Teresa Burga: "Si la obra que hago me gusta demasiado, ya está mal"
La artista peruana, cuya obra se expone en el Malba, sigue provocando a los 79 años
Tenía todo para ser olvidada: artista, mujer, peruana, conceptual cuando se esperaba que pintara folklorismos, rebelde en una sociedad patriarcal, con una obra desmaterializada, cercana a la ciencia, pero con contenido político... Teresa Burga siempre fue incomprensible para su época, y llegó a realizar unas pocas muestras hasta los años 80. Después, y por treinta años, siguió dibujando y proyectando obras imposibles, interesada en el tiempo, el azar, la mujer y los límites del arte. En su casa, se tomaba las grandes chocolatadas "para desvelarse sin malograrse" y seguía soñando obras revolucionarias, como el estudio demográfico y social de la condición de la mujer (1980) o su autorretrato (1972), que incluía un revelamiento topográfico de su cara y un análisis de sangre. Los papeles que se acumulaban en cajas y que por décadas nadie miró fueron rescatados hace menos de diez años. Desde entonces la obra de Burga recorre el mundo.
Tras presentarse en la última Bienal de Venecia y a pocas semanas de cumplir 80 años e integrar una muestra en la Tate de Londres, su trabajo llega al Malba. Estructuras de Aire incluye dos instalaciones de aire y luz, donde ingresa el espectador a vivir experiencias inesperadas, y se inaugura hoy. Fue pop, usó las minifaldas de Mary Quant y se batió el pelo, pero dejó de serlo para trabajar en la administración pública y hacer otro tipo de arte. A simple vista, sus trabajos parecen una carpeta de geometría, planos de arquitectura o un pentagrama. Pero su obra cuestiona la sociedad y al propio arte: poemas de Borges traducidos en sonidos o instrucciones para construir una escultura imposible... Burga siempre pone distancia entre la pieza y su mano. Para ella, lo importante es el proceso y, en última instancia, el espectador. "Toda la vida me han dicho que lo mío no es arte. Pero era una necesidad hacerlo."
-¿Años de trabajo silencioso?
-Era lo único que me quedaba. Cuando regreso del School of the Art Institute de Chicago para trabajar en arte había que hacer lo que el gobierno revolucionario quisiera. Querían frutas, evangelistas e indiecitos. Lo mío, para ellos, no era peruano. "Ya me inventaré un trabajo", pensé. Entonces, me contrataron para organizar la Aduana: empecé a aplicar mis estructuras del arte y me quedé por 30 años. Mis amigos artistas me felicitaban: "Tu eres la única artista peruana que ha vivido del Estado".
-¿Siempre ha tenido tan buen humor?
-Sí, y me ha salvado. Cuando me pedían naturalezas muertas, hacía las las migas... ¡los restos de mi desayuno! Duchamp decía que uno no debe decidir en su obra, debe intervenir el azar y no su gusto, porque si no, le das al público chocolates y golosinas. Hay que hacerle al espectador una nueva dieta. Si la obra me gusta demasiado, ya está mal. Que el espectador le ponga lo que quiera. Y si dice que es una porquería, le doy la razón.
-¿Los jóvenes la redescubrieron?
-Son los que más valoran mi obra. Los curadores Miguel A. López y Emilio Tarazona llegaron a mi casa por casualidad, buscando Arte Nuevo, pero lo que encontraron ya no era eso ni se parecía a nada. Mi madre amenazaba con tirar mis papeles viejos, rotos y garabateados a la basura. Pero estos jóvenes montaron una muestra en 2009, y ahí la vieron y me invitaron a la Bienal de Estambul y a una gran retrospectiva en Alemania, y se empezó a conocer mi trabajo en el extranjero. En mi país todo sigue igual. No existo, casi. No me gusta tampoco salir a hablar. Yo hago mi trabajo.
Las estructuras a la vista
- Estructuras de Aire inaugura hoy, a las 19, y puede visitarse hasta el 16 de noviembre, en Malba
- También hoy, pero a las 18, en el museo de Figueroa Alcorta 3415, Teresa Burga estará en el ciclo Conversatorio, con Miguel A. López y Agustín Pérez Rubio
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