Solidez e inteligencia
HISTORIA CRITICA DE LA LITERATURA ARGENTINA Dir. de obra: Noé Jitrik-Dir. de vol: Elsa Ducraroff-Emecé-Volumen 11-582 páginas-($26)
El segundo volumen publicado de la Historia crítica de la literatura argentina dirigida por Noé Jitrik abarca la narrativa producida en las últimas décadas, a partir de mediados de los años sesenta.
Durante ese período, la narrativa argentina no sólo predomina cuantitativamente sobre otras propuestas literarias sino que constituye un fenómeno proliferante y de alguna manera atomizado. La afirmación de Juan José Saer "hay tantos realismos como sujetos" bien podría extenderse al conjunto de esa producción, en el sentido de que hay tantas actitudes estéticas como narradores.
Por lo tanto, la tarea de analizar y ordenar ese corpus imponía notorios desafíos que el equipo coordinado en este volumen por Elsa Drucaroff resuelve con criterios originales y productivos, intentando que la propia literatura sea la que organice su historia, destaque sus sentidos fundamentales y, al mismo tiempo, que esa historia se construya como relato.
Tras la lectura del volumen, lo primero que puede decirse es que la narrativa del período analizado surge con nitidez y con toda su vitalidad, no está empañada por el discurso teórico sino que puede reconocerse, está presente.
Son estudiados casi todos los escritores de primera línea y con particular atención los creadores de poéticas fundamentales, como Puig, Saer y Piglia. Hay una visión abarcadora y profunda de la novelística escrita por mujeres. Aparecen claramente destacados los textos que por razones no sólo literarias se convirtieron en cifra de una época, como Respiración artificial de Piglia, o El fiord , de Lamborghini, entre otros.
Un segmento muy interesante del volumen es el destinado a "escritores de los límites", autores que desde una relativa marginalidad o condición furtiva publicaron obras en su momento representativas. En este sentido, el artículo de Luis Chitarroni rescata textos de Luis Gusmán, Germán García, Héctor Lastra, Néstor Sánchez y Alejando Losada, entre los principales, actualizando una perspectiva crítica que es también un homenaje.
El libro recorre además el desarrollo particular de los diversos géneros narrativos y registra los signos culturales de la época, ya sea la gravitación de círculos intelectuales, el contacto y las diferencias con la narrativa latinoamericana, o polémicas memorables en torno a temas como el compromiso o el exilio. No falta, finalmente, la consideración de escritores míticos o "extraterritoriales" que, como Gombrowicz, aun tangencialmente influyeron entre nosotros.
En resumen, está todo, o casi todo. Y, obviamente, el alcance crítico del volumen trasciende toda nómina o taxonomía y logra poner en escena los problemas fundamentales de la narrativa argentina. En primer lugar, las sucesivas modificaciones respecto del realismo tradicional, la creación de mundos construidos por la conciencia que narra e incorpora sus propias contingencias, por escrituras que cuestionan sus propios enunciados, o que reclaman al lector como productor de sentido, y que en general impugnan la hegemonía realista en tanto correlato de la violencia discursiva del poder.
También está presente la dramática búsqueda de los escritores por insertarse en tradiciones narrativas preexistentes o refundar esas tradiciones. Y la no menos dramática cuestión, dada la presencia del período dictatorial como referente histórico insoslayable, de la representación literaria de lo real bajo condiciones de represión cultural. Representación que se construye "no por analogías ni por alusiones sino mediante un esfuerzo por hallar categorías interpretativas, objetos de lectura", o por "una búsqueda del pasado que pueda dar sentido a ese ominoso presente".
El proceso de ficcionalización de la historia abierto por Ricardo Piglia con Respiración artificial (1980) dio paso a la consolidación como tendencia de una "nueva" novela histórica, que como tal ocupa un espacio importante en la lógica del volumen, y cuya aceptación por parte de los lectores es aquí analizada en profundidad, más allá de las razones de mercado. Sin duda, el hecho de promover una relectura crítica y desmitificadora del pasado, cuestionar su reproducción técnica y reemplazarla por una ficcionalidad que amplíe y complete la "indagatoria" se empalma con la extendida apetencia de verdad de un público cada vez mayor. El sentido de esta búsqueda histórica, como se señala, implica no sólo una derogación de versiones oficiales encubridoras, sino también una lucha contra el olvido y la "correlativa posibilidad de construir un espacio narrativo para una historia que aún está por escribirse".
La nueva novela histórica mira el pasado tal como todo el volumen mira el reciente pasado literario: desde la conciencia crítica actual, con su bagaje de elaboración de conflictos históricos y psicológicos y de nuevas instancias teóricas.
En síntesis, el mérito evidente de este esfuerzo colectivo dirigido por Noé Jitrik reside en poner en primer plano una producción literaria y descubrir tanto sus valores artísticos como su ética, su politicidad, su potencial como instrumento de conocimiento y sus grados de relación con un contexto a su vez dramático.
¿Críticas? Por empezar, ciertas indecisiones respecto del marco temporal que abarca el volumen, que si bien centra su interés en el período 1965-1980, extiende sus límites. Esta elasticidad no es un problema en sí mismo, pero plantea alguna duda respecto de las omisiones. Estas, como tales, tampoco constituyen una objeción crítica. Sin embargo, en el prólogo se lee: "hay que aceptar que lo que en estos volúmenes se diga que fue la literatura argentina definirá simultáneamente esa literatura. Frente a la responsabilidad que semejante poder supone, sólo cabe preguntarse qué se hace con él".
Ante esta declaración de un presunto poder, cabría recordar que en el período estudiado, también podría definirse una literatura argentina con parte de la producción de Sábato y Cortázar, o con la obra íntegra de Fogwill, Aira, Rabanal y otros "ausentes".
Y, en el mismo sentido, cabría plantear un cuestionamiento al título del volumen: La narración gana la partida . El cuestionamiento se refiere al enunciado, ya que la idea de fondo, el predominio de la narrativa, es legítima. Toda "partida" sugiere contrincantes, un marco de competencia, un trofeo en disputa, ganadores y perdedores. El auge de la narrativa es un fenómeno estético y sociocultural muy complejo, y a lo largo del volumen está estudiado como tal, no necesitaba coronarse con un eslogan de este tipo.
Esto no opaca los méritos esenciales de una "historia crítica" muy sólida, planteada y resuelta con inteligencia y que incita tanto a apreciar la producción narrativa en su conjunto como a leer y releer .
Más leídas de Cultura
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
Perdido y encontrado. Después de siglos, revelan por primera vez al público un "capolavoro" de Caravaggio
Marta Minujín en Nueva York. Fiestas con Warhol, conejos muertos y un “banquete negro”