Esta nota se publicó originalmente en la Revista dominical de La NACION el 10 de septiembre de 2006.
El nombre de Sophia Loren genera demasiado respeto, admiración, sorpresa. Y no hay palabras que puedan describir el significado de estar sentado a su lado. Una verdadera leyenda en vida, una reina sin título de nobleza. Sola se maquilla, pintándose los labios y peinándose pide un attimo antes de comenzar esta entrevista. Saluda con un beso sobre la mano derecha y demuestra la humildad de los grandes cuando se molesta con su hijo Carlo Ponti Jr. porque derrama una simple gota de leche sobre el sillón que no es de ella. "¡Guarda!", se queja con un dulce acento italiano, mientras ella misma limpia la gotita con su pañuelo, antes de disfrutar el café expreso que le sirvieron.
El salón principal del Hotel Four Seasons en Beverly Hills la recibió con distinguidos muebles italianos, adornados con vitrinas que exponen el esplendor de su propia colección de joyas Damiani, donde un solo collar luce más de 1000 diamantes y cuesta US$400.000. Pero el lujo de entrevistarla es todavía mayor. Eso no tiene precio.
–¿Sophia Loren se anima a describir a Sophia Loren?
–Cuando hago algo, trato de hacerlo lo mejor posible. Soy una persona que ama su tierra, amo la vida que tengo, amo mi familia. En verdad, siempre afronté la vida con humildad y la fama jamás me cambió.
–¿Le gusta que la recuerden como uno de los símbolos sexuales más importantes de la historia del cine?
–Una es como es. Yo nací con el cuerpo que tengo y siempre hice las cosas sin pensarlo demasiado. Si después la gente me admira por lo que hice, lo respeto. Y, por supuesto, me hace feliz.
–¿Se da cuenta de que conserva la misma belleza de siempre?
–Si así lo crees, no pienso hacerte cambiar de parecer. El ser bella no está mal, pero además de ser bella, hay que saber brillar.
–¿Cuándo vamos a volver a verla en el cine?
–Todavía estoy esperando una buena oportunidad, que valga la pena. Pero me parece increíble que la nueva generación de chicos, hoy, todavía sepa quién es Sophia Loren. Es algo maravilloso.
–¿Volvería al mundo del cine con Hollywood o Europa?
–Si los norteamericanos me dieran una historia que realmente me gustara, no me importaría la nacionalidad. Pero me identifico mucho más con un director europeo, porque allá escriben historias para actrices como yo. He trabajado en España, Alemania y Austria, además de Italia. No pretendo filmar historias americanas para que me quieran en Hollywood. Me parece que necesito un rol que me muestre tal cual soy, como buena europea.
–¿Hay algún factor en particular que toma en cuenta al momento de aceptar una película?
–Cuando leo un guión, enseguida sé si quiero hacerla o no: si tiene sentido y si me parece que al leerla puede llegar a ser el mejor trabajo de mi vida.
–¿Qué les recomendaría a las actrices extranjeras que sueñan con llegar a Hollywood?
–Es muy difícil para una actriz extranjera habituarse a la mentalidad americana: es muy fría. Para venir, hay que estar muy tranquila y fijarse en todo, acercarse y mantenerse bien al tanto de todo lo que sucede.
Belleza a prueba del tiempo
Parece increíble que el próximo 20 de septiembre cumpla 72 años, que para nada se notan. Con el nombre completo de Sofia Villani Scicolone, nació en Roma y se crió en la pobreza, en las afueras de Nápoles, con la única compañía de su madre, Romilda Villani. Durante la adolescencia ya había empezado a trabajar como modelo y aprovechó su belleza para participar en algunos concursos, en los que conoció al productor de cine que le cambió la vida, Carlo Ponti. Con el nombre artístico de Sophia Lázaro apareció como extra en la película americana Quo Vadis? y siguió con otro personaje menor en la primera película de Federico Fellini, Luci del Varietá.
Más adelante llegó a filmar ocho películas con Vittorio De Sica, además de tantos otros clásicos con Marcello Mastroianni. También fue recibida con los brazos abiertos en Hollywood cuando se convirtió en un símbolo erótico del cine internacional.
Pero no era solo una cara bonita: su calidad como actriz fue reconocida por haberse convertido en la única intérprete de la historia del cine que ganó un Oscar hablando en un idioma extranjero en la película Dos mujeres, de Vittorio de Sica.
"Cuando se trata de piedras preciosas, soy muy democrática: me gustan todas. Como decía Simone de Beauvoir, una bella joya es el toque final para transformar una mujer en un ídolo. Me gusta que las joyas hagan sentir más hermosa a una mujer."
–¿Sigue la entrega del Oscar todos los años?
–Siempre, con un gran entusiasmo. Es una jornada excitante, maravillosa, hermosa. Me encanta la noche del Oscar. La última vez que fui a la entrega fue en 1991, cuando me dieron un Oscar honorario, porque en 1962, cuando lo gané, no había ido. Greer Garson lo había aceptado por mí. Es que siempre trabajé por el placer de trabajar, nunca por los premios.
–¿Vota a los ganadores?
–Sí, sí. Veo las películas en DVD que me envían a Génova y también le pregunto a mi hijo, que ve bastante cine.
–Su esposo, Carlo Ponti, había sido nominado como el creador de la película Doctor Zhivago, que terminó ganando cinco estatuillas aquella temporada. ¿Cómo lo describiría para la nueva generación, que tal vez no lo conoce?
–Carlo Ponti ha sido un hombre que ha dejado muchísimo en la historia del cine, de una manera original, probando siempre algo nuevo.
La historia de amor de Sophia Loren con Carlo Ponti merece una película aparte. Entre ellos había 22 años de diferencia. Se casaron en 1957 (cuando ella tenía 23 y él, 45), aunque el matrimonio no pudo ser reconocido porque Ponti no había logrado el divorcio oficial de su primera esposa. En un país como Italia, con fuertes tradiciones religiosas, fue todo un escándalo cuando la ley italiana señaló a Ponti como bígamo y anuló el casamiento con Sophia en 1962. Recién en 1966 lograron el consentimiento legal. El 9 de abril volvieron a casarse. Luego (y no sin dificultades para quedar embarazada), llegaron los hijos: Carlo Jr. y Edoardo.
Esa pasión por brillar
Su historia quedará enmarcada para siempre como una de las grandes leyendas del mundo del espectáculo. Y parte de esa misma historia se refleja en la nueva colección de joyas que hoy lleva su nombre.
–¿Cómo nace su pasión por las joyas?
–Desde antes de ser famosa, cuando nadie me conocía. Siempre me gustó todo lo que brillara. Nada hace a una mujer más bella que la convicción de ser bella. Y nada mejor que una joya para darle todavía más importancia.
–¿Qué le gustan más: anillos, collares?
–Me gustan las cadenas grandes como bufandas: tienen que enrollarse alrededor del cuello y coronar el rostro desde abajo. Algunas veces son como tiaras que se llevan debajo y no sobre la cabeza.
–¿Alguna piedra preciosa preferida?
–Los diamantes son mis favoritos, pero también me encantan las esmeraldas y los rubíes. Cuando se trata de piedras preciosas, soy muy democrática: me gustan todas. Como decía Simone de Beauvoir, una bella joya es el toque final para transformar una mujer en un ídolo. Me gusta que las joyas hagan sentir más hermosa a una mujer. Es un buen momento vanidoso para cualquier mujer. Cuando se regala una joya, también resulta muy importante, porque marca un evento. El momento brilla y perdura.
–¿Y cómo es que se le ocurrió crear una colección de joyas con su nombre?
–Nunca antes había hecho algo así y me pareció interesante experimentarlo.
Con los mismos joyeros que Brad Pitt y Jennifer Aniston habían elegido para el anillo de matrimonio (una relación que finalmente resultó trunca y que ahora solo ha quedado en el recuerdo), la misma marca Damiani que promociona Gwyneth Paltrow desde el aviso publicitario, es la que respalda la colección de joyas de Sophia Loren.
Con el inigualable sello Made in Italy, Silvia Damiani y sus hermanos Giorgio y Guido pensaron en Sophia por su carisma especial, "una belleza eterna". Loren siempre estuvo involucrada en el proceso. "Ella decía lo que le gustaba, y también agregaba ideas, como por ejemplo usar oro rosé en vez del amarillo".
La actriz asocia las piedras preciosas con las horas del día. "Diamantes y oro blanco para la noche, combinado con oro rojo. Para el día, oro rosado". Para ella las joyas marcan las épocas de Hollywood. "Cuando actuaba junto a Marcello Mastroianni, yo era la luna llena –recuerda Sophia Loren– y él era el anillo de luz que me rodeaba".
–¿Qué más le queda por hacer a estas alturas de su vida?
–De todo, de todo; recién estoy empezando en mi vida. Más cine, mejor que el que hice. Siento como si recién estuviera empezando. Siempre me acerco a la vida con un gran sentido de optimismo y me voy a dormir pensando que a la mañana siguiente habrá algo nuevo para mí.
¿Por qué la elegimos?
Figura estelar del espectáculo, la Loren es emblema de Italia en el cine mundial desde los años 50 y una de las actrices más importantes de todos los tiempos. Esta conversación, de las poquísimas entrevistas con la diva, fue realizada en el marco de un lujoso evento en Beverly Hills cuando ya había recibido el Oscar honorario por su contribución al séptimo arte con una destacada trayectoria. La belleza, Hollywood y la historia no empañan otras de sus características sobresalientes: la inteligencia y el optimismo, representando en su lema "Lo mejor está por comenzar".
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