¿Se puede contar una vida solo con imágenes y fechas?
¿Se puede contar una vida solo con imágenes y fechas? ¿Cómo narrar el paso del tiempo y los acontecimientos más significativos sin recurrir a las palabras? En la novela gráfica A través, publicada en la Argentina por Pípala, el ilustrador francés Tom Haugomat relata "el universo de un hombre" a lo largo de 71 años, desde que el personaje está en el útero materno (en diciembre de 1955) hasta la vejez, en el año 2026. Y lo hace con escenas que se complementan en cada doble página: en las impares aparece la "fotografía" de un momento determinado y en las pares, algún detalle destacado. Así, la imagen del bebé en la cuna está acompañada de la sombra de la madre que lo observa desde la puerta de la habitación, donde cuelga un móvil con planetas.
Ese primer detalle no es casual: a medida que el protagonista crece, se advierte su pasión por mirar el cielo, la luna, las estrellas e imaginar viajes al espacio exterior. Su sueño es ser astronauta. Ya desde la portada del libro, el autor invita a los lectores a espiar hacia el interior a través, justamente, de un par de ojos calados que dejan ver un paisaje colorido. Un recurso narrativo sin texto que Haugomat utiliza en muchas de las escenas es mostrar (parte o todo, según el caso) de aquello que el personaje está mirando, soñando o pensando. Por ejemplo, el paisaje que observa con binoculares en julio de 1964, durante un picnic familiar en la isla Gravina, en Alaska.
Con este libro, de una calidad excelente, Pípala celebró los diez años en diciembre pasado y sumó a su catálogo la primera novela gráfica, dirigida a todo público. La editora Clara Huffmann lo descubrió en la Feria del Libro de Bolonia cuando era apenas un proyecto. Hace dos años, Haugomat (que ahora tiene 35) fue a la feria italiana, la más importante para el sector infantil, juvenil y de ilustración, con una carpeta repleta de dibujos y bocetos. Apenas vio el material, Huffmann se enamoró de la idea y se obsesionó con publicar el libro en la Argentina. "Tiene que ser mío", pensó la fundadora del sello especializado de Adriana Hidalgo. Y no paró hasta que logró comprar los derechos y arreglar con el autor francés todos los detalles de la cuidada edición que se consigue también en España, México, Chile y Uruguay, entre otros países de habla hispana.
"Cuando lo descubrí en Bolonia todavía no era libro, sino una carpeta gigante, increíble. Fue un ‘flechazo’ inmediato. Me impactó por su profundidad y simpleza. Con muy poco, con mucho ‘aire’ y pocos colores (aunque usamos tintas especiales), el autor nos permite ver mucho: imágenes cargadas de emoción, una historia de vida. Creo que esa capacidad de síntesis me deslumbró. Y la idea, tan original, de narrar una vida a través de los ojos del personaje, me pareció impactante. Sentí que leía una novela muy íntima, introspectiva, pero con viajes espaciales. Creo que este contrapunto hace que la novela sea muy especial y única en su formato", contó la editora a LA NACION.
"Me llevó casi siete años hacer este libro, compuesto por una serie de pequeños paisajes que me encantó crear: la mira de un telescopio sobre el sistema solar, una tarde en Alaska a través de una ventana, un embrión visto desde la pantalla de un ecógrafo", dijo Haugomat en una entrevista con la agencia Télam. El ilustrador empezó el proyecto como una investigación gráfica sobre la subjetividad, "iluminando el concepto de mirar a través de objetos y de hablar sobre la vida al mismo tiempo". Explica: "Todo puede interpretarse de distintas maneras. En lo particular, a mí me gustó mucho la idea de tener la vida del personaje en mis manos. Es un libro sobre la vida de Rodney, pero también trata sobre el ciclo de vida en su aspecto más general. Es un personaje que crece, que vemos desde que nace hasta que muere, y en su crecimiento muestra su interés por el espacio, el mundo que hay más allá de que lo que podemos vislumbrar a simple vista. Todos nacemos, todos morimos, todos sentimos. A través de los ojos del personaje podemos observar el presente inmediato, la pasión por los detalles y la inmensidad de la existencia. El pasado y futuro marcado por circunstancias diversas que componen un ciclo finito".
Tanto el autor como la editora argentina creen que el libro no es específicamente para el público infantil. "Traté de hacer una historia universal, más que un libro para niños", asegura Haugomat, que cita al ilustrador francés Tomi Ungerer (1931-2019) para ampliar su explicación: "Los niños no necesitan libros infantiles; necesitan historias bien contadas". "Estoy totalmente de acuerdo con esa idea. No pensé en un lector en especial mientras creaba el libro, estuve más centrado en su estructura y su ritmo, para que la historia fuera comprensible para todos". Lo es, por supuesto. Y también es conmovedora.
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