Creé mi perfil de Facebook a los 11 años. A los 18, avergonzada, eliminé la mayoría de las fotos y videos que yo misma había publicado durante mi infancia y preadolescencia. Hoy, ni siquiera son los niños –a veces, demasiado chicos para comprender qué es Instagram– quienes se exponen a sí mismos, sino que son sus padres los que muestran todo sobre ellos: el día siguiente al nacimiento, los primeros pasos, las vacaciones en familia, los berrinches, los juegos con los amigos… ¿Qué dirán esos niños cuando dejen de serlo y vean esa gran huella digital –imborrable– que sus padres han creado en internet sin su permiso?
Este nuevo fenómeno ya tiene un término en algunos diccionarios de inglés: sharenting. La palabra alude a la unión entre share (compartir) y parenting (crianza). Según la revista TIME, para 2017, el 92% de los menores en Estados Unidos ya tenía una identidad digital antes de cumplir los 2 años. Al parecer, el sharenting es moneda corriente en todo el mundo. Pero ¿por qué tantos expertos en la materia recomiendan tomar mayores precauciones?
Los riesgos en la web
La mayoría de los padres publica fotos de sus hijos con el simple objetivo de compartir momentos de satisfacción con sus conocidos. Sin embargo, estas buenas intenciones a veces pueden culminar en desenlaces indeseados. Un estudio de 2015 de la Universidad de Michigan indica que el 56% de los padres analizados comparte información potencialmente embarazosa sobre sus hijos, el 51% muestra datos personales que servirían para identificar la locación del niño y el 27% publica fotos poco apropiadas de los menores. ¿Por qué estas prácticas son peligrosas?
Sebastián Stranieri, especialista en seguridad informática y CEO de VU Security, considera que el principal riesgo es que aquellos datos publicados en internet caigan en manos de completos desconocidos mediante una cadena incontrolable. "Cuando se publica una imagen de un boletín, se muestra a qué colegio y grado va el niño, quién es la maestra, cómo se llaman sus padres… y uno nunca sabe quién puede tener acceso a eso eventualmente", dice.
La exposición de cierta información puede derivar en consecuencias graves: robo de identidad, utilización de las fotos en sitios de pornografía infantil, e incluso secuestros virtuales.
Una identidad digital prematura
Los riesgos de seguridad no son la única problemática que plantea el sharenting –aunque sí la más urgente–. Paula Otero, miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría y médica en el Hospital Italiano, insiste en que "hay que poner el foco en el derecho a la privacidad de los niños". Argumenta que muchas veces los padres se creen los dueños de la identidad digital de los hijos –son los curadores y narradores de sus vidas– y esta situación solo se detiene cuando el niño crece y tiene una voz para poner un límite sobre su propia intimidad.
En el mismo sentido, Stranieri aclara: "El derecho al olvido en internet es algo ilusorio". Esto es un problema porque los adultos están creando la identidad digital de una persona que aún no sabe qué querrá de su futuro: "Tal vez dentro de 20 años ese niño tenga elecciones nuevas, haya cambiado de nombre, o se haya ido a vivir a otro lado, y no quiere que nadie conozca su pasado", dice. En los tiempos que corren, este punto es importante porque aquello que se muestra en las redes hace a la reputación digital y es, en parte, la presentación ante el mundo de quiénes somos.
Sin alarma, pero atentos
En algunos sitios online, ya se debate sobre los riesgos psicológicos del sharenting. La psicóloga especialista en crianza y familia Marisa Russomando cree que no hay que exagerar ni ser paranoicos: ninguna evidencia demuestra que la exposición en sí misma genere consecuencias serias en los menores. La pediatra Paula Otero coincide, y agrega que "no pueden medirse riesgos generalizados, porque debe considerarse un contexto muy grande que se relaciona con la personalidad de cada chico".
Además, Russomando explica que generalmente los niños empiezan a reclamar a sus padres que los expongan menos a medida que crecen y este pedido es oído y acatado por los adultos. En algún punto, dice, pasa lo mismo que sucedía antes, cuando los padres mostraban el álbum con fotos de sus hijos a todo el entorno familiar. La diferencia es que hoy se lleva a cabo a través de un nuevo medio y el destinatario deja de ser íntimo y se hace extensivo o, en algunos casos, totalmente público.
Entre las recomendaciones que se les dan a los padres es estar al tanto de las políticas de privacidad de los sitios y las redes que utilizan, no publicar fotografías que muestren desnudez o situaciones que ridiculicen al niño o puedan avergonzarlo en el futuro, compartir las imágenes solo con contactos conocidos a través de redes más íntimas como WhatsApp y ser cuidadoso con los datos que transmiten las imágenes (nombres, números de teléfono, locaciones, etcétera).
Para bajar los niveles de alarmismo, tanto Otero como Russomando hacen hincapié en que el sharenting no es el peor de los males, sino que se trata de una práctica con buenas intenciones que debe manejarse con gran responsabilidad.