T. S. Eliot, a contraluz
Pese a los obstáculos interpuestos por los herederos del escritor norteamericano, Carol Seymour-Jones alcanzó en Painted Shadow (Sombra pintada), biografía sobre la primera esposa del escritor, un trabajo muy logrado en el que asoman algunos rasgos poco conocidos del autor de Tierra baldía
El Everest por conquistar o, mejor dicho, por escribir, dentro de la literatura biográfica del siglo XX, es una versión autorizada de la vida de T. S. Eliot. Sin duda, ha tenido sus biógrafos, pero todos, incluido Peter Ackroyd, debieron trabajar sin la cooperación de su viuda, Valerie. Por lo general, esto significa que las citas no están permitidas. Valerie pensaba publicar las cartas de su marido; el primer tomo salió en 1988. No han aparecido otros.
Cierta vez, Eliot le dijo a John Hayward, a quien por entonces había designado su albacea literario: "Tu tarea será suprimir todo lo suprimible". Evidentemente, su segunda esposa tomó nota de esto. Hasta intentó ir más allá de los escritos inéditos de su marido y controlar los de su primera esposa, Vivienne.
Al morir en 1947, quince años después de haber sido abandonada por Eliot, Vivienne legó todos sus papeles a la biblioteca Bodleian de Oxford; esperaba que algún día pudieran revelar la "verdadera historia" de su relación con el poeta. La biblioteca creyó tener los derechos de edición. Sin embargo, cuando Michael Hastings estrenó su obra teatral Tom y Viv , en 1984, Valerie presentó una demanda judicial alegando que los herederos de Eliot (de hecho, ella) eran los legítimos dueños de los derechos de propiedad literaria de Vivienne.
Lamentablemente, la Bodleian no lo objetó. Cuando Carole Seymour-Jones escribió su notable biografía de Vivienne Eliot, Painted Shadow ("Sombra pintada", Constable, 394 págs.), sus editores tuvieron que contratar un abogado. Sólo así lograron que los herederos de Eliot se avinieran a autorizar las citas de Vivienne acerca de su matrimonio.
Por cierto que ni el mismo Eliot sale bien parado. Seymour-Jones sostiene, de manera bastante concluyente, que tuvo inclinaciones fundamentalmente homosexuales y en diversas épocas de su vida mantuvo relaciones sexuales activas con otros hombres. (Hay curiosos vistazos de sus estadías en un pied-à-terre cercano a Soho, bajo el alias "El Capitán", y sus salidas a callejear con el rostro maquillado.) Los versos íntimos que distribuía entre sus amigos muestran cierta obsesión por la sodomía y, al parecer, le repugnaba profundamente contemplar la sexualidad femenina.
Pero entonces, ¿por qué diablos se casó? Claro que Eliot no se acercó demasiado a su esposa: en los primeros meses de matrimonio, durmió en una reposera para no compartir el lecho con ella y dejó que Bertrand Russell atendiera las necesidades sexuales de Vivienne. Todo esto resultará familiar a quienes recuerden la obra de Hastings y, por cierto, el libro de Ackroyd y demás biografías de Eliot.
Lo que ha hecho Seymour-Jones, con una habilidad sin altibajos, es utilizar los escritos de Vivienne para demostrar que no fue tan sólo una inglesa descocada, una cabecita hueca, con quien el joven y envarado graduado norteamericano se casó para salvar las apariencias.
Muchos han dicho que Vivienne, con sus histerias y neurosis, le proporcionó material para Tierra baldía . Seymour-Jones va más allá y demuestra que ella escribió literalmente parte del libro, incluida la línea: "¿Para qué se casan, si no quieren tener hijos?" Varias personas habían formulado esta pregunta a Tom y Viv.
Curiosamente, la autora afirma que Eliot deseaba ser padre pero, como no quería hacer el amor con mujeres, tenía pocas esperanzas de lograrlo. Se casaron en 1915, ambos tenían 27 años. Si bien fue un matrimonio desastroso en lo sexual, intelectualmente fue, por momentos, bastante exitoso. Cuando Eliot fundó su revista literaria The Criterion , en 1922, describió a Viv como "una colaboradora indispensable" y le encargó toda clase de artículos aunque, en una actitud típica y sádica, le dejó escribir reseñas despectivas de Virginia Woolf, bajo seudónimo, para luego avergonzarla asegurándose de que su autoría quedara en descubierto.
Si tenemos en cuenta que Vivienne, hija del pintor de sociedad Charles Haigh-Wood, recibió una educación escasa y, desde muy corta edad, se vio trabada por la negligencia de los médicos (permitieron que se volviera adicta a varias curas inadecuadas para el insomnio y otras afecciones), llegaremos a la conclusión de que se defendió extraordinariamente bien, social e intelectualmente, frente al formidable Eliot. El suyo fue uno de esos matrimonios que, más que estar plagados de reyertas, se apoyan en ellas. Bertrand Russell y Virginia Woolf percibieron que los Eliot se alimentaban de su angustia conyugal. Woolf lo expresó de modo maravilloso: "El era uno de esos poetas que viven rascándose y su esposa era su picazón".
La familia de Vivienne acabó por internarla en un asilo; allí murió, a los 59 años, muy probablemente por una sobredosis que ella misma se administró. Eliot consintió su encierro. Más tarde, el sentimiento de culpa habría atormentado al hermano de Viv, Maurice; en cambio, Eliot casi no lo manifestó. No quedan dudas de que Vivienne estaba trastornada, pero Seymour-Jones demuestra que su desequilibrio fue causado o, al menos, muy agravado, por el abandono de Eliot. La dejó sin la menor advertencia o explicación: simplemente, partió a dictar conferencias en los Estados Unidos y nunca regresó al hogar conyugal.
Incapaz de enfrentar esa ruptura absoluta, Vivienne pasó meses persiguiéndolo por todo Londres, tratando de averiguar su domicilio y alterando las representaciones de una obra suya, hasta que en 1935, tres años después de su fuga, dio con él en una feria del libro organizada por The Sunday Times . Se presentó vistiendo el uniforme de la Unión Fascista Británica, a la que se había afiliado en su aflicción solitaria, y le pidió que volviera a casa. El se limitó a responder: "Ahora no puedo hablar contigo", y se escabulló con otra persona, no sin antes firmar algunos libros suyos que ella había traído.
Esta escena vívida es típica de la narrativa, sumamente amena, de Seymour-Jones. Si tomamos Painted Shadow como una mera autobiografía de la esposa de un poeta, es un libro largo. En realidad, es mucho más: es una agrimensura fascinante, inmensamente lograda, de por lo menos una ladera de ese Everest biográfico que es la vida de T. S. Eliot.
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)