
Soledad Costantini y el desafío de hacer del museo un lugar de letras
Hija del dueño del Malba, lo suyo es instalar la literatura en los templos del arte; dirige un sello editorial y el Filba
Es la única de los siete hijos del fundador del Malba que trabaja full time en el museo. Y es, también, la responsable de haber puesto en pie una rara avis en el ámbito museístico: un área de literatura. A Soledad Costantini la avidez por la lectura la impulsó a generar, hace trece años, un programa que convocó a unos 700 escritores -entre ellos cuatro premios Nobel- y más de 50.000 asistentes. Lo que podría ser visto como la aventura de "la hija del dueño" es, en cambio, una propuesta muy respetada que ha comenzado a replicarse en otros templos del arte.
Aquí, Soledad y otras dos personas trabajan exclusivamente en las actividades vinculadas con los autores y los libros. En sus escritorios se apilan las propuestas que les llueven desde distintos organismos y particulares. Pero no siempre fue así. Cuando comenzaron, en 2001, "había que salir a buscar a los escritores e intelectuales y no fue fácil que vinieran. Miraban con cierto recelo participar de una actividad en el museo de un empresario", cuenta. "Por ejemplo, que viniera Beatriz Sarlo me llevó cinco años. También recuerdo cuando al principio invité a Abelardo Castillo para un encuentro y cuando llegó la fecha me dijo que no podía porque ese día volvía su mujer de no sé dónde. Estaba todo organizado y se había hecho publicidad del encuentro. Le ofrecí pasar a buscarlo por su casa. Fue muy gracioso el diálogo por teléfono esa mañana tratando de convencerlo. No sé si había olvidado o qué. Al final fue."
Con el tiempo las propuestas los desbordaron y los obligaron a seleccionar y hacer un trabajo similar al de la curaduría artística, pero con un objetivo diferente. "Se trata de hacer de puente, incentivar el interés a que se lea más y acercar a los lectores con los escritores y sus obras". ¿Cómo? Buscando actividades que desnuden el entramado casi siempre presente entre arte y literatura. Cuenta Costantini que durante la muestra de Antonio Berni, este mes, harán un curso sobre los monstruos en la literatura japonesa. "Estamos queriendo acentuar aún más la integración entre el programa de literatura en el museo y las exhibiciones. Es un desafío que nos pidió el nuevo director [Agustín Pérez Rubio]."
La historia detrás de la idea
En su juventud, la pasión por la lectura la llevó a tomar cursos en distintos espacios y su intento de escribir cuentos la condujo hasta varios talleres. Un día de 1996 su padre le pidió que lo ayudara a hacer una muestra de su colección. Era la primera vez que Eduardo Costantini mostraría las obras de su propiedad en el Bellas Artes. Y esto colocó a Soledad del otro lado del mostrador.
A ella siempre le había gustado visitar exposiciones, pero al producir esta muestra vio al museo con otros ojos. "Me pareció un espacio bello para llevar escritores. Se lo propuse a quien era el director del Museo de Bellas Artes, Jorge Glusberg, y aceptó. Durante tres años hicimos ciclos de ocho meses de encuentros semanales en los que participaron José Saramago, Olga Orozco, Isidoro Blaisten, Silvia Iparraguirre, Abelardo Castillo, Liliana Heker, Cristina Piña. Después mi padre fundó el museo y trasladé ese programa al Malba. Se dio naturalmente", recuerda.
Para ese momento, 2001, ya había tomado una decisión. "Más que escribir lo mío era, por destino, acompañar a los que escriben, apoyar su obra desde este espacio familiar", afirma quien también fue fundamental para el desarrollo de otros emprendimientos culturales porteños.
En 2008, al volver de Edimburgo, donde conoció el festival de literatura que se despliega por esa ciudad en carpas abiertas al público, Costantini le propuso a Pablo Brown, dueño de la librería Eterna Cadencia, un emprendimiento similar en Buenos Aires. Así nació el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba), que a poco de andar requirió la creación de una fundación, de la que ella es vicepresidenta.
Más recientemente otra propuesta que Eduardo Costantini aceptó de su hija terminó en la creación de un sello editorial. "Hace tres años llegó a mis manos El libro rojo, de Carl Jung, que no había sido traducido al castellano. Conseguí los derechos y le pedí a mi padre publicarlo desde el Malba, porque no iba a armar una editorial por un solo libro. Pero fue un éxito impresionante; publicamos algunos títulos más y luego hicimos una editorial como proyecto comercial independiente del museo". Con gratitud, Soledad cuenta que J. M. Coetzee cedió los derechos de varios de sus ensayos, que serán publicados próximamente por El hilo de Ariadna. El premio Nobel es uno de los autores estrella de ese sello que publica también, al mismo estilo de Borges, su biblioteca personal. Se trata de doce títulos elegidos e introducidos por el autor sudafricano.
Pionera en articular literatura y arte en el ámbito de un museo, sintetiza y va al núcleo de lo que la mueve: "Me alegra en el alma lo que podemos hacer todos los años, pero mi foco está en apoyar a los escritores, filósofos, académicos, críticos literarios que se queman las pestañas leyendo y escribiendo horas y horas para descifrar el alma humana, para que nos comprendamos más como seres humanos. Me conmueve el trabajo que hacen. Mi vocación es estar detrás de ellos que son los protagonistas".