Seguí, el hombre de la multitud
Hay que tomar con la mayor seriedad esta frase de Antonio Seguí: “No concibo mi trabajo sin la presencia de un hombre. Y si el hombre no está, está la traza que el hombre dejó un poco antes”. Hay que tomarla en serio –aunque él prefería, cordobés hasta la médula, el humor- porque es el quicio de su poética. Ya en sus admirados Georg Grosz y Molina Campos (la sátira de la República de Weimar y los almanaques camperos), Seguí habrá encontrado que la figuración podía ser contemporánea. Él prefería “libre figuración” a “figuración libre”, como si con ese cambio en la posición del adjetivo quisiera acaso dar a entender que no era una figuración liberada sino una figuración que había nacido ya libre. De esa manera, tomaba además distancia del movimiento que lleva ese nombre y, en general, de cualquier prescripción de estilo salvo la que él mismo, libre, quisiera darse.
La suya fue siempre una libertad que sólo podía existir en la composición más rigurosa y calculada. Algunos trabajos de Seguí tienen un aire de familia con la obra en papel de Philip Guston de mediados de los años setenta y principios de los ochenta. Pero Guston llegó a esa figuración por la renuncia a la abstracción. Seguí se remonta de la figura al concepto. El hombre de sus cuadros y esculturas es el hombre porque es más y menos que el hombre, porque es también otra cosa que un hombre. Por eso no era un “humanista”. No tenía mayor esperanza en el hombre, y eso explica por qué insistía en representarlo.
En el prólogo para el catálogo de una muestra que Seguí tuvo en 2005 en el Centre Pompidou, Antonio Tabucchi escribió un relato que dice en un pasaje: “La esperanza es un hecho estadístico. Lo mismo puede decirse del arte, del arte que no sirve y que salva. El arte que no está en el parlamento porque no está sujeto a elecciones. Nos perdemos en la multitud, entramos en la multitud, somos la multitud. Todos somos la multitud. ¿Habrá dos manos y un solo dedo que puedan convertir a un individuo en una multitud?”
Fueron las de Antonio Seguí esa manos que hicieron del individuo multitud, y de la multitud, individuo.
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