Sobre mármol, con galletitas o picadillo de papel, el libro de artista se impone en el ecosistema creativo
Obra de arte en sí misma, es un género que se recrea y genera más interés con el tiempo; además del texto, invita a la exploración táctil y visual de la pieza
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Liberado de museos, galerías, críticos y marchands (aunque sin abandonar el circuito que lo involucra), el libro de artista se convierte en una obra por derecho propio. Es una de las aproximaciones a este género singular de experiencia creativa y editorial que tiene entre sus cultores artistas internacionales y locales como Henri Matisse, Edward Ruscha, Libero Baadi, Dieter Roth (que hizo “libros salchicha” con picadillo de páginas de libros y revistas, especias y grasa, entre otros ingredientes), Marie Orensanz, Andrea Moccio (que lanzó una edición de serigrafías sobre galletitas); Sophie Calle y Juan Carlos Romero. En Libro de artista. Objeto de sí mismo, la artista y académica Matilde Marín y la editora y profesora Natalia Silberleib reflexionan e ilustran acerca de un formato al que se le han dedicado exposiciones, ferias e investigaciones.
“La idea de escribir sobre el libro de artista surgió en mí hace varios años como un gran deseo y decisión de dejar ciertos testimonios -dice Marín a LA NACION-. Cuando vi que volvía esta práctica pero con escaso conocimiento histórico, decidí que no podía seguir esperando más. Llevé adelante el proyecto en mi estudio y lo concreté con dos mecenazgos y mi asistente Laeticia Mello, que hizo un trabajo estupendo en la programación de las entrevistas. Hablé también con Natalia Silberleib que viene trabajando muy seriamente en este género y tiene gran conocimiento del contexto actual”.
Marín, que ha publicado sus propios libros de artista, define el género como una forma de expresión que puede variar ampliamente en su forma y contenido. “Se considera una obra de arte en sí misma y la experiencia se realiza a través de la exploración táctil, visual e incluye muchas veces también el texto -detalla-. Es fundamentalmente el proyecto de un artista que utiliza variedad de técnicas y materiales para la creación de estos libros. Muchos artistas también lo utilizan como soporte para su obra. En un libro de artista todo se entrelaza de manera diferente; la disposición de las páginas y diversidad de materiales pueden tomar un aspecto más experimental y, sobre todo, expresar sus ideas y emociones. Es tanto un soporte como un vehículo de una obra de arte”.
En el origen estuvieron las vanguardias. “A principios del siglo XX, conviven los dadaístas y futuristas, influidos por Stéphane Mallarmé: su libro Un golpe de dados fue un acto poético-gráfico rotundo. También Marcel Duchamp tendrá un lugar y pondrá su marca en los libros conceptuales futuros. Pero para mí el gran creador de libros de artista fue el suizo-alemán Dieter Roth, su obra tan libre, experimental, diversa y extensa ha marcado a partir de los años 60 el trabajo posterior de los artistas que trabajan este género. Tuve la suerte de asistir en el MoMA durante 2013 a su exposición antológica Espera, luego de esto no será nada. Creo que fue la primera vez que este artista rudo y con mal carácter, pero con una capacidad creativa infinita, tenía una muestra de esa magnitud”.
En América Latina aumenta el interés en esta especie artística-editorial . “Con exposiciones importantes en México, Brasil y Chile, son parte de esta historia reciente -dice Marín-. En la Argentina, artistas emblemáticos lo cultivaron y tiene en Edgardo Antonio Vigo a uno de los iniciadores. Luego en los años 90, muchos artistas, entre ellos algunos que procedían del grabado, trabajaron fuertemente. Actualmente veo que los artistas de generaciones jóvenes se acercan a esta práctica recuperándola”. Un ejemplo reciente es Cuando se caen las paredes, de Elisa O’Farrell, que construye dípticos con imágenes de redes sociales y de incendios durante la pandemia.
Para las autoras, el libro de artista es un género que se ha ido recreando, conformando y transformando por los artistas. “Desde su inicio lo han practicado los artistas en solitario en sus talleres. Las ediciones eran generalmente pequeñas, austeras, muchas veces se utilizaba la fotocopia. Posteriormente al profesionalizarse, en algunos casos la relación entre libro de artista, escritores y editores se volvió una colaboración creativa donde cada uno aporta sus habilidades y perspectivas individuales”, señala Marín.
“Son artistas, editores, teóricos a los que conozco bien y sé de su compromiso con este género -dice sobre seis entrevistados incluídos en el libro: la mexicana Claudia de la Torre, la chilena Teresa Gazitúa, Luis Pazos, la española Rocío Santa Cruz, el brasileño Paulo Silveira y la española Antonia Vila-. Sus inteligentes reflexiones a partir de sus propias historias complementan lo que imaginé al pensar en esta publicación. Hay muchas respuestas que llevan a la historia del arte, a cruces entre arte y vida, a artistas y editores. Todos muestran sus experiencias y pasión por este género, y esto no es raro pues la experiencia para un artista o un editor al hacer libros de artista, puede ser profundamente gratificante porque desde él se ofrece un espacio creativo sin límites”.
Para Silberleib, el libro de artista redefine y amplía el concepto de libro. “Como soporte o dispositivo, el libro es muy transversal y ha sido utilizado por el arte desde siempre -dice a LA NACION-. Actualmente, se habla de ‘libro contemporáneo’, ‘libro expandido’ o edición experimental para situar al libro dentro de las prácticas artísticas contemporáneas, donde ocupa un espacio importante para artistas y editores. El teórico español Txuma Sánchez habla de un nuevo ecosistema en los libros de artista que incluye a los editores como parte del hecho artístico. En cuanto a la obra, muchos artistas eligen el libro o diferentes tipos de publicaciones para difundir su trabajo o para experimentar con otros formatos y para diversas audiencias. Como decía Ulises Carrión, creo que el concepto de libro-obra es el que mejor define este tipo de género híbrido entre lo artístico y lo editorial”.
“Cada época tiene sus propias formas de representación y el libro obra tiene su aparición estelar a partir de los años 60, en un contexto de luchas sociales y políticas en todo el mundo -remarca Silberleib-. Ejemplo de esto es el arte correo latinoamericano que posibilitó la circulación de obras de artistas de diferentes países con claras definiciones políticas y denuncias. En lo económico, se convierte en un modo más ‘ágil’ y accesible de presentarse en el mercado del arte o de entrar en circuitos alternativos con precios mucho más bajos que los de las artes ‘tradicionales’. La definición, si es que existe una, de libro-obra no tiene que ver necesariamente con la calidad de los materiales ni de la producción sino con la idea, el concepto. Esto me lleva a hablar del contexto artístico: el libro obra nace en el marco del arte conceptual. Actualmente se habla de ‘publicar como práctica artística’, mostrando cómo se amplifica su zona de acción”.
Si bien el coleccionismo de publicaciones de artista no ha crecido demasiado, “permite el rescate de obras muy valiosas; los archivos existentes fueron parte de la escena de los libros obra y hoy son importantes fondos documentales, como el Centro Vigo o el Árchivo Vórtice, entre otros”.
La digitalización propicia nuevas formas de creación y trabajo. ”El discurso de lo digital genera nuevos pensamientos y conceptos, como lo demuestran los escritos de Kenneth Goldsmith -dice Silberleib-. Digamos que las máquinas siempre irrumpieron y participaron de la producción de libros obra, como con la fotocopiadora y el Xerox art, y ahora lo que irrumpe es el lenguaje digital, los programas y los algoritmos. Otro ejemplo muy interesante es The Library of Non Human Books cuyos autores-programadores producen un libro obra con algoritmos creados a partir de otros libros”.
Silberleib coordina talleres sobre este género híbrido con artistas, escritores, editores e investigadores. “Pongo a disposición información híbrida, precisamente, y muestro un panorama específico pero a la vez amplio de artistas de libro de diferentes lugares y épocas -sostiene-. Abordo mis clases desde un enfoque conceptual e integrativo donde propongo que usen lo que muestro como disparador creativo, que investiguen cuando nombro a artistas o movimientos. El campo teórico siempre se amplía y a veces descubro un viejo texto nuevo que da vuelta lo que pensaba. Muestro muchos libros y publicaciones, algo que a la gente le encanta y le resulta útil. Propongo a los participantes que desacralicen el objeto libro para que lo miren de otro modo y empiecen de nuevo, que lo ‘profanen’”. A sus talleres y a la Escuela “Un libro es un libro” asisten artistas, estudiantes, diseñadores, escritores, editores y curiosos. “La propuesta es que disfruten y que tomen las clases solo como un punto de inicio de un gran viaje”, concluye.
El volumen, editado con el apoyo de Mecenazgo porteño, incluye un glosario, una sección con imágenes de libros de artista y referencias para buscar más información en internet. Se lo puede comprar en las librerías de Fundación Proa y el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, y en Mercado Libre. Cuesta $ 10.000.