Sobre los traductores de Proust
Recientemente las traducciones al español de En busca del tiempo perdido se han multiplicado. El autor de Marcel Proust and Spanish America, especialista en el tema, considera los valores y las diferencias de las más conocidas, entre las que sobresale la realizada por Estela Canto
Aunque el poeta español Pedro Salinas hizo la primera traducción al castellano de los dos tomos iniciales de En busca del tiempo perdido -Por el camino de Swann (1920) y A la sombra de las muchachas en flor (1922)-, abandonó su trabajo en el tercero, y José María Quiroga Plá no completó su versión de El mundo de Guermantes hasta 1932. A causa de la Guerra Civil y la política homofóbica de los franquistas, hasta 1952 no apareció en España una edición completa de los siete tomos proustianos. Por eso fue una editorial argentina, Santiago Rueda, la que publicó por primera vez en lengua española todo En busca del tiempo perdido.
Para realizar esta hazaña, Santiago Rueda contrató al escritor argentino Marcelo Menasché, quien hizo su versión de los últimos cuatro tomos: Sodoma y Gomorra y La prisionera (1945), Albertina ha desaparecido y El tiempo recobrado (1946). Aunque dentro del país se consideraba la traducción buena, el contraste entre ésta y la de Salinas y Quiroga Plá era demasiado evidente y algunos críticos de otros países concluyeron que la de Menasché era inferior.
No obstante, la edición de Santiago Rueda llegó a todas partes de Hispanoamérica y se la puede encontrar aún en sus librerías y bibliotecas. Contra las dos versiones españolas de los últimos tomos, la de Fernando Gutiérrez (Plaza & Janés, 1952) y la de Consuelo Berges (Alianza, 1967-1969), le ha sido muy difícil a la traducción argentina competir en España. Pero Santiago Rueda y sus sucesores la han seguido publicando para los lectores de América.
Curiosamente con el nuevo siglo se inició otra época. En el año 2000 una nueva traducción argentina y dos españolas comenzaron a publicarse. Así aparecieron en ese año la versión de Del lado de Swann de Estela Canto (Losada, Buenos Aires), la de Por la parte de Swann de Carlos Manzano (Lumen, Barcelona) y A la busca del tiempo perdido I: Por la parte de Swann. A la sombra de las muchachas en flor traducido por Mauro Armiño (Valdemar, Madrid). Como se puede ver, los nuevos traductores modificaron el título Por el camino de Swann y Armiño cambió hasta el título general.
En realidad, la traductora argentina -a quien Jorge Luis Borges le había propuesto matrimonio alguna vez- había empezado su versión mucho antes. Es difícil decir con exactitud cuándo, pero aunque utilizó como base, al igual que Manzano y Armiño, una de las nuevas ediciones francesas que se publicaron a partir de 1984, ciertos detalles del texto sugieren que ella había trabajado anteriormente con la primera edición de La Pléiade de 1954. De todas maneras, antes de su muerte en 1994, Estela Canto puso fin a su trabajo.
Desde 2000 se ha continuado la carrera por publicar el total de la gran obra proustiana. En 2001, Lumen publicó la versión de Manzano de A la sombra de las muchachas en flor y Losada proporcionó su edición del mismo título en 2002. En este año apareció la traducción de La parte de Guermantes de Manzano, al igual que el segundo volumen doble de Armiño con La parte de Guermantes y Sodoma y Gomorra. Del lado de Guermantes traducido por Canto llegó con un poco de atraso en 2003, pero la versión de ésta de Sodoma y Gomorra se publicó en 2004, como la de Manzano. Evidentemente, Mauro Armiño ha ganado la carrera, pues su tercer volumen doble, que contiene La prisionera, La fugitiva y El tiempo recobrado, se publicó en junio de 2005. Según el anuncio de Losada, Estela Canto también finalizó los últimos tomos y han de estar disponibles en el futuro. Lo mismo se prevé en el caso de los de Manzano, quien sigue trabajando en Ibiza.
Si las tres versiones nuevas llegan a completarse, tendrán por lo menos dos grandes ventajas sobre las traducciones al español anteriores. Primero, se han basado en los textos franceses más recientes, lo cual es muy importante. Por servirse de las primeras ediciones francesas, Pedro Salinas vertió al español muchas faltas de imprenta, que nunca se han corregido. Menasché, por su parte, utilizó una edición francesa anterior a la muy estimada de 1954. Segundo, las nuevas ediciones de las editoriales Valdemar, Lumen y Losada serán de un solo estilo y reflejarán cada una la perspectiva y el arte de un traductor en vez de tres.
Sin duda, no es fácil decidir cuál de las traducciones nuevas es mejor. Salta a la vista que Mauro Armiño ha ingresado más en el mundo proustiano y ha añadido a su traducción mucha información para ayudar al lector. En su primer volumen doble, encontramos un prólogo erudito, un cuadro cronológico, tres diccionarios, una bibliografía y un álbum. Asimismo, al final de los tres volúmenes hay muchísimas notas sobre Proust y su mundo, y resúmenes de la acción. En contraste, Carlos Manzano nos ofrece sólo su texto, pero él se ha esmerado más en el estilo. En cierta forma, es muy atrevida la traducción de Manzano porque él ha querido crear un texto que un autor de lengua española hubiera podido escribir. Aprovechando la tradición barroca hispánica que va desde Góngora hasta Lezama Lima, intenta trasladar las complejidades sintácticas y estilísticas de Proust al castellano.
En el caso de la traducción de Estela Canto, no hallamos ni el aparato crítico de Armiño ni la osadía estilística de Manzano. La edición de Losada no lleva más adorno que las imágenes del genial fotógrafo francés Paul Nadar que figuran en las cubiertas, pero ésas son muy apropiadas. Así, algunos de los modelos de Proust -Charles Haas, Sarah Bernhardt, la Princesa Soutzo y Robert de Montesquiou- ilustran los tomos en los cuales aparecen los personajes que corresponden: Swann, la Berma, una dama aristocrática y el Barón de Charlus.
Después de haber comparado en muchos fragmentos el estilo de las distintas traducciones, pude concluir que Canto, Armiño y Manzano son más fieles al texto proustiano que Salinas, quien seguía a veces más su propia imaginación que la del novelista francés. Por otra parte, los tres traductores nuevos también evitan la excesiva literalidad de que pecaban Menasché, Gutiérrez y otro español, Julio Gómez de la Serna (autor de la traducción publicada por Aguilar), los cuales a menudo traducían modismos palabra por palabra. Aun me atrevo a decir que los nuevos traductores superan a Consuelo Berges en por lo menos un aspecto: ninguno de ellos trata de enderezar la sintaxis de Proust, como ella solía hacer. En este punto, sólo Manzano se acerca un poco a Berges cuando se sirve de guiones en lugar de comas o paréntesis para indicar cuáles son los incisos menos relacionados con la cláusula principal. De este modo, cambia la puntuación de Proust.
Sin duda, la cuestión del habla rioplatense es muy pertinente y nos puede ayudar a distinguir entre la versión de Canto y las de Armiño y Manzano. Como es natural, estos dos traductores reflejan el castellano de España y aquélla, el español del Cono Sur. Pero, como otros traductores actuales, los tres han tratado de dirigirse a un público muy amplio. Por eso, Estela Canto evitó los argentinismos que se le achacaban tanto a Menasché, como "mucama". De igual modo, Armiño y Manzano prefirieron servirse de modismos muy generalizados, como "tomarle el pelo" en vez de otros más limitados en el espacio y el tiempo como "darle con queso", que usó Salinas alguna vez.
Es quizás en Sodoma y Gomorra (el tomo proustiano que otro argentino dio por primera vez al mundo hispánico y en el cual ni Manzano se muestra tan brillante ni Armiño tan erudito) donde es posible ver mejor el modo en que Canto sí sabía defenderse como traductora de Proust. Ella presenta, con el mismo nivel de capacidad que los dos nuevos traductores españoles y en un grado más alto que los anteriores de ambos lados del Atlántico, ese texto muy original y polémico del novelista francés. Así, Canto nos hace ver con claridad el encuentro fortuito entre el Barón de Charlus y el sastre Jupien y cómo, por sus gestos, el narrador proustiano pudo darse cuenta de que ambos eran homosexuales. Luego, Canto nos ofrece, en un español totalmente normativo, pero de América, tanto la velada en casa de la Princesa de Guermantes como la segunda visita a Balbec, cuando el narrador comenzó a sospechar que su amada Albertine deseaba a otras mujeres. Ojalá que los tres tomos restantes se publiquen pronto para que podamos ver cómo la argentina Estela Canto terminó su versión de la novela proustiana.