“Soñar el agua”, de Cecilia Vicuña, una retrospectiva del futuro donde todo es poesía
La artista chilena, ganadora del León de Oro en la Bienal de Venecia, exhibe en Malba unas doscientas obras entre instalaciones, pinturas y dibujos que recorren su trayectoria
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Cecilia Vicuña es la artista más relevante de Chile, aunque hasta hace poco era apenas visible. Su obra de toda una vida dedicada al arte y la poesía como medios para transformar lo colectivo se puede ver desde hoy en Malba, en una merecida retrospectiva, después de triunfar en la Bienal de Venecia en 2022 (donde ganó el León de Oro) y la Documenta de Kassel de 2017 (su obra se conserva desde entonces en la Tate de Londres).
Desde los ‘60, Vicuña (Santiago de Chile, 1948) pone su espíritu creativo al servicio de causas como los derechos de las mujeres, el cuidado del planeta y la reivindicación de la memoria de los pueblos originarios. Y eso es lo que se respira en la exposición Soñar el agua, una retrospectiva del futuro (1964-...): una inclaudicable lucha por el amor, la bondad, la belleza, la naturaleza y los ancestros, en cerca de 200 obras, entre pinturas, dibujos, textos, serigrafías, collages, textiles, vídeos, fotografías, instalaciones, libros-objeto, documentos y performances sonoras realizadas en distintos lugares de América y Europa.
“Es una emoción inesperada. Yo estuve en la inauguración de este museo, y jamás de los jamases me hubiera imaginado que un día iba a tener una muestra acá”, dice emocionada la artista, que vivió algunos años en Buenos Aires dedicada a la poesía. “Esto es mi vida: hacer que distintas dimensiones de lo invisible que se vuelvan visibles”, explica. Las palabras salen de su boca en una voz bajita y dulce, siempre en una sonrisa.
“Cuando en el 2014, en su departamento de Nueva York, le propuse a Cecilia hacer una retrospectiva ella se río de mí. ‘¿A quién le va a interesar?’, me preguntó”, recuerda Miguel Ángel López, curador de la exposición, que ya se vio en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile y tras su paso por Buenos Aires, se presentará en la Pinacoteca de São Paulo, junto con un completo libro monográfico. “Todo lo que van a ver aquí es poesía. Tiene forma de dibujos, textiles, performances, pero todo es poesía, porque es el corazón de la obra de Cecilia”, señala.
Al comienzo del recorrido está su obra temprana que nunca se habían mostrado: pinturas abstractas, una obra dedicada a Salvador Allende y dibujos eróticos. Como todo es poesía, cada pintura tiene al lado una página mecanografiada donde la artista explica su significado. El flower power está condensado en la pintura Janis Joe, de 1971, colección de Eduardo Costantini: Janis Joplin, Joe Cocker, mujeres desnudas que protestan, animalidad, filosofía andina, blues, mitos y folclore, la activista Angela Davis. “Es una capsula del tiempo”, dice López.
La gran instalación Quipu desaparecido, única pieza que fue hecha especialmente para la muestra también es de Costantini. Trabajaron cuatro artistas en diálogo con la artista y con la curadora Verónica Rossi. El vellón que cuelga del techo, sobre el que se proyectan imágenes de textiles originarios, todavía tiene olor a oveja de tres regiones del país, tal como pidió Vicuña. “Las dos versiones anteriores, de Brooklyn y Londres, no la conformaron. Ésta le gustó muchísimo”, dice Rossi. Las tejedoras, Guillermina Baiguera, Laura Morales, Adriana Pavic y Ana Paula Méndez, la amasaron por dos meses en el museo. “Hicimos muchas pruebas para llegar a lo que ella quería, algo semi afelpado. Son 47 paños de ocho metros cada uno, de entre 70 y 90 centímetros de alto”, explican.
Otra de las piezas más impactantes de la muestra es el Quipu menstrual (La sangre de los glaciares), instalación para sitio específico de fieltro rojo que cae desde el techo del segundo piso hasta el subsuelo. “Sin humedad no hay humanidad”, señala la artista, preocupada por el calentamiento global.
El activismo político es una constante en su obra. “Nací en una familia perseguida por sus ideas. Soy la tercera generación de exiliados”, dice. Como ejemplo, está el núcleo dedicado a la Tribu No, un grupo santiaguino de jóvenes artistas y poetas con los que buscaba libertad política para crear. “Reclamaban el ocio frente a una lógica pragmática de la sociedad”, dice López. Lo no útil, a través del juego, el baile o programas de televisión para chicos. También Vicuña fundó en Londres una organización en solidaridad con Chile llamada Artistas por la Democracia, luego del golpe militar en su país en 1973. De sus años en Colombia, entre 1975 y 1980, una instalación remite a sus acciones en las calles y una película experimental en 16 mm busca respuestas a una pregunta que Vicuña se hace insistentemente: ¿qué es la poesía? “Tengo muchas respuestas, todas inventadas en el momento. No sé, y por eso tengo que averiguarlo haciéndola”.
Las Palabrarmas son poemas escultóricos, performáticos y espaciales, juegos de palabras que revelan sentidos. Los Precarios son otra constante en su trayectoria: pequeños ensamblajes hechos de madera, guijarros, plumas o tesoritos que arrastra el mar o el río, ofrendas o refugio de la vida microscópica. Vicuña las llama “performances rituales”, “metáforas espaciales” y “poemas multidimensionales”... Conceptos que le caben a toda su obra.
Para agendar:
Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), desde hoy a las 19 hasta el 26 de febrero. Quipu de encuentro con el Río de la Plata en el marco de la Bienal de Performance: sábado 9, a las 17, con salida desde el hall del museo. Inscripción en el sitio del Malba.
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