Silvia Lemus: "Carlos no quería entregar el manuscrito hasta el final del conflicto"
Testigo directo de su largo proceso de redacción, la viuda del escritor cuenta el contexto de publicación del séptimo título póstumo
La historia de la novela póstuma de Carlos Fuentes es larga y a la vez profética. Y estas dos particularidades están conectadas entre sí. Tardó mucho porque tenía mucho que decir.
-¿Por qué cree que Fuentes se resistió tanto al punto final de esta novela?
-Se dice que estuvo más de 20 años escribiéndola y es cierto, pero no de manera continua. Carlos la retomaba cada tanto, mientras iba escribiendo otros libros. Se fue documentando, afinando el texto y acumulando versiones, unas quedaron en su oficina de nuestra casa de México y otras, en la de Londres, donde pasábamos siete u ocho meses al año. Creo que no quería entregar el manuscrito al editor hasta que se resolviera el conflicto armado. Escribió esta novela porque estaba convencido de que llegaría un desenlace de paz.
-¿Y hoy sí la entregaría a imprenta?
-Creo que ahora sí estaría dispuesto a publicarla, porque coincide con el tramo final de las negociaciones entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC. Y esta situación actual Carlos la vería con muy buenos ojos, porque este acercamiento se venía trabajando desde los años del presidente Betancur. Supongo que se sentiría muy orgulloso de que el acuerdo definitivo de paz lo consiguiera el presidente Juan Manuel Santos Calderón, porque fue alumno suyo en Harvard.
Se sentiría muy orgulloso de que el acuerdo definitivo de paz lo consiguiera el presidente Juan Manuel Santos Calderón, que fue alumno suyo en Harvard
¿La fascinación por Carlos Pizarro fue el único motor de esta obra?
-A Carlos lo atraían dos cosas. Por un lado, el personaje que era hijo de un almirante y provenía de una familia burguesa, y por el otro, la violencia armada en toda América latina. Le interesaba reivindicar la insurgencia armada, que era como el demonio, de lo que no se podía hablar. Y Carlos redime de manera sutil la figura del guerrillero. Le da una talla, al compararlo sutilmente con el Che Guevara o con Emiliano Zapata, en contra de lo que dice la historia oficial, que se teje de una manera opuesta.
-¿Y qué opina la familia del guerrillero de este retrato?
-Tuve ocasión de entrevistarme en Bogotá con su hija María José Pizarro y me dijo que no sólo había reconocido a su padre en la novela, sino también a sus abuelos y a toda la familia, a través de vivencias y anécdotas que le suscitaban la sensación de proximidad. La impresionó el capítulo del asesinato, la reconstrucción de los detalles y la secuencia, que le pareció mucho más asertivo y riguroso que cómo lo habían tratado los medios colombianos, y eso fue todo fruto de la imaginación de Carlos, que es el narrador en la escena como testigo presencial. Está muy agradecida por la forma en se reivindica la figura de su padre. Matías Néspolo