Sin consenso entre los expertos, continúan las dudas sobre si a Pablo Neruda lo mataron
El panel internacional que busca determinar si la presencia de una bacteria tiene relación con la hipótesis del envenenamiento, volvió a postergar hoy la entrega de su informe; este año se conmemora el cincuentenario de la muerte del poeta chileno
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A cincuenta años de la muerte de Pablo Neruda, y en el marco de un largo proceso judicial con idas y vueltas, exhumaciones y estudios, aún continúa la duda sobre cómo murió el poeta. La investigación, que desde hace once años indaga en la hipótesis que indica que el Premio Nobel podría no haber fallecido por un cáncer de próstata, como cuenta la historia oficial, sino por envenenamiento, aún no llega a su punto final.
Lejos de lo que se esperaba, el tercer panel de expertos internacionales reunido desde el 24 de enero en los Tribunales de Justicia de la capital chilena y por Zoom, con el objetivo de determinar si la bacteria clostridium botulinium encontrada en el los restos de Neruda guarda relación o no con la muerte del poeta, no logró ponerse de acuerdo, y solicitó una nueva postergación de la entrega de su informe preliminar para el 15 de este mes. El comunicado del Poder Judicial no especifica las razones de la falta de acuerdo.
“Hemos esperado años, esperemos unos días más. Todo apunta a que hubo intervención de terceros, pero ello tendrá que resolverlo la jueza Paola Plaza”, sostuvo Rodolfo Reyes, sobrino de Neruda y abogado querellante, en comunicación con LA NACION.
Ya el viernes pasado se había suspendido esta presentación por problemas de comunicación derivados de los incendios forestales que aquejan al sur del país, que impidieron que uno de los integrantes del panel suscribiera el informe. Con estos nuevos plazos, las conclusiones definitivas recién se conocerán el 7 de marzo, junto con los anexos y estudios que apoyan las conclusiones del reporte provisorio.
El panel está integrado por científicos, expertos en laboratorio, genetistas forenses, bioquímicos, matemáticos forenses e infectólogos de Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, El Salvador y Chile. Si bien las conclusiones a las que arriben no obligarán a la jueza a cargo de la causa a fallar en consecuencia, se considera que el informe será un elemento fundamental para sumar a los antecedentes del caso.
Las incógnitas y los cuatro funerales
Pablo Neruda murió a los 69 años el 23 de septiembre de 1973, doce días después del golpe militar de Augusto Pinochet, en la clínica Santa María de Santiago de Chile, según cuenta todavía hasta hoy la historia oficial y como consta en su certificado médico de defunción, de una caquexia cancerosa, un cáncer prostático.
“El tío Pablo estaba en Isla Negra y le pidió a Matilde Urrutia [tercera esposa del poeta chileno] ir a Santiago porque tenía un ardor en el estómago y fiebre. Inmediatamente, el tío, Matilde y su chofer Manuel Araya, partieron a la clínica. Allí lo encontraron con mucho decaimiento y fiebre, pero no lo llevaron a la Unidad de Cuidados Intensivos. No necesitaron esos auxilios”, relató Reyes.
Según afirmó Mario Carroza, el exjuez de esta causa y actual ministro de la Corte Suprema de Justicia de Chile, en conversación con LA NACION, está efectivamente confirmado que Pablo Neruda estuvo internado en la Clínica Santa María, que padecía cáncer de próstata, que lo atendió una enfermera y algunos médicos, y que lo inocularon. Lo que no se sabe aún es quiénes lo atendieron ni qué droga le administraron. Algunos dicen que habría sido esa sustancia la que causó o aceleró su deceso; para otros, se trató de un calmante para el dolor.
“Ese día, el chofer Araya salió de la clínica a comprar un medicamento, pero lo detuvieron y lo llevaron al estadio nacional”, agregó Reyes.
Desde entonces los restos de Neruda tuvieron cuatro funerales. Tres, antes del comienzo de este proceso judicial, y el último, durante el mismo. El primero fue el 25 de septiembre de 1973, cuando el escritor fue enterrado en un mausoleo que la familia Dittborn le prestó a Matilde Urrutia. Pero a los pocos meses, el 7 de mayo de 1974, sus restos fueron trasladados al Cementerio General. Finalmente, con el retorno de la democracia, en diciembre de 1992, Neruda fue nuevamente sepultado en Isla Negra, junto con su mujer que había fallecido en 1985.
Treinta y siete años después, en abril de 2011, Manuel Araya declaró en la revista mexicana El Proceso: “Lo único que quiero antes de morir es que el mundo sepa la verdad, que Pablo Neruda fue asesinado”. El chofer sospechaba que el poeta había sido envenenado durante su estancia en la clínica. A partir de ese testimonio, el partido Comunista presentó el mismo año una querella para que se investigue cómo murió Neruda, lo que dio inicio al proceso judicial que continúa hasta hoy.
“En 2010 recibimos un listado de causas de personas que efectivamente habían sido ejecutadas o habían desaparecido en el período entre 1973 y 1990, pero fundamentalmente en 1973. Dentro de esas causas está la de Neruda”, contextualizó Carroza a LA NACION. En marzo de 2013, el juez de la causa ordenó la exhumación de los restos con el fin de realizar un análisis general de las razones de su deceso. El procedimiento tuvo lugar el 8 de abril de ese año, en Isla Negra. Luego, los restos se trasladaron al Instituto Médico Legal para realizar el examen toxicológico. “En esta instancia los resultados indicaron que la causa de muerte del poeta habría sido cáncer de próstata”, recordó Carroza.
Pero las investigaciones continuaron. Muestras de los restos viajaron por el mundo para ser estudiadas, a España y a Estados Unidos. En mayo de 2015 un primer panel de expertos encontró la bacteria Estafilococo Dorado (o Staphylococcus aureus) en los huesos, un elemento que no está asociado al cáncer de próstata que padecía Neruda. Pero Aurelio Luna Maldonado, catedrático español de Medicina Legal y Forense, manifestó entonces que el hallazgo no constituía un antecedente concluyente, que debía tomarse con prudencia y seguirse investigando. En noviembre del mismo año, un informe del Programa de Derechos Humanos del ministerio del interior de Chile indicó que resultaba claramente posible la intervención de terceros en la muerte del poeta y que, de haber sido así, ésta habría consistido en la inoculación, mediante una inyección en el abdomen del poeta, en la Clínica Santa María, de sustancias aún no determinadas, pero que le habrían producido la muerte aproximadamente seis horas más tarde.
En 2016 tuvo lugar el cuarto y último funeral. “Nos pareció un exceso que los restos de Neruda llevaran ya dos años en el Servicio Médico Legal y pedimos que los devolvieran”, contó Fernando Sáez García, director ejecutivo de la Fundación Pablo Neruda a LA NACION.
En octubre de 2017, un segundo panel de expertos compuesto por científicos, médicos, abogados, peritos forenses, trabajó durante días en el Hotel Plaza San Francisco de Santiago y concluyó que la causa de muerte de Neruda no habría sido ni cáncer ni caquexia, y refutó el certificado fúnebre oficial del poeta. Aurelio Luna, integrante y vocero del panel, explicó que se descartó el motivo del deceso por la ausencia de las proteínas específicas de la caquexia. Si bien se sabía que el poeta tenía cáncer en grado 4 con metástasis, el especialista aseguró: “No estaba en los estados finales del proceso canceroso. La caquexia es una debilitación progresiva del organismo y del análisis de los datos no podemos aceptar que el poeta se encontrara en un proceso de muerte inminente al llegar a la Santa María”.
Además, este panel se descubrió una nueva bacteria en los restos del poeta, la clostridium botulínica. Y se siguió investigando esta sustancia, tanto en el cuerpo como en los sedimentos donde el difunto estaba sepultado.
La vida, el legado y los escondites de Neruda
Pablo Neruda nació un 12 de julio de 1904, en Parral, una comuna ubicada en la Región del Maule, en el centro de Chile, zona de valles, viñas y vino. Fue poeta, premio Nobel de literatura, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Oxford, político, senador, diplomático, cónsul en Birmania, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid, embajador en Francia, precandidato a la presidencia de su país, comunista. Amante de la naturaleza, de los bosques australes de Chile y de la lluvia, como él mismo cuenta en sus memorias.
Su historia trascendió su propia línea de tiempo y espacio, y sigue presente en Chile y en el mundo gracias al inmenso legado que dio a la humanidad: dejó 45 libros, recopilaciones, antologías traducidas a más de 35 idiomas. Dejó versos, sonetos, canciones desesperadas, memorias de vida. Y tres casas: La Chascona, en el barrio Bellavista de Santiago; La Sebastiana, en el cerro Florida de Valparaíso; y la de Isla Negra, donde yacen sus restos.
Como en su muerte, su vida también tuvo sus secretos. Ocultó la autoría de sus textos con un seudónimo -su nombre real era Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto- para esconderse de su padre. “El tío escribía como Pablo Neruda, para que no se enojara mi abuelo”, recuerda Rodolfo Reyes a LA NACION. “Adoptó su apellido del poeta y escritor Jan Neruda”, dijo Alejandro San Francisco, historiador chileno. Fue anónimo por un tiempo: su libro Los versos del capitán, de 1952, estaba dirigido a Matilde Urrutia mientras estaba casado con Delia del Carril. Se vio también un Neruda clandestino y fugitivo en tiempos de la presidencia de Gabriel González Videla.
El punto final
“Esto es importante no sólo para Chile, sino para Argentina, Latinoamérica y Europa. Neruda trasciende las fronteras. Su poesía y su obra es grandísima”, comentó el sobrino sobre la importancia de conocer el verdadero final de la vida de su tío.
“Con todo esto se demuestra una vez más la importancia histórica que la figura de Pablo Neruda tuvo para el país. Tal vez ningún otro caso se hubiera tratado con tanta calma, con tanta expedición, con tanto perito extranjero, con tanto trabajo”, sostuvo Eduardo Contreras, el abogado querellante del Partido Comunista.
“Para nosotros, que llevamos muchos años en temas de derechos humanos y fundamentalmente en casos relacionados con la violencia política acontecida entre 1973 y 1990, es trascendental que todas las cosas queden aclaradas y que efectivamente haya transparencia sobre lo que ocurrió —opinó el exjuez Carroza, agregando el punto de vista de la justicia y los derechos humanos—. Algunos grupos dirán que esto sirve como reparación, o para que nunca más vuelva a ocurrir o para que se sepa la verdad. Desde el Poder Judicial, hemos hecho todo lo posible para que lo ocurrido quede claro, específico y determinado. Son ciclos que se cierran, eventos que van concluyendo. Es importante que lo que se comienza termine. Si iniciaste una investigación, debes concluirla y poder decir: esto concluye acá. Y no dejarlo abierto”.
Desde la Fundación Pablo Neruda, habló en la misma línea su director ejecutivo, Fernando Sáez García: “Todos queremos que se sepa una verdad y que sea contundente; que quede claro, sea lo que sea. La verdad es sanadora. Hay que tener calma y pensar que con todo lo que se ha investigado se llegará a una conclusión sólida. Eso es lo que uno espera”. Según Sáez, sea cual fuere el veredicto, no cambiará lo que Neruda vivió ni el legado que entregó. Lo que cambiará es cómo se escribe la historia, porque la verdad sana el recuerdo.
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