Si breve, dos veces bueno
BOTANICA DEL CAOS Por Ana María Shua (Sudamericana)-245 páginas-($15)
Con esta tercera colección de microcuentos, Shua se sitúa como la escritora argentina que más obras ha dedicado a esta modalidad narrativa. Las dos anteriores son La sueñera (1984) y Casa de geishas (1992). Botánica del caos contiene 190 relatos microscópicos agrupados en once grandes temas pero, como es característico en la narrativa brevísima, con innumerables relaciones intertextuales, desde el Corán y la Biblia hasta "El milagro secreto de Borges". Shua fue precursora del género. Antes que ella, sólo Bioy Casares ( Guirnaldas con amores , 1959) y Marco Denevi ( Falsificaciones , 1966), habían publicado en el país libros enteramente consagrados al microcuento; esto es (en grandes rasgos), piezas de menos de una página, que poseen suficiencia narrativa y cuyas principales características son el ser concisas y resolverse de manera súbita.
La publicación de Botánica del caos coincide con el creciente interés que el microcuento despierta tanto en los autores como en los lectores. A las nuevas camadas de escritores que lo cultivan, se suman las antologías que no dejan de renovarse en USA, España, Chile, México, Venezuela, Colombia y Argentina. Los investigadores dedicados a estudiarlo se multiplican; ya realizaron un primer congreso latinoamericano (UAM, Xochimilco, México D. F., 1998) y están explorando la aplicación del microcuento a la enseñanza de la lengua (v. g. Lecturas simultáneas , de Lauro Zavala). La Revista Interamericana de bibliografía de la OEA le ha dedicado un volumen completo y El cuento en red , primera revista electrónica de estudios sobre el cuento literario ( http://www.cuentoenred.org ), lo eligió como tema excluyente de sus dos primeros números.
El microcuento exige dos tipos complementarios de lectura. Por un lado, la apreciación global de las piezas de un mismo autor, que puede revelar una concepción particular del mundo. Por otro, la lectura de cada pieza aislada del contexto, en la que se ponen de relieve su eficacia, la originalidad de su invención y la belleza de la forma. En cuanto al primer tipo de lectura, se puede afirmar que los microcuentos de Shua revelan universos oníricos, realidades multiformes, mundos secretos que tienen la difícil coherencia del absurdo, la informulable lógica de la imaginación. Una singularísima forma del decir conciso y la omnipresencia del humor los caracterizan. Pero Botánica del caos entraña, además, una tesis. En su introducción se lee que "nos ciega piadosamente la palabra". La palabra, con su ilusión generalizadora, con su pretensión de expresar sentido, crearía una dura corteza que ocultaría la verdad: el caos primigenio. Sólo la poesía podría resquebrajar esa corteza. "En esas grietas... hunden sus raíces estas brevísimas narraciones... Pero su tallo, sus hojas, crecen en este mundo, que es también el Otro".
A partir de esa declaración, la autora entabla su lucha con el lenguaje. No utilizará la palabra para crear un mundo, la utilizará para desmantelar la "realidad", para abrir grietas que le permitan vislumbrar la verdad. El mecanismo será la negación de las constancias y absolutos secularmente admitidos y la extensión del carácter de convención a casi todas las cosas. La posibilidad de clasificar a los individuos por los rasgos comunes a su especie, el poder ordenador de un tiempo invariable, las leyes constantes que gobiernan los fenómenos naturales de acuerdo con un principio causal y el libre albedrío humano -entre otros muchos presupuestos de nuestra "realidad"- son minuciosamente socavados en Botánica del caos .
Así, extrañas criaturas que pertenecen a dos reinos naturales o a ninguno habitan un mundo que transcurre en un tiempo flexible, donde los hábitos constantes del profesor Kant marcan las horas y los cuerpos se difuminan porque se invierten las fuerzas que mantenían unidas a sus partículas. Pero no se trata de reemplazar leyes constantes por otras leyes igualmente constantes, sino de abolir las leyes, porque en Botánica del caos el universo no es más que el escenario donde se ensaya interminablemente el mudable guión con el que el gran demiurgo divierte su eternidad. Sin embargo, existe una certeza, el lector, aunque sólo sea durante el acto de lectura: "...usted, ahora, con la más absoluta certeza, está leyendo".
El tono humorístico que recorre el volumen se aproxima al lector -busca su complicidad- y simultáneamente pone distancia con respecto al mundo referencial, ya que relativiza cuanto se expresa. Es como si advirtiera que no se puede ser categórico sin ser ingenuo, que lo escrito es una metáfora, que es poético. Así, bajo el manto de amable juego de ingenio y liviandad humorística, Botánica del caos expone una cosmovisión que tiene todas las características de nuestra época: el descreimiento de la realidad, cierto escepticismo sobre el futuro de un mundo que se agota, una chispa de esperanza en el poder redentor de la poesía.
En cuanto al segundo tipo de lectura, el recorte de cada microcuento del contexto permite destacar una lista de piezas memorables, entre las que no pueden faltar "Amores entre guardián y casuarina", "Puntualidad de los filósofos I" y "III", "La flor azteca III", "Los cadáveres", "Dispersión", "Una prueba de fe", "Terrible golpe asesino", "Nunca contarlo antes", "El que acecha", "El iluso y los incrédulos" y "La cábala".
La artista plástica Ana Luisa Stok interpretó con lucidez y sensibilidad el mundo de Shua como lo demuestra en los dibujos que ilustran "Amores entre guardián y casuarina", "El orden de las personas" y "Ternura de la silla plegadiza".
Botánica del caos es más que una colección de microcuentos. Es un paso adelante en el género. Sus pequeñas piezas narrativas se erigen como la misma cosa que pretenden expresar: el caos que se oculta en el rigor de la sintaxis, que se escurre entre las palabras que buscan significarlo y que se ofrece porque se sabe inasible.