Susana Villalba: “No soy de las poetas que le gustan a todo el mundo; me interesa arriesgar”
“La luna en harapos” es el último libro de la premiada escritora; su obra llega a escena esta semana en una intervención performática del Festival Internacional de Buenos Aires, con sede en el Museo Sívori
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Poeta de las grandes, gestora cultural, creó al filo del siglo XXI la Casa de la Poesía, que funcionó en el teatro Babilonia. Ahí cruzó sus dos pasiones, porque para Susana Villalba (Buenos Aires, 1959), “el teatro es un segundo amor”. Dramaturga, docente, ganó la beca Guggenheim con la que escribió El animal humano. En 2019, el Primer Premio Nacional de Poesía que comprende a todos los títulos editados por un período de cuatro años, y el suyo, La bestia ser, le dio el sí para ganarlo. Este libro fue llevado a escena –en el marco pandémico– desde el laboratorio transdisciplinario de la Dirección General de Enseñanza Artística (DGEART) que nuclea a artistas de los conservatorios de la Ciudad. Se verá este fin de semana en el Festival Internacional de Buenos Aires, FIBA, con una puesta al aire libre, en el museo Sívori.
Villalba también es autora de otros seis libros de poesía. Y de una novela, La luna en harapos (Salta el pez), que aunque la terminó hace casi 30 años, se dio a conocer en la última edición de la Feria de Editores (FED) y se presentó de manera virtual en octubre, a la espera de hacerlo presencial en 2021. “Poema gordo”, le dice la poeta a esa historia que trata sobre la llegada de Hernán Cortés a México. El prólogo tiene por título “El mundo es traducción”. Precisamente, por las distintas lenguas que cuentan la Conquista desde diferentes puntos de vista. Una narración polifónica que trenza cada voz, donde la palabra es una hebra de ese paño poético que es La luna en harapos.
–Un año tan para adentro por la pandemia, ¿generó lugar a la lectura de poesía?
–También la lectura de poesía, no sólo su escritura, necesita dedicarle tiempo y una actitud de conexión, de atención desprejuiciada y abierta a las particularidades. Si la pandemia desarrolló esa actitud en las personas y perdura esa experiencia, será favorable a la poesía.
–El 2020 fue para la poesía: el Nobel a Louise Glück, el Reina Sofía a Raúl Zurita y el Cervantes a Francisco Brines. ¿Podría leerse como una apertura hacia el género o fue casualidad?
–Respecto de los premios, por un lado me alegra mucho que la poesía sea considerada con la misma importancia que otras disciplinas. Pero si de pronto pusieran el foco sobre ella los modos de circulación masiva y los medios, me sonaría a que necesitan renovar las mercancías con un toque distinto.
–¿Por qué La luna en harapos?
–La luna tiene que ver con lo femenino y con Malinche. No es una cultura lunar, en la parte del imperio eran solares. Para contrastar con ese poder solar y seco de los guerreros, yo quería que apareciera esta cosa femenina de Malinche. América estaba completamente habitada, llena de cultura y múltiples lenguas. De todo eso, lo que ha quedado es gente marginada, despojada. Lo de harapos da esa idea.
–En tu libro sólo hay dos mujeres, Malinche y Catalina, la esposa de Cortés, ¿por qué la incluiste?
–Por un lado quería que hubiera más mujeres; por el otro, que estuviera la cultura andaluza. Mis abuelos eran andaluces. En un principio, la conquista trajo a muchos de ellos a América, yo quería que estuviera esa rama. También fue una conquista en el lenguaje y por eso me interesó tanto una novela de lenguajes que se cruzan, que se pisan, se conquistan. Catalina tiene esos finales aspirados como los andaluces, y un poco de esos poemas que tienen herencia de lo árabe. Ella me dio pie para inventar que estaba enamorada de un moro, no de Cortés, para hablar de la cultura árabe, tan importante en España. Como un contraste de Malinche y, a la vez, tan al margen, como ella.
–¿De qué manera definirías a tus libros?
–Son siempre medio particulares. No soy de esas poetas indiscutibles que le gustan a todo el mundo. Siempre me interesa arriesgar. Tengo que hacer algo que me parezca diferente, desafiarme en el lenguaje. Desde qué lugar. Si yo no tengo algo importante que decir, no me siento a escribir.
–¿Cómo nació la Casa de la Poesía?
–Soy empleada municipal, cosa que no me gustaba, pero tenía que trabajar de algo, siempre el poeta tiene otro trabajo. Estaba en prensa institucional, me pasé a Cultura y propuse hacer la Casa de la Poesía. Me dijeron que sí, pero no me dieron muchos recursos. Hubo que empezar con un teléfono, un escritorio, como fuera. Pedí que me prestaran Babilonia y me lo dieron los miércoles para hacer lecturas. Yo tenía la ilusión de que al tener una visibilidad institucional se iba a poder lograr esta cosa de un poco más de respeto con la poesía.
–¿Qué significaron la beca Guggenheim y el Premio Nacional?
–Fueron dos respaldos muy grandes. La Guggenheim la dan para escribir un libro. Propuse un proyecto: quería correrme del antropocentrismo y que en el libro no hablaran voces humanas y lo logré: hablan un perro, un árbol y una piedra. De algún modo hice el mismo ejercicio que en la novela, me puse en personaje, en la piel de una piedra, cómo siente, de qué habla. Medio sin proponérmelo, un trabajo dramatúrgico. También fue una emoción muy grande ganar el Premio Nacional, porque además es una pensión vitalicia.ß
Para agendar
Sueño que el árbol sueña que corre conmigo, instalación performática sobre poemas de Susana Villalba. El domingo, a las 19, en el Museo Sívori. Entradas, 48 horas antes, en www.buenosaires.gob.ar/fiba
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