Tatiana Goransky: tabúes, sexo y feminismo
Brutal, explícita, desaforada, en seis monólogos y una confesión la nouvelle “Quisiera amarte menos” cierra una trilogía involuntaria; una tragedia a la vera del policial que interpela la definición de femicidio
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Si esta nota fuera la transcripción fidedigna de una conversación por Zoom, un martes de agosto, café mediante, debería comenzar diciendo que una mujer de cuarenta y tantos, madre de una chica de casi once, le pregunta preocupada a la otra cómo hará para que su hija, prácticamente de la misma edad, no lea su última novela. Solo la contratapa podría encender la curiosidad de cualquier preadolescente: “Seis personajes enredados en una trama violenta, amorosa, sexual”, dicen las letras blancas sobre el fondo fucsia.
“Hay cosas que ya no escribiría desde que soy madre”, reconoce Tatiana Goransky, que construyó con seis monólogos y una confesión la nouvelle Quisiera amarte menos, una historia brutal, explícita, desaforada que, tras su publicación en España, se conoce aquí recién ahora. Más que un policial de porno amor, es una tragedia de menos de cien páginas, con personajes que oscilan del estado de erotismo continuo a la tragedia que puede desencadenar la violencia de un puño feroz. “Hay libros que hice antes que ahora no haría –retoma-. Mi primera novela, por ejemplo, empezaba con la violación de una adolescente; ahora no tengo más ganas de escribir eso. A mí me condicionó la maternidad para escribir, pero no lo veo como algo negativo, sino como algo natural. Tuve charlas intensas con muy pocas escritoras y escritores que se animan a hablar sobre esto. Es un tema difícil, medio tabú en el mundo de la literatura. Incluso gente que no tiene hijos, me preguntaba: ‘Y si tengo un hijo, ¿algo de mi escritura va a cambiar?’”
Tatiana Goransky tiene nombre de bailarina rusa. Confesa milonguera de larga data, es más conocida como la autora a esta altura de unas cuantas novelas que como aquella principiante que escribía reseñas de libros eróticos y películas porno para una puntocom. Sin embargo, algo de aquello otro está en su adn cultural: los siete años de danza clásica transitados en la infancia le ayudaron a concebir un mantra, “la memoria del cuerpo es todo, todo lo bueno y lo malo”. El otro lema que repite dos, tres, cinco veces a lo largo de una hora de charla es: “Los personajes son la historia”. Danza y dramaturgia (egresó de la Escuela Municipal de Arte Dramático, donde un maestro como Mauricio Kartun le señalaba: “En tus textos no pasa nada, Goransky”); cine y música (es, además, cantante de jazz), terminaron de forjar su perfil. “Algunos me decían que el que mucho abarca, poco aprieta. Al final yo creo que en mi identidad de escritora todas estas cosas maridaron bien”.
-Quisiera amarte menos (Galerna) salió primero en España y, en la Argentina, conocimos antes La mujer poco probable (El Ateneo), que en los tiempos de la escritura vino después. Con registros y personajes muy diferentes, sin embargo estas novelas parecieran estar emparentadas por su estructura polifónica y fragmentaria, los triángulos amorosos…
-Fade Out, Quisiera amarte menos y La mujer poco probable son mis últimas tres y vinieron en ese orden; luego, salieron como se pudo, pero sí, armaron una trilogía involuntaria realmente. Trabajo personajes que no tienen nada que ver entre ellos y maneras de narrar distintas. Es como pensar el amor en sus distintas etapas: el primer libro trabaja un poco la búsqueda del silencio a través del amor, es como una partitura de amor (en Fade out las mujeres podían emitir sonidos por los oídos) y tiene más que ver con el idilio, con el principio del enamoramiento. Quisiera amarte menos es una etapa más sexual, desaforada, la intimidad brutal del amor, la sexualidad explícita.
-Tiene todos los hechos de un policial, pero es una tragedia pura y dura.
-Empieza sexual, se va al lugar del amor y a la violencia, después orilla el policial y termina entre el drama y la tragedia, en el límite de ver hasta dónde podemos llegar en situaciones de alta vulnerabilidad, de despecho, de celos… El libro estuvo construido como una tragedia y pensada desde el ámbito del teatro como tal. Nada de eso fue involuntario. La trilogía de la que hablábamos, entonces, termina con La mujer poco probable, que en efecto es una etapa mucho más madura del amor, en la que dos personas que llevan 25 años juntas y están, tal vez, a punto de morirse, se preguntan qué fue y qué no fue.
-Pero para ver “una novela de amor” en Quisiera amarte menos hay que agarrar la lupa del detective.
-Pero está, porque solamente si hay algo de lo amoroso puede haber semejante odio para violentar el cuerpo de otra persona, siendo esta la propia pareja. Yo no trabajo con ideas, para mí la idea no viene antes que el texto, la trama no viene antes que el texto, los personajes vienen antes; para mí los personajes son la historia. Eso me pasa casi siempre y de manera muy clara con Quisiera amarte menos. Los personajes son la historia.
-¿Resaltás esto por una cuestión de mercado?
-Estaba muy cansada de los mandatos editoriales cuando escribí este libro; en ese momento tenía un agente y me contaba las necesidades del mercado, cuáles eran los temas que vendían (para mí el tema nunca viene antes que el personaje: un libro “sobre”, no es el tipo de libro que a mí me interesa). Estaba fastidiada con eso. Trabajo como lectora para editoriales, corrijo manuscritos de colegas, me doy cuenta cuando hay un final agregado porque le pidieron al autor: “Poné 70 páginas más; engordámelo que así en las mesas no lo pueden poner”. Y mi estilo suele ser la nouvelle.
-Por esa carambola que hizo que se haya leído antes afuera que acá, muy probablemente los primeros lectores no hayan tenido idea de a qué te referís cuando hablás de “el doble crimen de la Dársena”, de Santiago del Estero. ¿Por qué decidiste incorporar ese caso de la realidad como contexto de tu ficción?
-Es interesante y me pasa seguido. Cada tanto las historias de otra gente se cuelan y es inevitable. Estaba trabajando con una persona que investigaba ese crimen y siempre discutíamos cómo estos femicidios construyen parte de la identidad de nuestro país. El tema me empezó a intervenir, tenía pesadillas. El personaje de Vera es una chica condicionada por todo lo que había pasado en Santiago del Estero, una chica que no había podido tener una adolescencia común, encerrada por el miedo: habían matado en su momento tanto a una chica que ejercía la prostitución como a una que vendía verduras, a una chica que era linda y a una chica que era fea, eso se cuenta. ¿Cómo hacía Vera para entender que podían matarnos a cualquiera y a todas?
-Y si en una pareja de mujeres una mata a la otra, ¿eso no es un femicidio? ¿Cómo una mujer escritora que milita en las causas feministas escribe sobre esto?
-Esta contradicción está clarísima para mí hoy. No fui ingenua a esto. Quisiera amarte menos originalmente se llamaba “La maté porque era mía”. Es otro tema tabú este. El texto lo escribí en 2016, cuando salió Fade Out. Estaba en la Semana Negra de Gijón con un grupo de escritoras y escritores argentinos, hablando de la violencia de género. Yo escuchaba a mis colegas y me preguntaba todo el tiempo qué pasaba con la violencia de la mujer hacia la mujer. Me acuerdo perfecto que estaba sentada en esa mesa y me sentía afuera de la mesa. Conté mi historia de cuando escribí ¿Quién mató a la cantante de jazz?, donde cito en un momento que la protagonista recibía amenazas telefónicas –cuando salió mi primera novela, Lulupe María T, viví un año amenazada de muerte, recibiendo llamadas rarísimas, con un aerosol en el bolso, con un miedo imposible-. Hablábamos todas de #NiUnaMenos y yo seguía pensando: ¿y las mujeres a las mujeres? ¿cómo se llama? ¿cómo hago para hablar de esto? ¿Cómo hago para decir en esta mesa, frente a tanta gente, y con colegas que están hablando solamente de la violencia del hombre hacia la mujer, que a otras personas las manosean mujeres, las abusan mujeres?. ¿Cómo hablar de esto? Difícil. Salí de la mesa y me senté muy compungida en un bar en donde se sumaron una catedrática francesa y una periodista de Estados Unidas: tal vez por esa cosa de ser extranjero y del anonimato, no pude más que deshacerme. Las dos se prendieron y empezamos a hablar de esto. Y ahí apareció ese primer monólogo de Julia. La verdad es que esta charla no se tiene en ningún lado.
-Es más fácil cuestionar si está bien que el príncipe le haya arrebatado el beso a Blancanieves.
-Con todo lo que está pasando, que contamos femicidios día a día, hora a hora, cómo me voy a poner a discutir qué pasa con el abuso de mujeres. En el medio de la lucha feminista, ¿cómo me planto acá? Y otra cosa, en medio de la lucha feminista y siendo militante de muchas cosas: ¿cómo tratamos el deseo en este momento? ¿Qué fantasías puedo tener y cuáles no? ¿Está mal tener fantasías? Si hablamos de la sexualidad mediados todo el tiempo por lo políticamente correcto, ¿qué estamos haciendo con las generaciones que estamos educando? ¿Por dónde va a salir toda esa frustración?
-No es lo mismo leer este libro en 2016, cuando fue escrito, que hoy, aunque solo sean cinco años después.
-Tenés razón, por todas las luchas feministas que explotaron –no digo que se construyeron, sino que explotaron- en los últimos tres años. Ahora leer autoras o minorías latinoamericanas que escriban duro y toquen temas duros es una obligación.
Quisiera amarte menos,/no verte más quisiera,/salvarme de esta hoguera/ que no puedo resistir. Con ritmo de vals, el tango de Canaro con letra de Luis César Amadori le presta a Goransky veinte versos para que estampe en la primera página del libro. Pero antes se lee un epígrafe de la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi: Salimos del amor/ como de una catástrofe aérea. Y otra vez las conexiones conducen a La mujer poco probable, donde Martina y Leo viajan en un avión que en más de un sentido los pone en jaque. “Lo gracioso fue cuando lo vio mi editora y me dijo: che, ese epígrafe estaría bárbaro para este otro”. Y la historia de la trilogía involuntaria se vuelve a armar.
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