Semblanza de un escritor
Perfil personal del autor de Los Pichiciegos compuesto íntegramente por testimonios de quienes lo conocieron
Cuando obtuvo, en el año 1980, el premio Coca-Cola, Rodolfo Enrique Fogwill, sociólogo y publicista, cocainómano y playboy, aficionado a los autos y los veleros, amante de la música y curioso de las computadoras, convulsionó el campo literario argentino. Es que la reacción de Fogwill, quien hasta entonces había publicado sólo la colección de poemas El efecto de realidad , fue tan inesperada como beneficiosa para él en términos promocionales: cobró el cheque correspondiente, pero luego se negó a firmar contrato con Sudamericana, editorial que lanzaría el libro ganador, y terminó publicando, con el título Mis muertos punk , los cuatro cuentos que habían resultado premiados junto con otros tres, a través de su propio y novísimo sello, Tierra Baldía. Edición aquella con la que, como apunta Ricardo Strafacce en su imprescindible biografía de Osvaldo Lamborghini, Fogwill pretendía "ponerle la tapa a Coca-Cola" y lo hacía incluyendo, en el diseño de portada, una tapita aplastada que, claro está, remitía a dicha gaseosa.
Estrategia de marketing , modo de posicionarse, a fin de cuentas Fogwill aplicaba las astucias publicitarias al mercado literario. De hecho, el capítulo inaugural de Fogwill, una memoria coral , primer libro de Patricio Zunini (1974), que se compone íntegramente de testimonios de escritores, editores, críticos y artistas visuales que en su mayoría fueron amigos del autor de Los pichiciegos , está dedicado a la época en que Fogwill dirigía la agencia de publicidad Ad Hoc. A poco de avanzar en la lectura del libro, salta a la vista que el interés cardinal de Zunini, quien atinadamente suprime su propia voz para favorecer las reverberaciones entre las voces de los entrevistados, es inquirir cómo Fogwill irrumpió en la literatura, cómo construyó su figura pública, y lo cierto es que él pergeñó sus primeros movimientos en las oficinas de Ad Hoc. A propósito de eso, Alan Pauls, que trabajó allí como redactor a comienzos de los años 80, recuerda lo siguiente: "La agencia era una mezcla de empresa-pantalla, taller literario, célula de conspiración infantil y comuna de estudiantes crónicos".
Por Ad Hoc habían pasado ya, a fines de la década del 70, Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher, a quienes Fogwill, además de darles trabajo, editó en Tierra Baldía. El autor de El fiord , sin embargo, duró menos de un mes en la agencia. Aunque recibió, eso sí, una generosa indemnización. Y es eso, justamente, la generosidad, lo que muchos entrevistados señalan como rasgo saliente de Fogwill. A ese respecto, Damián Tabarovsky dice que la del autor de En otro orden de cosas era una "generosidad con poder". Un llamado telefónico suyo podía determinar que cierto libro se publicara. Tal el caso de Pola Oloixarac, quien, previo encuentro a la salida de una conferencia, le envió a Fogwill por mail su por entonces inédita novela Las teorías salvajes . Al día siguiente, él la llamó para decirle que se comunicara con una editorial a la que le había recomendado publicar la novela. Pero, como dice Fabián Casas, "una imagen beatífica sería desacertada". Y no faltan, en ese sentido, los entrevistados que hablan del Fogwill agresivo e histérico.
No obstante su brevedad, Fogwill, una memoria coral logra, gracias a la elocuencia de los testimonios que reúne, trazar un perfil que revela cabalmente las distintas facetas de la personalidad del autor de Runa . Por otro lado, puede que el lector se lamente por los exiguos comentarios sobre la escritura de Fogwill, pero en cualquier caso tiene allí una buena excusa para leerlo y ver de qué era capaz con las palabras.
Fogwill, una memoria coral
Compilado por Patricio Zunini
Mansalva
152 páginas
$ 162