Sin moraleja y con humor: las fábulas se reinventan
El género que tuvo sus mayores exponentes en Esopo y Jean de La Fontaine tienta a nuevos autores que reformulan las historias con animales para dirigirse a los lectores más chicos
"La madriguera de Tejón estaba llena de comida, pero él no estaba contento. «Manzanas, lombrices y raíces... lo mismo de siempre -suspiró-. Quisiera comerme una cena elegante para variar»." Así comienza Una cena elegante, de la japonesa Keiko Kasza, una de las autoras de libros para chicos que más venden en América latina.
Los relatos de Kasza están protagonizados por animales que enfrentan problemas y situaciones que podrían sucederle a cualquier niño. Tejón, el personaje central del cuento citado, persigue durante todo el día posibles presas que pretende convertir en plato central de su cena soñada. Pero pronto sus expectativas se verán frustradas y Tejón vuelve, muerto de hambre, a la madriguera, el punto de partida de su cacería. Allí lo espera una nota inquietante: "Lamentamos haber entrado sin invitación, pero nos perseguía un tejón espantoso y no teníamos dónde escondernos. Las manzanas, lombrices y raíces estaban deliciosas. ¡Gracias por una cena tan elegante!".
Sin moraleja explícita, pero con una clara enseñanza al fin, los libros de Kasza representan un nuevo estilo de la clásica fábula. Los animales (en su caso, tejones, cerdos, perros, sapos y hasta zarigüeyas) expresan sentimientos humanos y le sirven a la autora para hablar sobre temas universales: el amor, el miedo, la ambición, la avaricia, el valor de la amistad y la familia, la diversidad cultural, entre otros. Dirigidos a chicos de cuatro a seis años, están escritos con un lenguaje sencillo y un tono coloquial, con el humor como recurso fundamental. Sus títulos (Choco encuentra una mamá, Los secretos de abuelo Sapo, No te rías, Pepe y Mi día de suerte, entre otros) fueron relanzados en la Argentina por editorial Norma. Integran la colección Buenas Noches, junto con otros como Cu Canguro, de Gabriela Keselman y Nora Hilb, que aborda el tema de los celos por la llegada de un hermanito; Boris, un compañero nuevo en la escuela, de Carrie Weston y Tim Warnes, sobre la problemática del bullying, y El ratón de ciudad y el ratón de campo, de Kathrin Schärer, sobre la tolerancia y el respeto. "Son historias con animales que responden a algún valor, pero no lo hacen del modo antiguo con moraleja", dice Laura Leibiker, directora de Literatura Infantil y Juvenil de Editorial Norma.
En diálogo con LA NACION durante su reciente visita al país , Kasza contó que dibuja animales porque siente que esa elección le da mayor libertad para crear. "Mr Pig, uno de mis personajes, es un chanchito muy inseguro que pide prestadas partes de sus cuerpos a otros animales porque cree que se verá más elegante. No podía usar un niño para ilustrar eso: sería grotesco. Pero Mr. Pig podría ser yo o cualquier lector". Según Kasza, sus cuentos no tienen moraleja porque no pretende transmitir lecciones a los niños. El conflicto se plantea a lo largo del relato y el mensaje, cuando lo hay, queda abierto a la interpretación de cada chico.
"Los libros necesitan tener un tema central y si el eje de la historia tiene que ver con tratar bien a un amigo, entonces estará presente esa enseñanza. Pero será, más que nada, por una necesidad de la trama", completa la autora, cuyos dieciocho libros fueron traducidos a catorce idiomas.
En la colección A la Orilla del Viento, del Fondo de Cultura Económica, se destacan dos libros del francés Marcel Aymé (1902/1967), Los cuentos del gato encaramado volumen I y II, con fábulas protagonizadas por animales de granja. Hay una gallina que se convierte en elefante, un cerdo que aprende a volar y un gato que hace llover, entre otros personajes. Escritos con una sutil ironía, a través de estos relatos los niños pueden aprender sobre la vida rural y la forzada convivencia entre animales, que resuelven los problemas con imaginación. Lobo a la vista y otras fábulas de Esopo, de la editorial chilena Amanuta, es una versión moderna de las fábulas clásicas, en las que las moralejas se transmiten con humor a través de viñetas, al estilo de un cómic.
"Tengo una minicolección en la editorial Artemisa a la que le pusieron por mal nombre Valores que Enseñan Valores. Son adaptaciones de cuentos populares de ingenio y sabiduría que podrían tomarse como fábulas -cuenta Ana María Shua-. Un bebe recién nacido es un animalito o, más probablemente, un extraterrestre. No se transformará en ser humano hasta que no adquiera los códigos culturales: el lenguaje, la visión del mundo que el lenguaje impone y el resto de las claves que esa cultura considera necesarias para la vida en sociedad. También debe incorporar la ética del mundo al que pertenece." Para Shua, las enseñanzas son necesarias y no está mal que algunas se impartan en forma de narración. "Yo me quedo con las historias que no enseñan algo inmediato ni fácil de deducir, que son perturbadoras, misteriosas y dejan más preguntas que respuestas."