Sin lugara donde huir
La inauguración, de María Inés Krimer, propone una nada previsible vuelta de tuerca a un tema de máxima actualidad: la trata de personas
En sintonía con un tema que, en la actualidad, está cobrando mayor protagonismo tanto en la prensa como en los juzgados y aun en el debate legislativo -la trata de personas-, la nueva novela de María Inés Krimer (Paraná, 1951), La inauguración , ganadora del Premio Internacional Letra Sur 2011, logra dar una vuelta de tuerca al previsible relato desgarrador sobre las víctimas. La protagonista y narradora es una adolescente que huye de su casa y que termina capturada por una organización de trata en medio del campo, pero en su relato es imposible recuperar alguna fuga hacia el patetismo o la autoconmiseración. Su voz es uno de los grandes hallazgos de la novela. Lacónica, blindada para el dolor, sólo se permite efusiones cuando sueña con una vida tan imposible como frívola: ser como Valeria Mazza o como las señoras de La Rural, seducir a su captor y convertirse en su legítima esposa. La forma en que la protagonista transita por toda esa degradación que es su vida, incluso mucho antes de ser capturada, es sin dudas el sonido más violento de la novela, porque el contrapunto entre la improvisada lucidez con la que piensa y la obediencia casi voluntaria con la que actúa (hasta que se cansa y mata, como en dos oportunidades) representa con éxito una subjetividad compleja, que puede ser una víctima de descuidos familiares y de delitos, pero que en todo caso no se reduce a ello.
No conocemos su edad exacta, pero sí que en sus pensamientos conviven resabios de una ensoñación infantil con la dureza de quien debió crecer de golpe; no sabemos, al comienzo, por qué huye de su casa, pero sí que está familiarizada con las relaciones sexuales con adultos, dado que el abuso sexual que sufre en un ómnibus mientras duerme se consigna con una distancia anestesiada. Si su humanidad está tan degradada en la novela, no se debe tanto a la explicitación de aquello que la reduce a ser objeto de placer y de lucro para los demás, sino a que el foco está puesto en su universo subjetivo, con sus tensiones entre el goce, el sufrimiento y el grado cero de la conciencia, vértices que parecen organizar sus días.
Con una escasez de recursos narrativos extrema, el lector recupera, asimismo, el trasfondo social de los hechos, el "afuera" que rodea el encierro: el lock out patronal del año 2008. Si bien, en un sentido histórico, el aporte de la novela sobre los hechos es desestimable, no lo son, acaso, sus implicancias literarias: el clima de opresión que se vive en esa casa-prostíbulo aparece reforzado por el bloqueo de los caminos, y en ambos casos, son los patrones los que impiden la circulación de personas.
Con una estructura que obliga volver al principio para entender el final, La inauguración pareciera prometer una resolución de la historia, pero lo cierto es que su circularidad no hace otra cosa que potenciar el encierro, la ausencia de un lugar real hacia donde huir.
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