, con su especie de collage, que mezcla hechos, anécdotas, cartas de fans, rankings, datos sacados de diarios personales, crónicas y entrevistas, y apuntes autobiográficos, el autor “reinventó el arte de la biografía”.
Narrado con un tono divertido, ingenioso, de a ratos sarcástico, propio de alguien que, en su país, es familiar por sus parodias de celebridades y políticos, One Two Three Four parte con la llegada de Brian Epstein y su asistente Alister Taylor a The Cavern, el 9 de noviembre de 1961. Brian halla ese subterráneo “tan oscuro como una tumba, frío, húmedo y maloliente. Desearía no haber venido”. Sin embargo, algo lo golpea por dentro: el espectáculo de esos chicos a la vez “terribles” y “fabulosos”. Y que cambiarán su vida y la de millones de personas en todo el mundo.
“Con mi libro quería mostrar el efecto de los Beatles, no solo en ellos mismos, sino que en otra gente, algunos famosos y otros menos conocidos. En el caso de Epstein, que es un personaje importante, el representante que los lanzó a la fama, si él no hubiera ido a The Cavern ese día, no habría tenido ni el éxito increíble ni el dinero que logró”, le dice Craig, vía Zoom, a LA NACION revista.
Para su texto, el escritor dedicó seis meses a leer una pila de tomos sobre los Beatles, entre otros, las biografías de Hunter Davies, Mark Lewisohn y Philip Norman, y también viajó a Hamburgo y Liverpool. “Como se habían escrito tantos libros sobre la banda, eso me dio libertad, en términos de que no tenía que hacer algo de la A a la Z, ni cargar con las responsabilidades de una biografía autorizada, entonces pude poner cosas peculiares que me interesaban. Fui muy selectivo”, subraya.
Entre otras cosas, Brown relata cómo Cliff Richard, el vocalista de The Shadows que le pisaba los pies en popularidad a Elvis, fue destronado, en 1963, “el año de los Beatles”. La sola mención del conjunto le descomponía, sobre todo, al año siguiente, cuando fueron sensación en los Estados Unidos, con temas como “I Want to Hold Your Hand” y “A Hard Day’s Night”, ya que era un mercado que a él le había sido esquivo. John, Paul, George y Ringo sonaban frescos, mientras que The Shadows estrenaban canciones que languidecían. Casi 30 años después, en una entrevista, Richard reconoció que había sentido celos.
Más triste resulta el destino de Pete Best, el primer baterista de los Beatles al que Epstein despidió cuando iba a realizarse la grabación de Please Please Me (y que hoy, luego de trabajar como funcionario público, tiene una banda tributo a los orígenes del grupo). “Te tengo malas noticias: los chicos y yo hemos decidido que no te quieren más en el grupo y Ringo va a reemplazarte”, le dijo Epstein. Best le preguntó por qué. “Ellos no piensan que seas un baterista lo suficientemente bueno. Y George Martin tampoco”. Entonces, Martin era productor de Parlophone, el sello de EMI para el que los Beatles habían audicionado.
Brown relata que, en Liverpool, visitó una propiedad de Best donde funcionaba el club Casbah, en los inicios de los Beatles con el nombre de The Quarry Men. Un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, justo antes de que Ringo Starr tomara el lugar de Pete en los platillos; “es un monumento a la pérdida, la tumba de un batero desconocido”. Ahí se exhiben fotos y merchandising pre-Ringo y hasta un pedido (descabellado) de adhesión: “En Liverpool hay una vía Paul McCartney y un paseo John Lennon. ¿Por qué no, una avenida Pete Best?”.
Otro baterista, Jimmie Nicol, reemplazó a Ringo por diez días, en una gira australiana. Starr tenía amigdalitis y los Beatles acordaron que Nicol los acompañara hasta Melbourne, donde Ringo tomaría las baquetas otra vez. En secreto, Nicol deseaba quedarse. Hasta ese momento, el músico, más cercano al jazz, había tenido una carrera con altibajos. Pero, en adelante, todo fue a peor (en los escenarios y en su vida privada), como si nunca hubiera podido recuperarse de haber sido un Beatle. “Lo loco es que ese evento, que tendría que haber sido una de las mejores cosas que le pasaron, termina siendo un desastre; el resto de su vida estuvo en las sombras”, comenta Brown.
Contra Yoko y los Stones
El primer recuerdo que Craig Brown (1957) asocia con los Beatles es una peluca con corte de hongo que recibió por Navidad, cuando tenía seis años. Entonces, en las radios sonaba “She Loves You”. “Como cuento en mi libro, estaba esto de que ellos decían ‘Yeah, yeah, yeah’, en vez de ‘Yes, yes, yes’. Era algo que los adultos comentaban. Sgt. Pepper’s (1967) lo compré. El vinilo traía las letras de las canciones en la contratapa: uno podía mirarlas mientras escuchaba el disco. Uno de mis hermanos mayores me decía: ‘Este es el mejor álbum que se ha hecho’, y esa, para mí, era una valoración objetiva, como decir: ‘el hombre más alto’ o ‘el río más largo’”.
Brown era fanático del grupo y aún lo es. “Quizá soy más que un fan”, dice quien lista entre sus canciones favoritas “Hey Jude”, “Here, There and Everywhere” y “Golden Slumbers”. “El libro anterior que escribí, Ma’am Darling (Señora querida, 2017) era sobre la princesa Margarita (1930-2002). Me harté de él, porque ella era un personaje limitado, mientras que los Beatles, los cuatro, son personajes muy interesantes, y tuvieron esta clase de viaje extraordinario: pasaron de ser pobres (salvo John, que era de clase media) y venir de abajo, a ser ricos y convertirse en la gente más famosa del mundo”, afirma. “Eso ya los hace fascinantes, pero también su música, que es tan variada. Te podés aburrir de una canción puntual, pero siempre hay más. El rango de su obra es más amplio que el de cualquier otro grupo”, agrega.
Uno de los episodios más sorprendentes de su libro está relacionado con la muerte de Julia Lennon, la madre de John. Eric Clague, el conductor que la arrolló, era un policía junior que conducía su auto la noche del 15 de julio de 1958. Julia, quien tenía 44 años y una cabellera rojiza, le dijo “adiós” a su hermana, la “tía Mimi”, para tomar un colectivo a su casa. Entonces llegó Nigel Walley, un amigo de John, y como éste no estaba, Julia le pidió que la escoltara. Ambos se despidieron y, cuando Julia cruzaba la avenida Menlove, se escuchó un chirrido tremendo, mientras un cuerpo volaba por los aires.
John dejó de hablarle a su amigo por cuatro meses. En cuanto a Clague, entonces estaba aprendiendo a conducir y no tendría que haber ido manejando solo. Según él, Julia apareció de repente y no le dio tiempo a frenar. La justicia no lo encontró culpable. Después se hizo cartero. La ironía es que debía repartir correspondencia en casa de los McCartney, cuando los Beatles estaban en la cima. Algo que le hacía pensar en John y su madre. En 1998, un reportero del Sunday Mirror encontró al hombre, que le dijo que la muerte de Julia lo había perseguido todos esos años. “Me sentí desesperadamente mal, pero fue un accidente”, zanjó Clague.
“Es una historia extraña, que no se había incluido en otro libro sobre los Beatles –puntualiza Brown–. Como lo de Nicol, que quizá se había mencionado, pero no en detalle. Creo que es muy interesante contar estas historias extrañas”.
En un capítulo, Brown compara a Yoko Ono con Shirley Temple. Ambas habrían crecido rodeadas por una tropa de sirvientes. Además, la segunda se habría hecho famosa por cantar cosas tan intrascendentes como “Tra-la-la-la”, mientras que la primera aún estaría buscando el significado de algo como una “nube”, palabra que, según Brown, Ono ha repetido en sus diferentes producciones. A John le dijo: “Soy una nube, buscame en el cielo”. A sus seguidores de Twitter, les plantea: “Cuando miro a las nubes, veo la belleza y la trascenciencia [sic]. ¿Qué ven ustedes?”
La verdad es que Ono sale muy mal parada. ¿Craig no teme que lo demande? “Lo estuvimos viendo con los abogados y me recomendaban que quitara ese capítulo, porque yo pienso que ella no es original, sino que siempre ha estado tomando cosas de otros. La gente dice que es una gran artista experimental. Pero he revisado su material y, básicamente, lo que hace es copiar”.
A Brown le resulta sospechoso que “si uno ve cualquier documental u otros proyectos vinculados con John, a menudo ella es la productora ejecutiva. Esto ocurre porque Yoko toma el control. Siento que ella ha construido su propia reputación sobre los Beatles”. También dice que Yoko tenía a John en la mira, cuando lo conoció, en Londres, en 1966, en la galería Indica, aunque la japonesa ha sostenido que los Beatles no le sonaban de nada. “Hay gente que ha reportado esto. Uno no puede saber la verdad de todo, pero yo les creo a quienes se han referido al tema”.
En sus páginas, Brown aborda igualmente una rivalidad por parte de Mick Jagger. De hecho, cita a Lennon, que decía que el líder de los Rolling Stones estaba siempre “al acecho”. Una muestra: tras escuchar que una de las nuevas canciones de los Beatles se titularía “Let It Be”, los Stones habrían decidido llamar Let It Bleed a su siguiente álbum. “Creo que Mick siempre estaba tratando de alcanzar a los Beatles y, obviamente, ellos estaban haciendo cosas más experimentales, diferentes. We Love You salió seis meses después de All You Need Is Love. Uno puede ver una especie de copia, desde un lado”.
Según Brown, los Stones tenían razones de sobra para estarles agradecidos a los Beatles. Aparte del éxito de “I Wanna Be Your Man”, un tema beatle que popularizaron los Stones, “George Harrison le dijo a la discográfica que fueran a verlos, cuando ellos tocaban en un bar, en Londres. Sin eso, no habrán conseguido su primer contrato de grabación”. Había una amistad. “Ahora, Marianne Faithful, la novia de Jagger en aquel tiempo, dejó claro cómo eran las cosas: “Paul y Mick se veían, pero era Jagger quien siempre iba a ver a McCartney y no al revés”.
Los Rolling Stones llevan 58 años en los escenarios, con un repertorio en vivo que se repite. “De alguna forma, eso es lo bueno de que los Beatles se hayan terminado, porque los Rolling Stones solo se copian a sí mismos: son una banda tributo de los Stones. Sus recitales son muy buenos, pero sus mejores canciones son previas a 1975. ‘Satisfaction’, que la rompe, es de 1965”.
Hace poco, en entrevista con Howard Stern, McCartney dijo que concordaba con él, en que los Beatles eran mejores que los Stones. Jagger replicó: “Esta es la diferencia verdadera entre las dos bandas: una es increíblemente afortunada de tocar en los estadios todavía, y la otra ya no existe”. ¿En serio? “Ja,ja, ja, dan ganas de decirle: ¡Superalo! Los Rolling Stones son la segunda mejor banda y punto”.
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