Series. La literatura argentina se mete en el fenómeno Dark
"Pasado, presente y futuro no son más que una ilusión. Ayer, hoy y mañana no son consecutivos. Están conectados en un círculo sin principio ni final". La frase, construida a propósito de Albert Einstein, tal vez sea la más icónica de Dark. Pero no es la única ni la exclusiva. Un enjambre de aforismos, líneas temporales y tramas narrativas han hecho que la serie se constituya, en sí misma, como su propia paradoja. Porque no son pocos los que se preguntan cómo, siendo tan intrincada y laberíntica, se posicionó entre las más exitosas y populares de la plataforma Netflix, con un séquito de seguidores que recomiendan verla más de dos veces para comprender sus múltiples sentidos y significados.
No hay un hecho central, no hay una historia como guía, no hay personajes principales al estilo de una estructura clásica. Hay, en todo caso, hechos, historias y personajes que van del plano protagónico al secundario y viceversa. Nada es azaroso y cada mínima acción –más cercana a la causalidad que a la casualidad– termina confluyendo en una matriz que las une y entrelaza a partir de que, en 2019, un chico desaparece en el pueblo idílico de Winden. El suspenso, la ciencia ficción, el thriller filosófico-científico, el policial, lo fantástico, lo terrorífico. Sucesos paranormales, crímenes, viajes en el tiempo, paradojas alrededor de seres tan perturbados como dramáticos –cuyos rostros nunca sonríen–, una planta nuclear, desechos tóxicos, incestos, guiños a mitos bíblicos y mitológicos. La lucha entre el bien y el mal, un apocalipsis a punto de empezar y el amor como una fuerza que pugna por salir a la luz ante el destino manifiesto y el calvario que envuelven a cuatro familias del pueblo, que funcionan como una especie de metáfora del mundo.
Parece demasiado. Sin embargo todo convive en un híbrido de géneros que posicionaron a la serie alemana Dark en una revelación en tiempos de cuarentena –se estrenó en 2017 como una más, pero con el comienzo de su tercera y última temporada, a fines de junio último, se convirtió en un suceso global–. Algo que podría ocurrir también con Devs –se estrena el viernes próximo, por Fox Premium–, la esperada creación de Alex Garland (Ex Machina) que explora conceptos como la teoría del multiverso, la inteligencia artificial y el libre albedrío.
¿Cuáles son los secretos de Dark? ¿Es el Covid-19 un reflejo en el cual basa su conquista? "Me sorprende que una serie para nada sencilla sea tan popular, lo cual rompería con el estereotipo de que lo popular es fácil –dice Luciano Lamberti, autor de la novela La masacre de Kruguer (Random House, 2019)–. Contrariamente lo que se supone, la gente se atrapa por los detalles ocultos y las bifurcaciones de la trama. El espectador medio está bastante versado en entender cuestiones complejas. O no entender y ser seducido por el misterio, que es lo que pasaba en Lost". Lamberti piensa en el terror como lo familiar que se vuelve desconocido, uno de los tópicos que aparecen en La masacre de Kruguer y que en la serie se amplía a innumerables referencias, de Nietzsche a True Detective, de Twin Peaks a Shakespeare, de Chernobyl a Borges–.
"El monstruo puede ser algo extraño que procede desde adentro. Hoy no tenemos noción sobre lo que está pasando en el espanto de la convivencia a la fuerza, aún con lo que más queremos. Vemos cómo ha crecido el número de femicidios con el confinamiento. Pienso que los géneros narrativos son plásticos y evolucionan, porque el diálogo con lo real está mezclado y funciona por contraste", reflexiona y desde otro ángulo, Leonardo Oyola, que acaba de sacar Ultra Tumba (Random House), amplía dichas nociones.
"La palabra encierro no tiene comparación con lo que significa la privación de la libertad en una cárcel. Tenemos una serie de comodidades y ventajas que no admiten comparación", enfatiza al analizar su ficción, ambientada en un penal donde ocurre un romance entre una presa y una guardiacárcel alrededor de un motín que detona con la aparición de una legión de "muertas vivas". Si bien se considera como un autor de policiales, dice que huye de contar la realidad a secas. "Me atrajo lo de los zombies porque rompe con lo racional y lo más interesante es ver la reacción de los seres humanos para sobrevivir, donde aparecen egoísmos y miserias. Me gusta que aparezcan dentro del policial secuencias de ciencia ficción, del fantástico o del terror, todo ese híbrido para componer la ferocidad que es la unidad penitenciaria argentina".
La suspensión de la realidad
Aclamada por la crítica del mundo como una de las mejores series de la historia, Dark sigue siendo tan vista como comentada, también en la Argentina. Además, coincidió en un momento donde, a raíz del concurso de Letras del Fondo Nacional de las Artes, que acotó la convocatoria a la ciencia ficción, fantástico y terror, se creó un debate sobre los géneros como hace tiempo no ocurría en torno a la literatura nacional. Más allá del concurso, lo que queda claro es que la narrativa local ganó protagonismo internacional en los últimos tiempos con una producción destacada en la hibridez de géneros, tal como ocurre con Dark. Quizá los flamantes sacudones del mercado liderados por Nuestra parte de la noche, de Mariana Enríquez, o Kentukis, de Samanta Schweblin, solo marquen la punta de un iceberg que, desde clásicos como Kalpa imperial, de Angélica Gorodischer –reeditado por Planeta en 2018–, la huella de Alberto Laiseca y Marcelo Cohen, la pluma crítica de Pablo Capanna y los cuentos de Adolfo Bioy Casares, Elvio Gandolfo y Jorge Luis Borges, entre otros, ya existe hace décadas con fuerza autónoma.
"Uno de los grandes aciertos de Dark es el hecho de que nos permite soñar con realidades posibles, realidades en el cual el tiempo evolucione desde lo psicológico y lo físico, lo tangible y lo intangible, lo objetivo y lo subjetivo", dice Agustina Bazterrica, autora de Cadáver exquisito (Premio Clarín Novela, 2017) y de los cuentos de Diecinueve garras y un pájaro oscuro (Random House, 2020). Son esas mismas realidades "posibles" que ella trabaja en su literatura. A diferencia de Dark, donde como tópico de ciencia ficción en el pueblo alemán de Winder ocurre algo extraordinario –un agujero de gusano que permite viajar en el tiempo–, su narrativa está más cercana a la distopía, prescindiendo de lo fantástico.
Cadáver exquisito trata sobre cómo en un futuro cercano un virus afecta a los animales y los vuelve incomibles, legitimando el canibalismo. "En la novela planteo la construcción de una matrix que se empieza a naturalizar, es decir, la de comer humanos. De hecho, ya estamos viviendo una realidad en la que un virus, supuestamente, surgió de un murciélago o quizá de un laboratorio. Para el caso es un virus que frenó al mundo, que lo alteró. Pareciera que estamos viviendo una distopía y por eso muchos lectores me escribieron diciéndome que estábamos cerca de vivir la historia narrada en Cadáver exquisito".
Algo extraordinario se impone y la sociedad sigue funcionando con aparente normalidad. Ocurre lo mismo en el libro Diecinueve garras... En el cuento "Roberto", una nena dice tener un conejo entre las piernas. En "Anita y la felicidad", Pablo afirma que su novia es un alien. En "Los muertos", un niño dice que los muertos se van a la luna. "El lector podría considerar que estos cuentos son fantásticos, pero también podría leerlos como cuentos realistas donde los narradores sufren ciertos trastornos o que tienen una concepción personal de la realidad –analiza la autora–. Creo que mis libros se emparentan con Dark en el clima oscuro, en esa sensación que se tiene de que la realidad puede transformarse en un espacio siniestro. Y también en la complejidad de la condición humana y los vínculos que forma, porque de eso también habla Dark, como de las pérdidas y de lo que somos capaces de hacer para recuperar aquello que vivimos con los seres que amamos".
La suspensión de lo real: el trastocamiento del tiempo y el espacio. Es lo que sucede en la La edad del agua (Mardulce, 2018), de Marcelo Carnero. Jugar en los límites de los géneros, cruzarlos –una mixtura que yuxtapone una realidad sobre otra– que en su novela se construye a través de un universo en desintegración, donde aparecen una pesquisa periodística, una desaparición, una organización armada ecologista, saqueos y gente que muere deshidratada. Al autor no solo le interesa la serie como fenómeno, sino el espacio audiovisual que la recepciona. La pandemia y la realidad, la ficción y el capitalismo, en definitiva. "Esta realidad pandémica pareciera construirse a partir de un imaginario de anticipación anterior. Como si, de alguna manera, la ficción hubiera tomado la realidad o como si viviéramos en una realidad guionada. El problema es de qué manera podemos pensar el imaginario del futuro después del futuro. Hay una sensación de que el sistema ha triunfado no solo como experimento sociocultural, sino, también, y este quizás sea su logro mayor, en que nos ha hecho crecer, nos ha educado, nos ha hecho pensar, que no hay otro futuro posible que no sea el sistema mismo o el fin".
Otra revelación proveniente de una editorial pequeña es La sombra de las ballenas (Marciana, 2019), de Cynthia Matayoshi. En su ficción aparece el deseo puro como un elemento radioactivo que nadie sabe por cuánto tiempo permanece en el aire; que lo contamina todo, incluso el cuerpo de las personas, lo que lleva a aislarlas, a usar barbijos y a tomar dos metros de distancia. "Cuando lo escribí estábamos muy lejos de la pandemia, fue en 2017 –explica la autora argentina–. Se publicó en diciembre de 2019 y el día de la presentación, tuvimos que cancelar por la cuarentena. Antes de enterarme de la cancelación yo me preguntaba si nos íbamos a poder abrazar. Fue impactante encontrarme con ese aspecto de la novela en la vida real".
Matayoshi destaca una tendencia creciente: la de mujeres latinoamericanas escribiendo ciencia ficción híbrida. Por fuera de los puristas de los géneros, es una experiencia que advierte también en Dark. "Está construida como un mecanismo de relojería. Otra razón es que trabaja con narrativas disruptivas y esto nos atrae mucho. Lo que viene a poner en claro es que no vivimos en un mundo lineal, que nuestra vida no es una sucesión de hechos lineales según la temporalidad imaginaria de pasado, presente y futuro".
Lo real, en definitiva, como una experiencia disruptiva. ¿Cuál es, si no, la verdad de nuestra vida, repleta de sueños, fantasías, recuerdos y virtualidad dando vueltas alrededor de una humanidad fragmentada en pedazos? No todo encuentra explicación, la realidad es apenas un instante que no alcanza para abarcar el amplio espectro de percepciones. De familias desmembradas, de viajes en el tiempo y de un inminente fin del mundo trata también la novela Los mantras modernos (Sigilo, 2017), de Martín Felipe Castagnet. "Hoy se revaloriza la premisa de que el mundo puede cambiar de un momento a otro –piensa el escritor–. Y una posible razón sobre el éxito de Dark es que las respuestas sobre el futuro están en el pasado". La obsesión moderna, para él, sigue siendo la familia. Ese árbol genealógico que es, más bien, una enredadera identitaria donde las generaciones no suelen estar tan separadas como creíamos. Allí anida lo inesperado y no lo deseado. "Dark resulta tan entretenida porque nos siguen fascinando las paradojas y los rompecabezas, aunque ahora sean digitales y se armen en una pantalla –acota, sobre la serie–. Resulta pseudofilosófica y sobreexplicada, pero no carece de belleza y va más allá de la dicotomía de pares opuestos en la que solemos dividir el universo".
Escapar de lo literal, de lo pretendidamente realista. Esa es la apuesta de Dark y de notables novelas argentinas que, a través de la distopía, el fantástico rioplatense, la ciencia ficción, el ciberpunk y las paradojas temporales, se insertan en el imaginario como herramientas de lectura simbólica y política. Tal vez, y como intento estético, de afrontar aquello que no podemos soportar.