Sobre la música ciudadana
POETICAS DEL TANGO Comp.: Oscar Conde-(M. H. Oliveri Editor)-199 páginas-($ 15)
Oscar Conde es un excelso gladiador de la cultura popular. Profesor de la UBA, experto en lenguas clásicas, miembro de número de la Academia Porteña del Lunfardo y autor de un gran diccionario etimológico del habla del arrabal, este joven escritor representa dos cosas a la vez: el interés de las nuevas generaciones por el tango como fenómeno poético y los primeros intentos serios de que la academia baje al estaño. Esta última operación consiste, precisamente, en lograr que la universidad abandone su "repugnancia" por uno de los grandes fenómenos de la poesía argentina y que trate con el mismo rigor a Cadícamo y a Contursi que a Withman y a Ezra Pound. No es una tarea fácil. A pesar de que la poética del tango es seguida con atención en cátedras universitarias de Hamburgo, Toulouse, Utrecht, Maastricht y Brujas, catedráticos argentinos --con muy pocas excepciones-- siguen creyendo que se trata de un género menor y bastardo y que sus grandes poetas no merecen un solo renglón en la historia de la poesía argentina.
Conde se rebela contra ese prejuicio y convoca a un grupo de profesores de literatura para realizar Poéticas del tango, un libro imprescindible que indaga con hondura en la filosofía de las obras de Pascual Contursi, Enrique Santos Discépolo, Cátulo Castillo, Homero Expósito y Horacio Ferrer.
El libro desmenuza así el carácter épico-dramático de un género eminentemente narrativo y de fuertes implicancias sociales, existenciales y metafísicas. La obra de Contursi ("el hacedor del tango") abre el juego: sus porteños "vienen de lo hondo de la poesía; sus personajes expresan los mismos sentimientos cantados por Dante, Petrarca, los pastores de Garcilaso y el yo-lírico de Lope de Vega, aunque hablen en lunfardo y no en latín".
A continuación se hunde el bisturí en Discépolo y en su grotesco: "¡Cuánto dolor, que hace reír!" Las líneas que se destacan de sus tangos estremecen: "Quien más, quien menos,/ pa´ malcomer,/ somos la mueca de lo que soñamos ser". Conde desnuda a los antihéroes discepolianos y elige una confesión de parte que resulta toda una definición sobre el argentino de todos los tiempos: "Yo he querido pintar --decía Discépolo-- la situación de un hombre que está pobre, caído, sin recursos, no teniendo nada y ambicionándolo todo".
Un solo verso de Cátulo Castillo, el poeta que escribió sobre búsquedas y ausencias, vuelve a justificar todo el libro. Ese verso filosófico dice: "Total al fin nada es cierto". Luego Homero Expósito, que se formó en la Facultad de Filosofía y Letras, se revela como un hombre que utiliza el amor para "presentar la síntesis dialéctica que resuelve la contradicción entre la vida y la muerte".
Al final, el libro de Conde posa su análisis sobre Horacio Ferrer, de cuya obra Cátulo Castillo dijo: "es una revolución de la lengua". Surrealista, barroco, realista mágico, modernista y clásico, Ferrer es rescatado aun en sus énfasis teatrales y en sus golpes de efecto. Inventor de palabras ("bandoneonía", "misticordia", "tristería"), el gran poeta contemporáneo se inmortaliza en "Solo y espera": "Siguió la tarde fraseando sus propinas./ Los años se gastaron. Tangamente,/ la vida hizo su solo de rutina". Los maestros de Ferrer son toda una revelación: Valle Inclán, César Vallejo, García Lorca, Rubén Darío, Cervantes, Juan R. Jiménez, Miguel Hernández, Lugones, Baudelaire, Julio Verne y Ray Bradbury. "Se rechifló el colectivo que tomé para tu casa./ Yo vi que el colectivero, por san diablo, bocinaba/ raros tangos que Alfonsina con Ray Bradbury bailaba/ sobre el capó entre un tumulto de camelias y galaxias".
Poéticas del tango se vale de las armas del análisis de la "alta literatura" para que la gran expresión cultural de los argentinos deje la puerta de servicio de la academia y entre por la puerta grande. Es seguro que lo logrará.