Secretos en la galería: grandes éxitos de los 20 años de Maman Fine Art
Galeristas con espíritu de coleccionistas cuentan la trastienda detrás de cinco joyas presentes en la muestra aniversario “Colectivo y singular 4″
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En la oficina del enorme local sobre Avenida del Libertador, Daniel Maman y su pareja, Patricia Pacino, se superponen tratando de explicar una joya inédita de la galería: una carta de Milan Kundera excusándose de participar en la inauguración de Gustavo Charif, uno de los primeros artistas que exhibieron en la galería y que ahora vive en Singapur. Charif había ilustrado un libro escrito en conjunto por Kundera y el patafísico Fernando Arrabal (Dos Cartas) y Maman, un marchand sui generis que se inventó a sí mismo vendiendo a domicilio obras de Juan Carlos Castagnino, quiso que tanto Arrabal como el novelista checo-francés participaran de la inauguración. Kundera le escribió diciéndole que tenía un problema en el oído, pero Maman pudo saber que la auténtica razón de su ausencia era una fobia extrema a los vuelos largos. De esto hace veinte años y como celebración Pacino ha dispuesto una serie de muestras con lo mejor de la trastienda de la galería.
En estas dos décadas Maman ha extendido su influencia al Art District de Miami aunque sigue considerándose un marginado por el establishment del mercado del arte argentino. Su modus operandi es singular: ha ido en busca de artistas calidad museo para ofrecerles una suerte de compra mayorista de sus obras como en el caso de Luis Wells, pionero del informalismo. La estrategia beneficia en el corto plazo a los artistas que podrían tardar años en vender sus cuadros aunque también ha tenido claroscuros como un litigio con el grupo Mondongo. Lo que sigue es la trastienda de la trastienda: historias por detrás de joyas que se ven en la muestra aniversario Colectivo y singular 4 y cómo esos artistas llegaron a esta galería fundada en la peor crisis económica de la Argentina.
Alberto Greco (Asesinato de J. F. Kennedy Acto II, 1964)
Daniel Maman: –Cuando supe que estaba a la venta me volví loco. La habían sacado a remate en Madrid y la compré por teléfono después de verla en el catálogo. Fue en el año 99 o 2000. El políptico lo desarmaron y se vendía cada parte en forma individual: cada una que compraba me subían el precio. Antes de ofertar, yo le había pedido que fuera a ver la obra a Kiko Rivas, quien fue amigo de Greco y montó la muestra en el IVAM de Valencia con la que fue redescubierto. Era la persona que más sabía y él escribió de puño y letra un certificado de autenticidad que está detrás de la obra. Recibí ofertas muy importantes por esta pieza, pero he tratado de sostenerla.
Patricia Pacino: –Somos galeristas con alma de coleccionistas.
Pablo Suárez (Retrato de Sameer Makarius, 1964)
Maman: –Fue Luis Benedit quien me acercó a Pablo. Me explicó que estaba viviendo en Colonia, Uruguay, en un rancho y que no tenía dinero ni para comer. Le mandé un pasaje para que se viniera y nos conocimos. La razón por la que Suárez estaba tan mal era por la hipocresía del establishment del arte: todo el mundo hablaba de él como el nuevo Berni, pero nadie quería pagarle en vida lo que valía. La prueba de esto es que cuando inauguramos su muestra (El escaso margen, 2004) uno de los coleccionistas de arte contemporáneo más renombrados pidió precio por una obra que ya se había exhibido en la galería under Sonoridad Amarilla. Valía 10 mil dólares sin embargo él estaba dispuesto a pagar solo 1500. Fue indignante. Esa muestra fue una de las mejores que hizo Pablo y le dio un reconocimiento que no estaba teniendo. Le adelanté el dinero para que la hiciera como él quisiera y así volvió a Buenos Aires. Fueron cuatro años en los que vivió muy bien hasta que se enfermó y por el consejo de un médico se hizo operar en el Hospital Durand. Llegaron a decir barbaridades como que yo le había comprado obras mientras estaba en terapia intensiva. Todas mentiras”.
Norberto Gómez (Carcasa, 1978-1983)
Maman: –Fue un caso parecido al de Pablo Suárez. Un artista legendario del que todo el mundo se llenaba la boca, pero que estaba totalmente desvalorizado. La mujer era profesora de Historia de nuestros hijos en el Liceo Francés y así lo conocimos y llegamos a establecer una relación muy íntima al punto que lo ayudamos a comprarse una casa en Vicente López.
Pacino: –Norberto no estaba haciendo obra en ese momento porque atravesaba una gran depresión. Se sentía frustrado porque no encontraba un camino nuevo para expresarse. Como si se hubiera estancado. Era muy escéptico.
Maman: –Me contó de una serie de obras que nunca había mostrado y quise verlas. Las tenía en un sótano en la calle Moreno a tres cuadras del Departamento Central de Policía. Cuando estábamos bajando las escaleras se filtró una luz que me permitió distinguirlas en la oscuridad. Le dije que eran impresionantes. Y él me respondió: “¿Cómo que es impresionante esto?” Eran todas obras que él había hecho durante la dictadura y en las que nadie se había interesado, ya ni pensaba en mostrarlas. Entonces armamos Ejercicios Materiales (2003) y él volvió a vivir. Mandé a restaurar todas con el equipo que trabajaba con Juan Carlos Distéfano. La inauguración fue muy fuerte: por lo que se mostraba y porque él recuperaba su lugar. Al día de hoy no me explico como ningún museo argentino se interesó por esta obra.
Miguel Caride (Encuentro Encantado, 1967)
Maman: -Me crucé con Caride hace unos treinta y cinco años casi de casualidad viendo una obra suya en la galería Palatina. Quise conocerlo y me dijeron que era un personaje muy difícil, que casi no vendía su obra. Desde ese momento me propuse que iba a trabajar para él. Me lo presentó un galerista muchos años después. Era un tipo muy humilde, que vivía de dar clases, y tuve que remar mucho para convencerlo de hacer su muestra (Modelo para des-armar, 2005). Pasó algo increíble: fui a su taller en La Boca y me traje unos treinta óleos. Al día siguiente me llamó su hija Eleonora y me pidió que le llevara los cuadros de vuelta porque sino su padre se iba a morir de tristeza. Finalmente pudimos hacer con él dos muestras. Caride es un artista de nivel internacional que le llegó a vender una obra a Nelson Rockefeller cuando vino a Buenos Aires a fines de los años 60. Pero, en parte por su carácter, quedó olvidado.
Pacino: -Una tarde me contó algo mágico. Dijo que iba caminando por La Boca y le llamó la atención la forma de una piedra porque resplandecía al punto de cegarlo. Se la llevó para pintarla en su taller, pero de la noche a la mañana la piedra desapareció. Y así fue como tuvo que pintarla para que volviera en todo ese período de paisajes rocosos metafísicos que son una maravilla.
Martín Di Girolamo (María, 2020)
Maman: -Mi interés por trabajar con Martín surgió a partir del cambio que vi en su obra cuando dejó de representar a las modelos para involucrarse en temas más sociales. Le compré, en principio, un torso de un piquetero herido con balas de goma que presentó en el museo Caraffa de Córdoba. A partir de ahí empezamos a reunirnos y yo le dije que tenía un impacto nuevo. Y empezamos a trabajar en la muestra.
Pacino: -La idea que él planteó era trabajar sobre imágenes que se habían vuelto virales y que tenían que ver con la inmigración ilegal y las guerras civiles. Por eso el nombre que barajábamos era “Viral”. Fue una coincidencia muy fuerte que la fecha de inauguración coincidiera con el comienzo de la cuarentena. Decidimos que lo mejor era cambiarle el nombre y se llamó Get Up.
Maman: -De hecho yo viajé quince días antes a Miami y pensaba volver para la inauguración y tuve que quedarme un año. Quedó expuesta durante toda la cuarentena porque pensé que en algún momento se iba a abrir todo y…
Para agendar
Colectivo y singular 4, en Maman Fine Art. Av. del Libertador 2475. Visitas con reserva previa por el 4804-3700/3800.