Siri Hustvedt y Paul Auster: letras, amor y pospandemia en el cierre del festival Filba
Con una programación mixta, de actividades online y presenciales, el festival convocó a autores internacionales y locales; la pareja de escritores, desde Brooklyn, brindó su visión sobre la pandemia y el arte de la ficción
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Al término de cinco días de encuentros presenciales y virtuales motivados por la literatura, la 13ª edición del Filba llegó a su final ayer con la conversación entre Siri Hustvedt (1955) y Paul Auster (1947), dos de los escritores internacionales más reconocidos del mundo, con el periodista Nicolás Artusi. Sin pantalla dividida entre ambos y desde el living de su casa en Brooklyn, los autores, “viejos amigos del Filba”, como los presentó Artusi, conversaron con amabilidad y buen humor, aunque el eje temático de esta edición del festival haya sido la ansiedad.
La pandemia sigue siendo un tema inevitable. “Las vacunas son una gran esperanza para el mundo -comenzó Hustvedt-. Y al mismo tiempo esto todavía no se terminó. Las lecciones continuas tienen que ver con la interconectividad, no solo de los humanos: todos los ecosistemas están conectados”. Auster dijo que vivimos en un mundo en el que existen muchas disparidades y contradicciones. “Si bien sabemos que las vacunas son lo único que puede terminar con la pandemia, muchos países no tienen acceso a ellas. En Estados Unidos tenemos vacunas para todo el mundo y, sin embargo, hay un gran porcentaje de la población que se rehúsa a vacunarse por motivos que no comprendo. Es como si las personas, de manera voluntaria, se estuvieran convirtiendo en asesinos potenciales o quisieran suicidarse”. Hustvedt adjudicó esta conducta al legado del “individualismo feroz” en su país, que actúa en detrimento de la vida colectiva. “Hay dos bandos en una sola batalla y nuestra democracia pende de un hilo”.
Auster puso en duda que la experiencia pandémica origine nuevos relatos. “Quién sabe - reflexionó el escritor-. Si algo hemos aprendido en nuestra larga vida es que los humanos son impredecibles. Cuando nos mejoramos de una gripe o una neumonía, no pensamos más en la enfermedad. Hace falta mucho tiempo para que surja una verdadera ficción a partir de hechos históricos”. “Creo que solo hay tres monumentos en el mundo que conmemoran la pandemia de 1918″, observó Hustvedt, y anunció que ella sí incorporará la pandemia en su nueva novela.
Respecto de la ansiedad a la hora de escribir, la autora de Todo cuanto amé admitió que al inicio de 2020 había sentido una ansiedad adicional. “No podía escribir ficción”, dijo. Dando vuelta la página pandémica, Auster dijo que le llevaba años escribir una novela. “No voy al encuentro de las historias; ellas me encuentran a mí. Es un proceso muy extraño y no puedo definir cómo funciona. Al principio tengo una idea, que siempre cambia cuando empiezo a escribir”. Al terminar una obra, el autor reveló que experimenta una suerte de exaltación, “que dura unos 35 segundos”, y que luego deplora el tiempo invertido en la escritura. Y citó a Samuel Beckett: “No bien se seca la tinta, me repugna”. “Yo la llamo la etapa de la aversión”, dijo Hustvedt con una carcajada, y contó que sus ficciones nacen a partir de una imagen mental. “Cuando el libro está terminado, esa imagen disparadora puede ser muy remota, pero todavía podemos ver la semilla que alimentó la narración”.
Para Auster, autor del grandioso La llama inmortal de Stephen Crane, biografía de más de mil páginas, la línea más importante de un libro es la primera oración. “Hay muchos comienzos en falso en la literatura”, remarcó. Entre sus favoritos, están los de Moby Dick y Ulises. De su paso por Buenos Aires en el otoño de 2002, recordó las “maneras creativas” de la población de sobrellevar la crisis socioeconómica de entonces, el sentido del humor de la gente y que, en una milonga a la que fueron, un bailarín de tango se había enamorado de Hustvedt. “Hay algo hermoso en la luz de Buenos Aires”, agregó. “Es uno de los pocos lugares del mundo, como Nueva York, donde el psicoanálisis es tan importante; tengo un interés eterno en Freud y en otros psicoanalistas”, dijo la autora galardonada con el Premio Princesa de Asturias en 2019. Más adelante en la charla, destacó que uno de los aspectos más tristes de la cultura es haber dejado de conocer a autores que se perdieron a causa del desinterés o la falta de comprensión. “Hay muchos ejemplos de escritores que fueron desplazados y luego redescubrimos -indicó-. Tenemos que ser muy cuidadosos con la idea del canon, que establecen personas que ocupan posiciones de poder en el mundo de la cultura y que tienen una avidez más excluyente que incluyente. Como mujer, debo decir que descubrí escritoras que habían sido ridiculizadas u olvidadas, como Margaret Cavendish, una de las grandes filósofas naturalistas del siglo XVII”.
Antes de finalizar, agregó que se había sentido “empoderada” al comprender que la misoginia que enfrentan las escritoras nunca es personal. “Siri es una genia -dijo su enamorado marido-. Tiene una doble o triple vida. Escribió esas novelas maravillosas y poderosas y a la vez hizo un enorme trabajo intelectual original, profundo y erudito”. “Me casé con el hombre correcto”, bromeó ella. La charla completa se puede ver en el canal de YouTube del Filba.
Como ellos, otros autores participaron de modo virtual del Filba. Luego de la inauguración a cargo de la uruguaya Ida Vitale, Premio Cervantes 2018, estuvieron presentes autores de la escena literaria actual como la canadiense Rachel Cusk, las mexicanas Margo Glantz y Elena Poniatowska, los estadounidenses David James Poissant y Lydia Davis, la japonesa Minae Mizumura, la francomarroquí Leïla Slimani, los españoles Milena Busquets y Andrés Barba, el galés Cynan Jones y el brasileño Tiago Ferro. Los cupos para los talleres online y las actividades presenciales, que se desarrollaron en la librería Eterna Cadencia, la Fundación Cazadores y el Museo Sívori, se agotaron.
Los números de una edición atípica
A lo largo de cinco días, participaron del Filba 34 autores y artistas internacionales y 64 autores y artistas nacionales, como María Negroni, Fabián Casas, Leila Guerriero, Emilio García Wehbi, Julieta Venegas, Enzo Maqueira y Agustina Bazterrica en más de setenta actividades programadas. En las más de sesenta horas de transmisiones online, se contabilizan hasta ahora 26.144 visualizaciones. Más de 2500 personas asistieron a las actividades presenciales. El fin de semana, el jardín del Sívori se llenó de libros y lecturas, con gente intercambiando ejemplares al aire libre.
“Afortunadamente, el foco de esta edición fue la presencialidad -dijo Sanz a LA NACION-. El reencuentro que se produjo fue lo más emocionante. En 2020 fue totalmente online y este año pasamos al formato híbrido, con lo mejor de las dos situaciones: escritores y público que pudieron conectarse desde cualquier parte del mundo sin perder la calidez, y la magia de la presencialidad, de volver a vernos de cuerpo presente y poder acercarnos a narradores y poetas. Hubo muchas instancias emotivas, fue muy conmovedor”. El leal público del Filba, que crece año a año, respondió de buen grado a la convocatoria y, dicen los organizadores, creó incluso un neologismo para describir la experiencia: “filbear”.
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