Rosario arty: la excusa perfecta para viajar el fin de semana largo
Diez muestras y un puñado de estaciones culturales integran este tour por la capital cultural de Santa Fe; hay clásicos, contemporáneos e independientes
Fin de semana largo con temperatura de primavera, ocasión ideal para una escapada arty a Rosario que, sin citar a Fito Páez, está bien cerca por autopista (300 kilómetros por la 9). Actualmente tiene en cartel suculentas muestras de arte histórico y contemporáneo, un puñado de librerías y cafés para el deleite, un río marrón y un bulevar coqueto que une los puntos del mapa cultural.
Un buen comienzo es por los museos principales de la ciudad, que se unen en una agradable caminata por Bulevar Oroño, entre el Parque Independencia -donde está el histórico Castagnino- y el río Paraná -donde se levantan los silos de colores de su par contemporáneo, el Macro-. En los dos espacios se despliega la muestra Capital, que reúne incorporaciones a la colección conjunta de 4200 obras, mediante compras, premios adquisición y donaciones a lo largo de 97 años. "Cruzamos el arte contemporáneo con nuestras bases, origen e identidad", señala Marcela Römer, directora de esta dupla de instituciones unidas por la cabeza. Hay diálogo entre obras de siglos diferentes: en el Macro, conviven los paisajes del maestro Butler y el joven Agustín Sirai, una naturaleza muerta de Spilimbergo del 36 con una donación de 2014 de Cecilia Szalkowicz y los cráneos de Ruth Viegener con nocturnos de Malharro. En el Castagnino, la serie La vida de un día, de Fernando Fader, de 1917, está a pasos del ganador del LXVIII Salón Nacional de Rosario 2014 (los finalistas se exhiben en el primer piso): el lienzo enorme de Joaquín Boz oficia de telón de fondo para los conciertos de música clásica que se realizan religiosamente cada domingo, a las 19.
Por el camino, salpicado de palacetes centenarios y a la sombra de grandes árboles, está el Espacio de Arte Fundación Osde, donde se pueden ver los grabados de cinco artistas activos en la primera mitad de 1900: Santiago Minturn Zerva, Ricardo Warecki, Pedro Barrera, Rubén de la Colina y Rosa Aragone. Y más adelante, en la galería Diego Obligado, esperan los dibujos secretos de una gran grabadora, Melé Bruniard, que escondió por 50 años los delirios vegetales surrealistas de su lápiz.
El Espacio Richieri bien vale un desvío de siete cuadras: una encantadora casita art nouveau, que es el estudio de la artista, escritora, editora, docente y gestora cultural Lila Siegrist, tan multifacético como ella. "Es un problema del otro no poder clasificarme. Esos prejuicios me ponen en un lugar de intensidad sostenida conmigo", explica. Ahí funciona la editorial Yo soy Gilda, sello que codirige con Georgina Ricci. Desde 2010, junto con Pablo Montini, editan Anuario. Registro de acciones artísticas en Rosario, una guía imprescindible de la escena local. La edición 2014 saldrá a la venta a fin de mayo. "Es una publicación de textos e imágenes, con pluralidad de voces. Este año tiene 96 autores", se entusiasma Ricci. También hay una sala de exposición, otra donde se desarrolla el ciclo de charlas con artistas Zona Liberada, y una trastienda de obras de pequeño formato y pequeños precios a la vista de todos (para tentarse, desde $ 500 a 1500) en sus etiquetas: Juan Grela, Gustavo Cochet, Héctor Pichi De Benedictis, Ricardo Supisiche, Mariana Tellería, Gastón Miranda y Maxi Rossini, entre otros.
Por la zona, Mal de Archivo es el lugar para sumergirse en ediciones novedosísimas y libros viejos, en cajones con discos de vinilo y en una pequeña sala de arte donde la semana próxima habrá una instalación de Eugenia Calvo. Todo se disfruta mejor con un buen café y un cheesecake con frutos rojos que es furor ($ 17 y 48). Al final del recorrido, a los pies del Macro, al nivel del Paraná, está el restaurante Davis (como los silos) para comer buen pescado ($ 295 la bandeja de surubí, pejerrey y boga, con papas cuadrillé y alcaparras) y ver pasar los barcos tan cerca que asustan.
Día 2: hacia el casco histórico
Segundo día de caminata ribereña, esta vez desde el monumental Parque España, con sus escaleras abismales y dos columnas herculianas, colosales, que no sostienen nada. El Centro Cultural es subterráneo y lo componen tres túneles abovedados. Ahí se exhibe Yeso, del colectivo Splash in vitro, que integran Manuel Ameztoy y Ernesto Arellano, mezcla de escultura, pintura y arte textil: cortinas de papel calado, pinturas volumétricas, escultura y un mural al fresco.
Más adelante, siguiendo por la costanera, en el Centro de Expresiones Contemporáneas está Intimidades, exposición que reúne instalaciones, fotografías y videos de destacados artistas contemporáneos: Ananké Asseff, Matías Candela, Ana Gallardo, Adriana Lestido, Sebastiano Mauri, Diana Schufer, Rosana Storti y Martín Weber. "La potencia de las obras reside en la honestidad brutal, en la búsqueda de los artistas de presentar las intimidades más sentidas", comenta el curador, Fernando Farina. También confesional es el living cubierto de arena de la instalación Me enamoré 18 veces y solo recuerdo 3, de Mariana De Matteis.
Ya entrando en el casco histórico hay más obras de Ameztoy en el Espacio Cultural Universitario, un magnífico edificio de mármoles, planta basilical, vitraux y puertas de bronce donde funcionó alguna vez un banco y hoy hay encuentros de música, teatro y poesía. "Monté una serie de instalaciones de gran formato que reuní de diferentes intervenciones realizadas entre 2009-2014", cuenta el artista. Entre el ruido de las dos peatonales (Córdoba y Santa Fe al 900) hay un galería centenaria que es reducto de artistas. El Pasaje PAN tiene encanto de antes, un silencio increíble y reúne los talleres de los artistas Flor Balestra, Gastón Herrera, Carlos Aguirre, Eugenio Previgliano, y tiendas de luthiers, muebles reciclados, insumos de arte, objetos de diseño, libros y antigüedades, rarezas como la Asociación Rosarina de Esperanto, talleres de idiomas y yoga, y un piano donde cualquiera se sienta a tocar. "Esta galería tiene una atemporalidad especial, otra calidad de vida. Es una comunidad y habilita a jugar. Es un mundo aparte", dice Balestra, su alma máter desde hace 24 años.
El bar que suele congregar a artistas, escritores, músicos y afines es El Diablito (tragos entre $ 50 y 80), antigua whiskería portuaria devenida antro hipster donde hay un ciclo de recitales acústicos, Cantautores y Diablitos. Más temprano, conviene tomar un café ($ 20) en El Cairo: una mesa intervenida por Rodolfo Perazzi recuerda a la de los galanes de Roberto Fontanarrosa y se venden sus libros y merchandising. O tomar un café en la confitería del Hotel Savoy, donde se duerme como hace cien años ($ 1040, la noche): paredes gruesas que no dejan pasar ruidos, el techo a varios metros y el crujir de pisos de madera... todo muy romántico. Para seguir el viaje en el tiempo, a unos pasos está el Museo Estévez, con su colección de arte decorativo. Y muy cerca, el Monumento a la Bandera y sus conjuntos escultóricos de José Fioravanti, Alfredo Bigatti y Lola Mora. No se puede ir a Rosario y no pasar por ahí.
Souvenir: para leer en el viaje de vuelta
- Un gato que camina solo (Iván Rosado, 2013): textos y dibujos del artista Daniel García. "Una suerte de pequeño ensayo en el que se habla de los gatos negros y la mala suerte, Rudyard Kipling, el gato Félix y los orígenes del dibujo animado"
- Emilia Bertolé. Obra poética y pictórica (Libros EMR, 2006): pintora, poeta, musa y figura de la bohemia de los años 20, el libro rescata la vida y obra de una gran retratista, y Espejo en sombra, su único libro de poemas, de 1927
- Anuario. Registro de acciones artísticas en Rosario (Yo soy Gilda, 2015). Panorama de la vida cultural rosarina en imágenes y textos de 96 autores
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