Sobremesa en Proa
Una tarde primaveral, un almuerzo tardío de amigos de la casa con la presidenta de la Fundación Proa y una sorpresa. Sentado, con camisa de lino y actitud zen, está Douglas Crimp, crítico neoyorquino de alta fama, referente de los años 70. Segunda sorpresa, está "de paso" por Buenos Aires. El objetivo de su viaje fue participar, en Córdoba, de ¡Afuera! (mega de arte público), invitado por Pancho Marchiaro, del Centro Cultural España. Sigue impresionado por la energía y la juventud de los participantes, todavía shockeados por el asado-obra de Tiravanija, del que habla todo el mundo. Crimp, perdón, dice barbecue para referirse al encuentro montado por el tailandés en un camping suburbano, mientras da cuenta de su ensalada de rúcula, brie y láminas de almendras. Al comentar la escena neoyorquina dedica un párrafo a los poderosos galeristas, como Larry Gagosian, con más presupuesto que los museos, capaz de montar un gran show del "último Monet", en su galería de Chelsea. ...ste sigue siendo el mejor vecindario para mostrar y vender arte contemporáneo. A Douglas no le gusta el Meatpacking District , "es un lugar un tanto artificial, fabricado, puede funcionar más para diseño y moda, no para arte", remata y va por el flan con dulce de leche. Metros más allá, Claudia Caraballo y "Tatato" Benedit ajustan los criterios expositivos de la formidable muestra inaugurada anoche. Platería, utensilios de la vida cotidiana, atalajes y enseres de caciques y tribus de la pampa, en un corte histórico. Una lección magistral para profundizar en cuestiones de identidad, pero también para entender el refinamiento de los textiles y piezas de platería, obra de manos indias. Allí está también un tesoro bien guardado: el poncho bayo que fue del general José de San Martín.