Tesoros y curiosidades del Archivo General de la Nación, que celebra sus 200 años con casa nueva
En documentos, fotos, registros de grandes migraciones y estadísticas preserva la memoria del país desde antes de que fuera la Argentina; una gran caja de sorpresas, con verdaderas joyas
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Cumple 200 años, tiene edificio nuevo y lanzó una carrera de formación profesional que empieza a dictarse en agosto de manera virtual y que en los primeros días de inscripción recibió miles de consultas. El Archivo General de la Nación preserva la memoria institucional de la Argentina desde antes de que se constituyera como país. Pero, además, tiene como función primordial permitir el acceso público a millones de documentos, publicaciones, fotografías, material sonoro y audiovisual, que solo se conserva en ese valioso acervo histórico. De las estadísticas internas surge que hay tres grandes universos documentales que concentran la mayoría de las búsquedas. Los resultados son sorprendentes.
A los que creían que los usuarios recurrentes del AGN son exploradores arqueológicos al estilo de Indiana Jones o ratones de biblioteca en busca de papeles perdidos les falta una parte amplia del panorama: en sus fondos y colecciones se pueden rastrear escrituras originales de propiedades antiguas y datos de las grandes migraciones, desde las del continente europeo en época de las guerras mundiales hasta las más recientes provenientes de países latinoamericanos. También se puede reconstruir la historia de la fotografía social en la Argentina y los cambios que trajo cada nueva tecnología. Estas son solo algunas de las curiosidades que esconde el archivo más importante del país, que empezará a dar cátedra en el segundo cuatrimestre del año sobre criterios y normas específicas del campo archivístico así como claves para la digitalización y la conservación adecuada de los materiales.
“Los archivistas solemos decir que los archivos son el reservorio de la historia. Y la historia puede ayudar a iluminar el presente y el porvenir y a explicar algunos de los problemas actuales. El componente clave de los archivos es la memoria y también, el acceso libre a la información pública”, explica a LA NACION Pablo Fontdevila, director general del AGN.
En el año del Bicentenario, la institución (que continuará hasta fin de año la mudanza desde la vieja sede del bajo porteño al nuevo edificio de Parque Patricios, en el terreno donde estuvo durante décadas la cárcel de Caseros) estrenó una plataforma digital que permite visualizar el acervo audiovisual integrado por más de 12 mil piezas documentales de cine, audio y video. Mientras el material en papel todavía está en proceso de digitalización, se habilitaron las consultas remotas, indispensables en tiempos de pandemia.
“Buena parte de la digitalización del archivo audiovisual se concretó entre 2010 y 2015. Lo que se hizo este año es la puesta en disponibilidad a través de la web. No había solo películas en acetato sino también microfilmaciones, que requirieron de un equipo específico que tiene la TV Pública. Entre lo que ya está disponible se destacan las películas de Leonardo Favio y los noticieros cinematográficos, como Radio Noticias Argentinas y Sucesos Argentinos, que precedieron a los de la televisión y condensaban la información videográfica de la época. También hay mucho material de los orígenes del cine”, detalla Fontdevila.
Una de las joyas de enorme valor histórico es un video de 1901 en el que se ve al ex presidente Bartolomé Mitre caminando con un grupo de hombres de traje, moño y galera. Es la película más antigua que conserva el AGN. “Gracias al estupendo milagro de la pantalla, vemos animarse proyectándose desde el mundo de las sombras la figura ilustre de uno de los grandes argentinos: el general MITRE”. Así, con mayúsculas, se presenta a Mitre y su visita al Museo Histórico Nacional el 15 de noviembre de 1901. Según Fontdevila, otro tesoro fílmico es el registro de la despedida popular a Hipólito Yrigoyen el 3 de julio de 1933, donde se ve a una multitud desperdigada por Avenida de Mayo.
"Hay cédulas con las decisiones que tomaba el virrey durante su mandato. Vistas desde hoy, algunas resultan muy divertidas."
Pablo Fontdevila, director general del AGN
La constelación de archivos que guarda la institución reúne documentos públicos, como decretos presidenciales (hace tres años que se generan en formato digital), promulgación de leyes y toda clase de resoluciones y, también, fondos privados. “Cuando se privatizaron las empresas públicas en la década de 1990, los nuevos propietarios entregaron al Ministerio de Economía los archivos de gestión y ese material todavía está en tránsito hacia el AGN. También, hay archivos privados, fruto de muchos años de trabajo, que nos donaron con el fin de que estén disponibles para todo público. Entre el material que sorprende que esté en el AGN figura el archivo del programa de televisión Tiempo Nuevo, donado por la familia del periodista Bernardo Neustadt”, detalla el director.
De los fondos privados se destaca también el de la casa de fotografías inglesa Witcomb, “de las primeras que hubo en el país a comienzos del siglo XX”, como explica el funcionario. Los herederos donaron todo el acervo al AGN. “Tenemos mil de fotografías que se sacaron con distintos procedimientos tecnológicos a lo largo de la vida de Witcomb. También, series de distintos fotógrafos, algunos que fueron famosos como el portugués Christiano Junior, que trabajaba para Witcomb y sacaba fotos sociales y familiares. Algunos hacían fotos artísticas y sacaban paisajes rurales y urbanos. Ese material ya se puede consultar online”, informa y agrega que también cuentan con la colección completa de Caras y Caretas, “el primer medio gráfico de la Argentina”. “Reúne alrededor de 13 mil fotografías: están los rostros de los grandes personajes de distintos ambientes de la cultura, la política, el deporte, el espectáculo y la vida social de la Argentina. El consorcio digital Wikimedia quiere publicarlas y estamos discutiendo bajo qué condiciones. Tenemos fotografías capturadas en vidrio que, creo, son anteriores al daguerrotipo. Entonces, en el acervo del archivo, también aparecen las distintas tecnologías a lo largo de la historia”.
Si hablamos de historia, en el AGN hay documentos de la época colonial e, incluso, anteriores. “Hay cédulas con las decisiones que tomaba el virrey durante su mandato. Vistas desde hoy, algunas resultan muy divertidas: una, por ejemplo, prohíbe llevar a una mujer en el anca del caballo. A través del contenido de los documentos se pueden trazar las miradas de cada época sobre determinados asuntos sociales”, comenta Fontdevila.
En busca de la escritura perdida
Una costumbre antigua que resulta un problema en la actualidad es la falta de escrituras de ciertas tierras o propiedades que se fueron cediendo de generación en generación sin papeles formales. Como el AGN tiene un enorme acervo de escrituras de todo el país, que datan de hace más de cien años, son muchos los particulares y las familias que recurren al archivo para buscar antecedentes de dominio. También es muy requerido el fondo relacionado con la justicia, como oficios judiciales relativos a temas de propiedad y de derechos humanos.
Las corrientes migratorias hacia la Argentina en distintas épocas generan consultas muy frecuentes. “Una de las primeras sorpresas que tuve cuando asumí el cargo fue una entrevista que me pidió el director general del archivo nacional de Ucrania. Hay un período, entre la Primera y la Segunda guerra mundial, cuando muchos escapaban de la situación crítica de Europa y hubo una corriente migratoria ucraniana a la Argentina. El funcionario me explicaba que recibe muchas consultas de ciudadanos de su país que están rastreando qué paso con esos familiares que cruzaron el Atlántico. El pasado no nos abandona fácilmente, nos convoca todo el tiempo”, asegura Fontdevila.
200 años de historia y una carrera
Entre las acciones para celebrar los 200 años del organismo (que primero perteneció a la provincia de Buenos Aires hasta que se nombró capital federal a la ciudad de Buenos Aires y pasó a depender del estado nacional) se encuentra también el lanzamiento de la Diplomatura en Archivística y y Gestión Documental, en conjunto con la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF). “Hace unos meses, cuando firmamos el convenio entre el Ministerio del Interior y la Untref y se lanzó la carrera, empezamos a recibir consultas: en los primeros quince días llegaron más de mil correos electrónicos con preguntas sobre la diplomatura. Me dio la sensación de que hay una avidez, una necesidad, de una cantidad interesante de personas que tienen algo que ver con la actividad archivística de todo el país”, dice Fontdevila.
De cursada a distancia a través de la plataforma de UNTREF Virtual (las clases empiezan el 4 de agosto), el programa comprende siete módulos que se desarrollan a lo largo de dos cuatrimestres. Es una carrera arancelada y tiene como objetivo brindar nuevas herramientas y conocimientos a quienes trabajan en el área de archivos desde una mirada multidisciplinaria y con foco en la digitalización. Como explica su coordinadora, Paula Hrycyk, la propuesta viene a cubrir una necesidad poca atendida, ya que prácticamente no existen carreras en este campo en el país. “Es un proyecto de carácter federal. Eso fue lo que generó una explosión de inscripciones porque abrió el juego para mucha gente del interior del país. Como la demanda es alta, abriremos una cohorte por cuatrimestre”, dijo Hrycyk a LA NACION.
En general, los interesados en cursar esta diplomatura (que no requiere título de grado previo) trabajan en el campo de la archivística. También hay investigadores e historiadores, que se han encontrado con grandes archivos para trabajar y necesitan formación y técnicas. Pero, aclara la docente, el perfil principal lo conforma gente que trabaja en archivos de la administración pública nacional, que tiene oficio pero no tiene formación profesional.
Historiadora del Arte, Hrycyk es también Secretaria académica del Instituto de Investigación en Arte y Cultura (IIAC) y coordinadora de Educación de Muntref. Entre otros proyectos que tiene a cargo hay uno vinculado con archivos personales de personajes del mundo de la cultura (artistas, fotógrafos, escritores), que fueron donados a la universidad por herederos y familiares. “Tenemos también un programa de archivos en comodato, por el que nos comprometemos a digitar el material para ponerlo luego a disposición de cualquier ciudadano. Y asesoramos a instituciones y particulares sobre los procesos necesarios para tratar cada archivo”, comentó. Un ejemplo de un trabajo reciente es el que lleva adelante UNTREF con el hospital de niños Garrahan, que pidió asistencia para digitalizar historias clínicas antiguas y procesos para guardar todos los documentos que se producen en la actualidad.
La celebración por el Bicentenario se extiende durante todo el año. El 28 agosto tendrá lugar el acto oficial, con el presidente y autoridades del gobierno. El lugar y la modalidad dependerá del contexto sanitario, pero el director del AGN espera poder organizarlo en el edificio nuevo. Mientras tanto, en el sitio web ya se puede acceder al ciclo Inspiraciones, con testimonios de figuras de la cultura nacional que cuentan qué les inspira una imagen, un video o un documento en papel del archivo. Hay, por ejemplo, imágenes de una huelga en un inquilinato de Buenos Aires en 1911. Se ve a un grupo de mujeres con escobas en las manos que enfrenta a la policía que las quiere desalojar. “Es una imagen muy significativa”, cierra Fontedevila.
Una anécdota relatada por Hrycyk sirve de gran ejemplo para fundamentar la importancia de los archivos oficiales y privados. Ante la pregunta de LA NACION sobre cómo saber qué conviene guardar como memoria del presente para los ciudadanos del futuro y qué no (porque nunca hay espacio suficiente, tan físico como digital) recurre a algo que le sucedió a la investigadora Diana Wechsler, directora del IIAC, del Departamento de Arte y Cultura de UNTREF y directora artística de Muntref. “Hace unos años, cuando Diana estaba estudiando el fondo documental de Spilimbergo, que le prestaba la familia del artista, un día encontró un boleto de colectivo de una línea que iba a Tigre con una especie de fórmula escrita del otro lado. Ella lo guardó en un sobre especial porque le llamó la atención. Años más tarde, cuando le tocó participar de la restauración de Ejercicio plástico, mural de Siqueiros en colaboración con otros artistas, como Spilimbergo, Wechsler se acordó de esa inscripción, buscó el boleto y descubrió que esos números anotados eran la composición de uno de los colores de la obra. Gracias al boleto se pudo restaurar con el mismo tono que habían usado entonces. Por eso, los archiveros no tiran nada. Hay papeles que en un momento pueden parecer insignificantes y luego, con el tiempo, cobran importancia”.