Se reedita la biblia de Marguerite Duras, una arrebatada apología del acto de escribir
El clásico ensayo de 1993, titulado justamente “Escribir”, tiene una legión de entusiastas lectores y escritores; estaba agotado hace muchos años
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Cuando a mediados del mes pasado la editora del sello Tusquets, Paola Lucantis, publicó en su cuenta de Twitter la foto de la portada de la nueva edición de Escribir, el clásico ensayo que la escritora francesa Marguerite Duras (1914-1996) publicó en 1993, no sospechaba que iba a recibir un sinfín de respuestas entusiastas de lectores y escritores. “Hablame de lujos”, tuiteó Mariana Travacio; “Hacía falta una edición a la altura. ¿Por qué ha tardado tanto? Es una biblia para cualquier escritor”, escribió Eduardo García Blanc; “¡Qué gran decisión!”, sostuvo Natalia Zito. El tuit solo tenía una palabra: “Septiembre”. Septiembre ha llegado y, con él, los ejemplares de Escribir, con la foto de las manos de Duras en la portada, ya se encuentran en las librerías argentinas. Cuesta $ 2200.
“Hay una locura de escribir que existe en sí misma, una locura de escribir furiosa, pero no se está loco debido a esa locura de escribir. Al contrario”, afirma Duras, para quien la escritura “llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida”. Su texto, que acompasa anécdotas, recuerdos y percepciones, puede leerse como una arrebatada apología del acto de escribir.
Septiembre. pic.twitter.com/V5fyu4p2Zc
— paola lucantis (@lucantis) August 16, 2022
La reedición en la colección Andanzas del ensayo sobre el “mal del escribir” -que incluye otros textos durasianos como “La muerte del joven aviador inglés” (W. J. Cliffe, a quien Duras dedica el libro), “Roma” (suerte de guion que antecedió la película Le dialogue de Roma) y “El número puro”- forma parte de un plan de “recuperaciones” de fondos editoriales que varios sellos comenzaron a hacer durante las estrictas cuarentenas de 2020. “Son fondos muy valiosos -dice Lucantis a LA NACION-. Queremos publicar libros de autores que generaciones de lectores todavía no conocen, que aún no descubrieron, y que se los pierden porque estamos focalizados en las novedades. Juan Forn lo hizo con la colección Rara Avis”. La traducción de Escribir es de la escritora española Ana María Moix (1947-2014).
“Hace rato estoy tratando de reeditar varias cosas de Duras, porque Tusquets tiene todos los derechos de su obra -agrega-. Escribir estaba agotado desde hace muchos años y no se conseguía. Es un clásico sobre el proceso de escritura, es un ensayo pero a la vez una poesía, una reflexión sobre la soledad, la escritura y los procesos creativos. Tenía fe en que iba a funcionar, pero me sorprendió mucho la repercusión que tuvo el anuncio entre los libreros, que de inmediato hicieron las reservas. Cuando subí la tapa en Twitter me escribieron de talleres de escritura, clubes de lectura, librerías, incluso una estudiante de Letras me dijo que por fin iba a poder leer ese libro que solo conocía por fotocopias”.
“Escribir: es lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. Lo he hecho. La escritura nunca me ha abandonado”, confiesa la autora de El amante en estas páginas admiradas por escritores como Edgardo Russo, Leopoldo Brizuela, Ángela Pradelli, Graciela Aráoz, Osvaldo Bossi, Valentina Vidal y Camila Sosa Villada, para quien Escribir es “el libro más hermoso del mundo”.
"Escribir: es lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. Lo he hecho. La escritura nunca me ha abandonado."
También Claudia Piñeiro, recientemente premiada en España por su novela Catedrales, celebró la reedición. “Tengo todo el libro subrayado -dice la autora a LA NACION-. Es un libro que está sobre mi escritorio porque muchas veces vuelvo a párrafos, a fragmentos. Durante la pandemia me pasó mucho de volver a textos de Duras o de Natalia Ginzburg o de Clarice Lispector que me habían interesado en su momento, y volvía porque me costaba ir a cosas nuevas. A su vez me encantaba releerlos porque esos párrafos que me habían dicho muchas cosas antes me volvían a decir algo nuevo, no solo sobre escribir sino también sobre la maternidad y los hijos. Duras dice que con los años una se cuestiona todo, el trabajo, los amigos, el marido o el exmarido, pero nunca se cuestiona los hijos”.
Fragmentos de Escribir desempeñan un papel en la nueva novela de Piñeiro, que se publicará en octubre y donde reaparece la protagonista de Tuya, de 2005. “El tiempo de las moscas retoma el personaje de Inés, de mi primera novela -revela-. La protagonista sale de la cárcel después de haber cumplido la condena por haber matado a la amante de su marido y empieza una nueva vida. La persona que llevaba libros a la cárcel y que coordinaba un taller literario había llevado ese libro de Duras. Hay un pasaje sobre la muerte de una mosca que Inés detesta porque ella ama a las moscas; la contemplación de la muerte de una mosca que hace Duras le parece sádica. A lo largo del libro seguirá reflexionando sobre ese pasaje y sobre la muerte, la observación de la muerte de los otros y las moscas”.
“Mi presencia hacía más atroz esa muerte -escribe Duras mientras presencia la agonía del insecto-. Lo sabía y me quedé. Para ver. Ver cómo esa muerte invadiría progresivamente a la mosca. Y también para intentar ver de dónde surgía esa muerte. Del exterior, o del espesor de la pared, o del suelo. De qué noche llegaba, de la tierra o del cielo, de los bosques cercanos, o de una nada aún innombrable, quizá muy próxima, quizá de mí, que intentaba seguir los recorridos de la mosca a punto de pasar a la eternidad”.
Tres reflexiones sobre la escritura por Marguerite Duras
La soledad, la soledad también significa: o la muerte, o el libro. Pero, ante todo, significa el alcohol. Whisky, eso significa. Hasta ahora nunca he podido, pero nunca, de verdad, o en tal caso debería remontarme lejos… nunca he podido empezar un libro sin terminarlo. Nunca he hecho un libro que no fuera ya una razón de ser mientras se escribía, y eso, sea el libro que sea. Y en todas partes. En todas las estaciones. Descubrí esta pasión aquí en las Yvelines, en esta casa. Por fin tenía una casa donde esconderme para escribir libros. Quería vivir en esta casa. ¿Para hacer qué? Empezó así, como una broma. Quizás escribir, me dije, podría. Ya había empezado libros que había abandonado. Había olvidado incluso los títulos. El vicecónsul, no. Nunca lo abandoné, pienso en él a menudo. En Lol V. Stein ya no pienso. Nadie puede conocer a L.V.S., ni usted ni yo. Y hasta lo que Lacan dijo al respecto, nunca lo comprendí por completo. Lacan me dejó estupefacta. Y su frase: “No debe de saber que ha escrito lo que ha escrito. Porque se perdería. Y significaría la catástrofe”. Para mí, esa frase se convirtió en una especie de identidad esencial, de un “derecho a decir” absolutamente ignorado por las mujeres.
Eso hace salvaje la escritura. Se acerca a un salvajismo anterior a la vida. Y siempre lo reconocemos, es el de los bosques, tan antiguo como el tiempo. El del miedo a todo, distinto e inseparable de la vida misma. Uno se encarniza. No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe. Es algo curioso, sí. No es solo la escritura, lo escrito, también los gritos de las bestias de la noche, los de todos, los vuestros y los míos, los de los perros. Es la vulgaridad masificada, desesperante, de la sociedad. El dolor; también es Cristo y Moisés y los faraones y todos los judíos, y todos los niños judíos, y también lo más violento de la felicidad. Siempre, eso creo.
Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado.
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